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•No me alejes•

— Papi ¿polqué papá Vevs no te da bechitos? — pregunto el pequeño infante mientras estiraba sus pequeños labios en un tierno puchero.

Pete se encontraba jugando con su pequeño, ya hace media hora que lo había ido a recoger al colegio, y le había felicitado por su excelente resultado en el examen con muchos mimos y besitos por toda su carita, consintiéndolo en muchas maneras, pero la repentina pregunta lo dejó impactado y con la mente en blanco.
No sabía que eran tan obvios, tanto que hasta su pequeño hijo de cuatro años se había dado cuenta de lo rota que estaba la relación, ignoró la opresión en su pecho y las enormes ganas de llorar, pues no quería que el pequeño lo viera tan roto.

— ¿príncipe porque me preguntas eso? — agradeció rotundamente que su voz no haya salido quebrada y que al contrario esta salió firme y normal.

— Es que los papás de mis otlos amigos se dan bechitos en la boca, y papá Vevs no hace eso contigo — De alguna manera Pete pudo ver tristeza reflejada en los ojos de su pequeño y eso le dolía, lo que menos quería es que su bebé se viera afectado por sus problemas maritales.

Sintió una punzada en su pecho, esto era tan difícil para él, quería llorar, pero no quería que su hijo viera lo débil y patético que era, porque sí. Pete se había convertido en alguien tan frágil y sensible que cualquier pequeñez provocaba sus lágrimas.

— No bebé, no te pongas triste tu papá si me da muchos besitos — mintió — me besa la nariz — dejó un beso en la naricita respingona del niño — me besa las mejillas — beso sus abultadas y sonrosadas mejillas — me besa la frente — beso la frente de su hijo — me besa el cabello, mis párpados, mis manos — Pete besaba cada parte mencionada causando cosquillas en el cuerpo de su pequeño.

El omega deseaba con todo su corazón que lo que estuviera diciendo fuera real, pero lastimosamente era falso, en realidad Vegas apenas y le dirigía la palabra, dormían juntos, pero era como si se encontrarán a una gran distancia, hace años que el alfa dejó de abrazarlo mientras dormían, no se sentía amado, ni protegido, por más que quiso acercarse a él este siempre le dio la espalda, a él le tocó conformarse con las migajas y abrazar las camisas usadas de Vegas, porque aunque su alfa estuviera tan cerca, lo podía sentir lejos, como si se encontrará solo. Y eso era algo a lo que aún no se acostumbraba.

Deseaba tanto poder sentir el calor del alfa, ver su cara al despertar y que este le sonriera, pero no, él al despertar solo veía su ancha espalda.

No entendía en qué momento pasó de tener la completa atención de Vegas a que este lo dejara a un lado como un perro abandonado.

Vegas llegó a eso de las doce de la noche, había tenido sexo con Tawan y lo había pasado dejando a su casa, se quitó los zapatos y los dejó en la entrada, estaba cansado y necesitaba su cama lo más pronto posible.

Abrió la puerta de su habitación, y rápidamente el olor de Pete invadió sus fosas nasales, su lobo salió de su escondite al sentir ese aroma a manzana, pues desde la mañana que no lo sentía moverse, solo cuando estaba con Pete este respondía.

Miro a Pete durmiendo escondido y hecho bolita entre las sábanas, como si tuviera miedo a que alguien lo lastimara, por lo menos no lo había esperado como ayer, la habitación estaba oscura, pero eso no impedía que pudiera ver las facciones relajadas del menor, su mejilla aplastada sobre la almohada y sus labios entreabiertos.

Su lobo chilló, quería ir y acariciar a su omega, besarlo y mimarlo, pero Vegas siempre ignoraba los deseos de su lado animal.

— Vegas... — mencionó entre sueños el omega.

El nombrado camino al ropero para cambiarse y ponerse su pijama, se acostó en su lado de la cama y como siempre le dio la espalda, su lobo mostró sus dientes, él quería seguir viendo a su omega mientras dormía, Vegas quiso ignorarlo, pero se dio cuenta de que si no hacia lo que su estúpido lobo pedía este no lo dejaría dormir.

Fue así como se dio la vuelta y observó a su omega mientras dormitaba, este suspiró entre sueños y se dio la media vuelta quedando con su espalda Sobre el colchón, Vegas observó la casi invisible marca en su cuello, supo que tenía que renovarla.

— No se te ocurra, a Pete le duele cuando lo haces — mencionó su lobo interior — hazlo, pero como es debido, nuestro omega no merece una marca temporal — habló con indignación el lobo.

Vegas suspiro rendido tenía sueño y los reclamos del lobo no ayudaban en nada.

Si no te callas me voltearé

Amenazó Vegas, a su lobo no le quedó de otra más que obedecer, pues quería seguir viendo el inocente rostro de Pete.

Cerró sus ojos tratando de conciliar el sueño, estaba por quedarse dormido cuando de la nada sintió el cuerpo del omega impactar contra su pecho, abrió los ojos al instante, miro hacia abajo encontrándose con una mata de cabellos castaños, el cual restregaba su naricita en su cuello, Pete aún dormía, pero su subconsciente actuó por impulso.

El omega ronroneo gustoso, y sonrió entre sueños, al sentir ese calor agradable, ambos lobos se encontraban tranquilos y se sentían plenos.

Vegas no entendió por qué, pero no apartó al omega de su cuerpo, pues sintió una calidez que no había sentido en años, se sintió completo, como si flotara en las nubes, volvió a cerrar los ojos, sintiendo esa infinita paz, las manos le picaban por abrazar la cintura del omega, pero no lo hizo, cayó profundamente dormido al
instante.

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no me deseches [Vegaspete Adap.]  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora