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•Acosado•


Suspira por tercera vez, observa a su niño divertirse con los juegos infantiles, al menos siente alegría al ver esa sonrisa en su rostro, observa como su cabello castaño baila al ritmo del viento mientras el columpio se balancea hacia atrás. Y adelante.

Mira con pena la manzana en su mano, es lo único que su estómago no rechaza, perdió la cuenta de cuantas se ha comido y simplemente comienza a aburrirse, no solo de su trastornada alimentación, sino de todo lo que le ha pasado en sí. Su garganta duele por los constantes vómitos, se han vuelto muy frecuentes sobre todo en las mañanas, está harto de tener que despertar y correr al baño debido a las náuseas matutinas, hay mareos y llora por pequeñeces.

Si pequeñeces.

Así lo considera él, no tiene sentido ponerse a llorar de la nada porque según él sentía un deseo enorme de estar con Vegas, y este no había llegado, ni ayer, ni los días anteriores a este. Recuerda que en la noche lloró por su ausencia, solo, entre pañuelos y una que otra fruta.

No se explica porque no ha sabido nada del alfa, han pasado cuatro días y lo único que recibe son mensajes diciendo: Lo siento, tengo trabajo, estoy cansado, no podré llegar ahora, me quedaré hasta tarde y no podré llegar tampoco hoy.

Estaba harto de falsas excusas, eran las mismas que usaba antes, solo que ahora ya no se las tragaba. Si Vegas seguía teniendo encuentros con otros u otras omegas, pues que lo aproveche, es su vida y puede hacer lo que se le venga en gana.

Es tonto por aún llorarle a un alfa que nunca cambiará.

Su cachorro es lo único que siente, no quiere que se sienta abandonado, más le vale no olvidarse de él o de lo contrario lo tendrá que escuchar, no puede simplemente hacerla a un lado, Venice es primero que nada.

Mira como su niño corre hacia él, se ve bastante adorable con ese abrigo azul, quizá le quede un poco grande, pero es que Vegas ni siquiera sabe elegir algo que sea de la talla de su hijo... Vegas, ¿por qué su nombre siempre merodea en su cabeza?

— ¿sucede algo bebé? — pregunto cuando estaba cerca de él.

— Nop, solo que estás muy solito, no es justo que solo yo me divielta — dijo sentándose a un lado de Pete, este sonrió cálidamente, en serio tenía un ángel por hijo.

— Estoy bien, no te preocupes por mí, te traje al parque para que te diviertas, yo me siento feliz si tú te diviertes — mencionó acomodando su gorrito blanco, el cual se desordenó un poco cuando estuvo jugando en los columpios.

— Papi quiero un algodón de azúcar — señaló con ojitos brillosos el puesto de dulces.

— Claro, ve por uno pero luego regresa — dijo entregándole el dinero en su manita, el puesto solo estaba a unos pocos metros por lo cual no hacía falta que fuera con él. Solo bastaba que lo estuviera vigilando para no perderlo de vista.

Un animado Venice corrió por su algodón, pero como había cola tenía que esperar un poco, miro hacia atrás dándose cuenta de que su padre lo estaba mirando, luego más personas se iban uniendo a la fila, el omega hizo un gesto para que mirara al frente, entendiendo el pequeño obedeció. Deseaba tanto su algodón de azúcar que cada vez que veía a las personas comiendo y pasaban a su lado se le hacía agua la boca.

Mantenía ambos ojos sobre el niño, pero un fuerte sonido a su derecha lo hizo voltear el rostro, vio como un niño de más o menos tres años había caído, seguidamente había comenzado a llorar, se removió en el banquillo por reflejo quiso ponerse de pie y correr hacia él para levantarlo, pero no hizo falta, su padre al parecer omega corrió un tanto angustiado hacia el niño que aún permanecía en el suelo llorando.

no me deseches [Vegaspete Adap.]  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora