Capítulo 33

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Hades


         En el momento que Atira tocó el asiento del avión se quedó profundamente dormida. Me llevé una gran sorpresa al ver lo tranquila que lucía haciéndolo, como si todos sus demonios fueran inexistentes, y no mentiré, era extremadme relajante, tanto que yo mismo casi me quedo dormido.

—Madre mía, quisiera el sueño de Keyla —se quejó Itkan.

—No ha dormido bien desde que llegamos a la zona sur — informó su primo.

—¿Qué dices? Dormir cerca de la playa es muy relajante.

—Mi prima tenía en la espalda el peso de muchas muertes, de encontrar el oro y de que no mataran a su familia, a veces se levantaba a cocinar en la madrugada.

—Qué bueno que llegamos o se volvería loca —señaló mi hermano.

—No creo, buscaría una salida, siempre lo hace.

—Hablando de salidas, hermano...

Observé a Itkan con una clara advertencia en la mirada.

—Se acerca mi cumpleaños y ya sé que quiero de regalo.

—¿Qué?

—Un viaje, los cuatro.

—Falta medio año para tu cumpleaños —le recordé.

—Pues ve preparando el viaje.

El resto del viaje me fue casi imposible quitarle la mirada a Atira, era como si de un imán se tratara, el cual mantenía mi vista y atención fija en ella. Mi hermano y Cler parlaban a lo grande, con el entusiasmo de un pequeño.

—Despiértala —le ordené a Cler al ver que aterrizábamos.

Asintió mientras trataba de moverle el hombro con suavidad.

—Cariño, ya llegamos —le susurró su primo.

Al quinto intento ella por fin reaccionó, abrió sus ojos perezosamente para luego estirarse como si de un bebe se tratara.

—La vas a traspasar si no despegas tu mirada de ella —me susurró Itkan.

Lo fusilé con la mirada antes de girarme a ella nuevamente.

—Nos preguntarán a donde fuimos, diremos que dirigimos un proyecto Atira ayuda con los papeles de los egresados al proyecto, Cler es su asistente y por ese motivo se mudara al palacio.

—¿Al palacio? —preguntó Itkan con una sonrisa.

Asentí ante su entusiasmo.

—Bien —contestó Atira con voz melosa.

El aterrizaje no tuvo complicaciones mientras algo rondaba por mi cabeza y como ya era de costumbre tenía que ver con ella; esa repentina necesidad de querer complacerla en lo que pidiera para que sus ojos me regalaran su brillo característico me aterrorizaba.

—Su majestad —me habló Atira antes de bajar.

Me detuve al escuchar su llamado indicándole a Itkan y Cler que se retirarán.

—¿Algún problema?

—Sí...es solo, prométame que mi familia estará a salvo con usted.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora