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•Un poco de paz•

Lenta y perezosamente levantó sus párpados pestañeando varias veces para acostumbrarse a la claridad, la calidez de las sábanas le daba una sensación de tranquilidad a su cuerpo. Sus ojos enfocaron el techo de madera, fue ahí cuando su mente hizo clic y recordó todo lo que había ocurrido la noche anterior.

Inmediatamente, llevó su mano al otro extremo de la cama, buscando sentir a su esposo, pero se desconcertó cuando se dio cuenta de que ese lado de la cama estaba vacío.

Trago grueso, recordaba que el omega se había quedado dormido junto a él, sintió miedo de que solo haya sido un hermoso sueño, tristemente un producto de su imaginación.

Vegas comenzó a desesperarse, su lobo arañaba y clamaba la presencia de su omega.

Se levantó rápidamente y caminó hacia la puerta, su corazón latía furiosamente, rezando para que Pete estuviera cerca, sabía que no había sido un sueño, Pete lo había salvado, le había dado la hermosa noticia de que serían padres otra vez, definitivamente tenía que ser real, se rehusaba a pensar lo contrario.

Por favor, por favor, por favor...

Casi corrió por toda la cabaña, siendo movido solamente por la desesperación y el miedo de estar solo y sin la presencia de su hermoso omega.

Pero pudo respirar tranquilo cuando llegó al área de la cocina y lo vio cocinando y tarareando una dulce melodía, fue ahí cuando el alma le regreso al cuerpo y su lobo pudo quedarse tranquilo.

Camino hacia el bonito omega y estando este distraído, se tomó el atrevimiento de abrazarlo por detrás, posando sus manos en su pequeño vientre, un agarre flojo y tímido, pero que definitivamente necesitaba. El más bajito se sobresaltó y se encogió cuando sintió la respiración del alfa en su nuca, pero al darse cuenta de que se trataba de Vegas se tranquilizó, incluso una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

Sintió como el alfa recargaba su barbilla en su hombro, el alfa cerró sus ojos y disfrutó del aroma que desprendía aquel menudo cuerpo.

Había regresado... Su aroma a manzanas estaba de vuelta.

— Buenos días, ¿cómo amaneciste? — fue el menor quien habló primero.

— Buenos días... Ya estoy mejor, los síntomas de mi celo se están disipando — podía sentir su pequeña pancita, su cachorro estaba ahí dentro, ignoro el tamaño de su vientre, ya habría tiempo para que Pete le hablará al respecto.

— Me alegro de que ya estés mejor... Mira prepare el desayuno, no es mucho porque de milagro encontré unos huevos y harina para hornear, revise tus cosas y tampoco andabas mucho que digamos — esto último fue un reclamo, como era posible que no cargará con alimento en su maleta, si le encontró unos sobres de cafés fue de puro milagro.

Vegas sonrió porque ese omega se miraba demasiado adorable cuando estaba “molesto”

— Ya, no te enojes, se supone que este lugar es cuidado por una pareja de ancianos, creí que tendrían algo que podría serme útil, de haber sabido que estarías aquí me hubiera preparado mejor —

— Como sea, es solo para que nos apacigüe el hambre y no regresemos con el estómago vacío —

Ambos eran conscientes que tenían que regresar, aunque estando en este lugar se sintieran tan a gusto y cómodos, su pequeño cachorro los necesitaba, ya lo habían dejado solo por mucho tiempo.

Sirvieron la mesa y se dispusieron a comer tranquilamente, mientras a través de la ventana se podían apreciar unos débiles rayos de sol.

— Vevs... — llamó el omega.

no me deseches [Vegaspete Adap.]  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora