Capítulo 38

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—Hija ¿por qué ya no hablas? —preguntó mi madre atándome de más cadenas.

La ignoré como ya llevaba rato haciéndolo, ella no llevaba ropa nuevamente.

—Haz caso a Meredith, no querrás que se enoje.

Y como si la hubiéramos invocado llegó casi corriendo, se quito la ropa y le dijo a mamá que me asegurara las manos, mi madre obedeció mientras ella subía en mí, mi cuerpo dejó de tener fuerza así que no pude defenderme.

—Jacob dice que follas muy bien para tener al rey cuidándote, aunque ¿Dónde está tu rey ahora? —informó riéndose.

—Bájate —le pedí.

Su repuesta fue un puñetazo en mi nariz, seguido de varias repeticiones más, en cuanto comencé a sangrar se levantó, se vistió pondiéndose sus tacones de plataforma se acomodó su vestido y comenzó a patearme nuevamente.

—Para —pedí entre susurros.

No paró, aumentaba su fuerza al oírme jadear del dolor recordándome que Jacob la había escogido a ella.

—¿Aun recuerdas los regaños de tu padre? —me preguntó mi madre.

No asentí, presa del dolor que me provocaban los golpes de Meredith.

—Meredith siempre fue tan disciplinada que jamás tuvo que recibir su atención, Mike era el hombre y como el caballero que era tenía que educar a otro. Pero tú eras alguien que se llevaba toda su atención.

—La maldita me quitó el amor de mi padre —vociferó Meredith dejando las patadas de lado.

—Por eso siempre te odié, Meredith es igual que yo, pero tú, eres igual que tu padre, la manera en la que hablas como caminas y resuelves las cosas —espetó mi madre.

—Y por si fuera poco también quería hacerlo con Jacob —gritó de nuevo mi hermana.

Me mantuve serena ante ellas, pero por dentro sentía desgarrarme entera.

—A ti mi padre jamás te vio con la decepción en los ojos —me reclamó Meredith.

Mi alma se quebraba cada segundo más, a tal punto de pensar en que amarrar mi cuello en las cadenas era la única salida, pero eso no era de valientes y mi padre me pidió hacerlo.

—Fuiste la maldita atención cuando él murió, porque claro eras la niña pequeña y huérfana que todos querían ayudar, pero ¿qué había de nosotras? —gritó mi madre

—Yo tambien perdí a mi papá —gritó Meredith.

—No sabes cuanto esperé para que te quedaras tan desprotegida como en este momento, si la vida no te hizo sentir ni un poco lo miserable que yo lo haré yo —susurró mamá antes que me sujetara con más fuerza.

—Te quiero mamá —le susurré

Y entonces Meredith comenzó nuevamente a desatar su furia contra mi entre gritos y reclamos que decidí no escuchar, entre golpes que decidí ignorar y entre sentimientos que decidí no mostrar.

Con el tiempo se cansaron ambas y repetían el mismo patrón de escuchar sus gemidos de ambas, hasta que alguien más entro a la habitación, la voz me hizo trasudar.

—Mierda, ahora tendremos que esperar para llevarla a la frontera —se lamentó.

—Nos debía mucho —se justificó Meredith.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora