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•Tempestad•

Podía sentir su celo cerca.

Los primeros síntomas habían llegado desde la noche anterior, anunciando su pronta llegada. No había salido de casa en todo el día, se la había pasado encerrado todo el tiempo pensando y recordando. Miro a través de la ventana, noto que el cielo estaba nublado, la brisa era helada y fresca, podía sentir el suave olor a lluvia, sabía que pronto llovería.

Al igual que él, el clima era deprimente, su estado de ánimo y las nubes grises no eran buena combinación.

No había podido sentir a su lobo, por más que se concentró y trató de conectarse con su parte animal, esta ya no respondía. Sabía que seguía ahí, solo que quizá ya se había resignado y había dejado de luchar.

El problema era que Vegas también se había rendido, quiso disfrutar estos últimos días, ser feliz y no pensar en nada más, le agradeció a Tankhun por su apoyo incondicional, por haberlo aguantado y por haber conservado su promesa hasta el final, sabe que fue egoísta, jamás debió haber arrastrado al omega en sus problemas.

Trato de dejar todo en orden, indirectamente también se había despedido de perth, después de todo el alfa también fue de gran ayuda, a pesar de todo lo que se decía de él en el trabajo, este jamás lo juzgó, nunca le sacó en cara sus errores, solo espera que siga creciendo como persona y logre encontrar la felicidad.

Le fue difícil, pero siempre se mantuvo con una sonrisa cuando estaba con Venice, su niño le demostraba amor en todo momento, le alegraba la existencia y le hacía ver lo bonita que es la vida.

Quiso tener la misma valentía con Pete, quiso enfrentarlo, pedirle perdón, pero esta vez no pudo, porque solo tenerlo cerca dolía más que sus propios malestares.

Era patético, un cobarde, pero aún tenía tiempo, Vegas no sabía que ahora no solo tenía dos motivos para luchar, ahora uno más se le sumaba. Eran tres motivos para no rendirse.

Sintió la suave brisa sobre su rostro, su cabello se movió al igual que las hojas de los árboles, el cielo cada vez se cubría más de nubes grises.

Era una noche helada, los climatólogos habían anunciado una tormenta, indicando que si no era necesario que no salieran de casa, ya que podía ser peligroso.

Sintió frío, su piel estaba helada, sus labios resecos y sin vida, cerró la ventana y le puso seguro, justo en ese momento un fuerte trueno se escuchó y seguidamente las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer.

Su vista fue hacia su cama, donde sobre ella yacían todas las cartas que su omega una vez le entregó, estaban regadas sobre la blanca sábana, su aroma aún permanecía impregnado en aquellas hojas de papel.

Pete jamás supo que las guardo.

Él nunca se lo dijo.

Tal vez era el momento de que regresaran a las manos de quien una vez las escribió, donde todo comenzó.

Dejó escapar un suspiro de cansancio, fue hacia su cama y una por una las recogió, tenían un valor importante para él, siempre se negó a deshacerse de ellas, las escondió muy bien temiendo que pudieran dañarse.

Recordó que él siempre fue sencillo y simple, nunca tuvo la delicadeza de hacer lo que Pete hacía por él, el omega siempre fue el de los detalles... ¿Cursis? No sabía cómo llamarle. Esas cosas nunca se le dieron y menos con sus otras parejas, porque sí. Antes de Pete tuvo uno que otro amorío, solo para pasar el rato.

Ahora lamenta no haberle dado tan siquiera una rosa, era lo menos que merecía el omega por el que todos se peleaban, no tenía idea de lo afortunado que era, habiendo mejores opciones Pete decidió mirarlo a él.

no me deseches [Vegaspete Adap.]  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora