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anhelos del corazón•

Después de que Vegas dejará al pequeño Venice en su habitación, el alfa regresó a la suya, donde ya se encontraba su omega envuelto en una gran cantidad de sábanas, sin embargo este aún no se había dormido.

Como siempre, el alfa se acomodó en su lado de la cama y le dio la espalda al omega, sin dirigirle la palabra. Pete se encontraba hecho una pequeña bolita envuelta en cobijas, sentía su celo cerca y esa necesidad de recibir mimos de su pareja se había intensificado, sin embargo, era consciente que no los recibiría, por lo menos no de parte de él.

Sentir el aroma de Vegas tan cerca de él provocaba un sentimiento de nostalgia, pues no era la cercanía que su lobo necesitaba y anhelaba.

Había perdido la cuenta de cuántas veces le había pedido que no lo dejara solo cuando sus celos llegaran, lo único que pedía era que lo acompañara y se quedara con él, sin embargo, solo recibía excusas “Hoy no puedo, tengo una cena y llegaré tarde, no me esperes” “Tengo mucho trabajo y me quedaré hasta la madrugada ordenando unos documentos”" Tengo una reunión importante, tal vez en otra ocasión”.

Siempre era lo mismo, llegó a un punto en el que se resignó y entendió que su alfa tal vez no quería pasar tiempo con él, eso le dolió y partió el alma. Fue ahí cuando recurrió a los supresores, aunque no le gustaba usarlos, no le quedaba otra
opción.

Sus ojitos lo miraban con añoranza, observaba en silencio la ancha espalda del alfa. Su Lobito poco a poco y con algo de temor se iba asomando, el omega tenía miedo a ser rechazado nuevamente, por eso se había acostumbrado a solo observarlo en silencio, no le importaba conformarse con las sobras, con tal de sentir su olor aunque sea un momento.

La lluvia no había parado y según las noticias llovería toda la noche, tenía frío, por eso la cantidad exagerada de sábanas, aunque prefería ser envuelto por el cálido cuerpo de su alfa, sentir su calor, que este lo envolviera entre sus brazos como antes lo hacía, pero entendía que había cosas las cuales simplemente ya no eran posibles.

Tal vez era demasiado tonto de su parte desear algo que ya jamás tendría, tal vez era demasiado ingenuo seguir aguantando y viviendo con alguien que solo estaba con él por pura obligación, ¿pero qué podría hacer? Su omega se aferraba a su alfa y no quería dejarlo ir, sin embargo, era consciente que solo se hacía más daño, lastimándose de una manera cruel.

Sus ojitos pesaban y se cerraban por momentos, su nariz roja por la fría temperatura, el sutil tiroteo de su cuerpo a causa del frío, poco a poco se iba quedando dormido, bastó un par de segundos para que el omega caerá en los brazos del Morfeo.

Cuando el alfa escuchó la respiración del omega más relajada supo que ya se había quedado dormido, quería darse la vuelta y mirarlo, no sabía si ese deseo venía de su lobo interno, quería pensar que sí.

"Sé que tú también quieres, no sigas resistiéndote"

Su alfa habló claro y seguro, Vegas pensó que no perdía nada, total Pete se encontraba dormido y no se daría cuenta, lentamente se fue dando la media vuelta encontrándose con su esposo hecho un pequeño ovillo en posición fetal.

Viéndolo así se veía tan pequeño, tan frágil y delicado, con sus mejillas teñidas de un hermoso color carmín, sus labios un poco abiertos y rojos, sus bonitas y largas pestañas y su pequeña respingada nariz, todo en él era hermoso.

“Mío”

Su lobo arañaba desde su interior, quería protegerlo y cuidar de él, no quería que su omega lo dejara solo.

Nuevamente, quiso sentir su olor, levantó su cabeza y cuidadosamente se acercó a Pete rogando que este no despertara, comenzó a olfatearlo, cabello, rostro y cuello. Deseaba que este hubiera regresado, pero al contrario este seguía debilitándose.

Esto no debería de pasar, no era normal que un omega perdiera su olor, Vegas no sabía nada al respecto, pero deseaba sinceramente que no fuera nada malo.

Como era de costumbre, Pete se levantaba todas las mañanas a preparar a su hijo y vestirlo para ir al colegio

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Como era de costumbre, Pete se levantaba todas las mañanas a preparar a su hijo y vestirlo para ir al colegio.

El omega siempre era muy cuidadoso en la presentación de Venice, su uniforme siempre limpio y debidamente planchado, sus zapatos brillosos gracias al cepillo y la pasta, su cabello muy bien peinado haciéndolo ver más adorable.

Venice había sacado más de Pete que de Vegas, del alfa solamente tenía su piel blanca y los ojos similares a los de él, heredando del omega todo lo demás, incluso sus gestos y forma de comportarse, daba mucha ternura ver como padre e hijo hacían pucheros al mismo tiempo o fruncían el ceño sin querer.

Pete se encontraba peinando sus castaños cabellos, tan suaves y sedosos.

Sin embargo, lo que escucho salir de la boca del Pequeño provocó que se detuviera y su corazón se acelerará.

— ¿Papi cuando me dalás un helmanito? —

Pete no podía creer lo que estaba escuchando, la sangre escapó de su rostro y la mente quedó en blanco.

Venice jamás había dicho algo parecido, nunca había tenido problema en ser el hijo único y Consentido, no entendía el motivo de su pregunta.

— ¿por qué lo preguntas nene? — soltó tranquilamente, aunque por dentro sintiera que su corazón saldría de su pecho.

— Es que a veces quisiela tener un helmanito pala 
jugar — menciono inocentemente.

El omega entendía que a veces su hijo se sintiera solo, él siempre jugaba con el cuándo podía, pero habían veces en que los quehaceres del hogar se lo impedían — Venice bebé, ¿acaso te sientes solito? — dijo mirando a su hijo el pequeño lo volteo a ver y noto cierta tristeza en sus ojitos.

— Es que yo pienso que si papi tiene otro bebito papá Vevs le dala muchos besitos — soltó de una manera tímida y dulce.

El omega sonrió para tapar el horrible nudo que le provocaron las palabras de su hijo, las ganas de llorar eran enormes sin embargo para no afectar a su hijo se las aguanto.

Cómo darle un hermanito cuando hace más de dos años que Vegas no lo tocaba, no negaba que quisiera volver a ser padre, lo deseaba con todas sus fuerzas, otro cachorro suyo y de su alfa, sería bonito, había pedido eso a la madre Luna incontables veces, pero jamás había obtenido respuestas.

— No bebé, no tienes por qué pensar en eso, aún estás muy chiquito y mereces ser consentido — pronunció besando la cien del pequeño.

Otro bebé, eso se oía maravilloso y dolorosamente distante al mismo tiempo.

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no me deseches [Vegaspete Adap.]  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora