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•Mancha•

Veníce se encontraba acostado en su cama, sentía que sus ojitos se cerraban con cada caricia que recibía en su cabeza, las sábanas suaves y calentitas le daban calor a su cuerpo, y un olor agradable le ayudaba a relajarse.

Su respiración era pausada como muestra de la tranquilidad que sentía en estos momentos, unos suaves dedos jugaban con sus castaños mechones, la comodidad del momento ocasionaba que aún no quisiera dormirse, razón por la cual luchaba para mantenerse despierto.

Pete había notado a su cachorro un poco decaído los últimos días, ya no sonreía como antes, si lo hacía su sonrisa era débil, el brillo en sus ojitos había perdido vida, el omega se sentía mal, su hijo era lo que más amaba en este mundo y el simple hecho de saber que cada vez se deprimía más, le traía una sensación amarga a sus días, como si estuviera fallando en su deber como padre y omega.

Ahora con ambos padres separados veníce había entendido que su familia perfecta y amorosa ya no sería la misma, ahora lo dejaban más tiempo solo, se sentía abandonado hasta en cierto punto, pues ahora Pete trabajaba y ya no pasaba tiempo con él, ya no jugaban y veían películas hasta quedarse dormidos.

Su papá alfa venía todos los días, pero siempre había una razón para pelear cuando lo hacía, discusiones, peleas y palabras subidas de tono, Venice quería acostumbrarse a eso, pero no podía, simplemente su pechito dolía cuando eso pasaba.

Ahora había paz y tranquilidad, no había peleas, en lugar de eso una dulce melodía salía de la boca de su padre omega, una que lo hizo olvidar las calamidades de los últimos días.

Le gustaba la voz de su padre, era suave y le daba una sensación de plenitud.

Pete se encontraba de lado con su codo sobre el colchón y la palma de su mano sostenía su cabeza, admirando la belleza de su hijo, sus ojos a veces se abrían, pero al momento se volvían a cerrar debido al sueño.

Supo que había sido buena idea quedarse con él hasta que se durmiera, sabía que estos últimos días habían sido difíciles, su pequeño hijo había sufrido a causa de eso, por eso quería velar por sus sueños.

— Papi huele rico — el castaño dijo mirando a Pete, era un olor suave y débil, pero él logró notarlo.

— Estoy usando una loción con aroma dulce, me alegro de que te guste — siguió acariciando su cabeza, el niño volvió a cerrar sus ojos, estaba seguro que no era un aroma dulce el que había sentido, pero no dijo nada, pues el sueño le estaba venciendo.

— Duerme pequeño, mañana será otro día —

Dijo con voz suave, esperando que el día de mañana trajera casas buenas y positivas, que sus vidas comiencen a tomar un poco de color, o por lo menos la de Venice, volver a ver esa sonrisa que tanta paz y felicidad llevaba a su pecho, volver a escuchar sus tiernas carcajadas por toda la casa.

Al poco tiempo Venice se había quedado completamente dormido, su boquita entreabierta, sus manitas a la altura de su cabeza, dejando escapar pequeños suspiros entre sueños.

Dejó un último beso en la sien de su hijo antes de levantarse con sumo cuidado para no despertarlo, dejó la lámpara encendida, pues a Venice le daba miedo la completa oscuridad.

Decidió que haría esto todos los días, usar su voz para calmar a su hijo, para que su sueño fuera más tranquilo, se reforzaría por ser mejor padre.

Después de una larga Junta con algunos socios y ejecutivos, Vegas había terminado con un terrible dolor de cabeza, estar dos horas escuchando cómo discutían sobre una posible distribución internacional lo había dejado cansado.

no me deseches [Vegaspete Adap.]  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora