Prólogo.

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Sofía.

Sabía que tenía que haber regresado mucho antes, para poder así tomarme unos días antes de ponerme a trabajar, y comenzar mis clases del Master, eso me hubiera dado tiempo para aclimatarme.

Esto de de llegar, y sin haber pasado por casa, ya meterme, entre pecho y espalda, dos turnos completos en el restaurante, donde había conseguido trabajo como camarera, era un total castigo. En el coche como testigo de la locura que había hecho, estaban todas mis maletas que había traído de un viaje desde Hidalgo, hasta Cleveland, en mi viejo Toyota. Más de tres mil quinientos kilómetros, que hice en tres días, y todo, porque a mi mamá le costaba mucho separarse de su hija.

No era la primera vez que vivía en los Estados Unidos. Había terminado aquí mi carrera de política internacional, pero cuando mi abuela enfermó gravemente, tuvimos que regresar a México para que mi madre la cuidara, y yo trabajara, mientras tanto, para mantenerlas. De eso hace ya dos años, así que cuando me surgió, gracias a mi amiga Vicky, este trabajo, y la beca para el Master en relaciones internacionales, con opción de un puesto de trabajo en las embajadas de Estados Unidos en otros países, ni me lo pensé.

En Cleveland ganaba mucho más que en Hidalgo, así podría ayudar mejor a mi madre y a mi abuela. Hasta mi ángel protector, la gran e inteligente ingeniera en la industria armamentística, Vicky Milton, me había dado opción a que viviéramos juntas.

Nos conocimos en la universidad, y en seguida congeniamos, yo era lo que a ella le faltaba, y, al contrario, mientras Vicky es tranquila, sosegada, y muy paciente, yo soy un ser intranquilo, incapaz de controlar lo que digo o pienso, siempre que no sea mi trabajo, soy muy impulsiva. La rubia científica, siempre me dice, que no entiende como era la perfecta relación públicas, que era políticamente correcta, y que sabía siete idiomas, en mi trabajo, pero en mi vida personal, era un completo desastre, un terremoto de grado siete, un ser pasional, divertido, y positivo, que siempre ve el lado bueno de las cosas. Siempre le contesto lo mismos, es mi sangre mexicana, al mal tiempo buena cara.

Mientras subía por la escalera de mi edificio, ya que, si puedo evitar los ascensores mejor, ya que padezco de claustrofobia, miré mi reloj. Eran ya la dos de la mañana, tuvimos que dejar todo preparado, en el restaurante, para que mañana, cuando llegara el otro turno, y asi pudieran ponerse directamente trabajar.
Había cogido lo necesario del coche para pasar lo que quedaba de noche, ya mañana subiría el resto de mis cosas. Iba pensando cómo iba a prepararme para las clases que me empezaban dentro de cuatro semanas, cuando al llegar al piso, vi como la puerta estaba entreabierta, y me alarmé, eso no era normal, y menos a las dos de la mañana.

Entré de forma sigilosa, preparadme por si hacía falta usar mis dotes de autodefensa. Practico Kraus Magan desde hace ya siete años, era mi forma de bajar mi nivel de energía, no hay nada que un buen revolqué por el suelo, o te den una tunda o tú la des, para bajar tu nivel de energía y quedarte relajada.

Nada más entrar vi a mi alrededor todo revuelto, sillas por el suelo, varios papeles, muebles, y otros objetos volcados, los sillones rasgados, y muchos objetos rotos, faltaban varios electrodomésticos, como la televisión y el ordenador de mesa de Vicky.

Pero lo que verdaderamente me impactó fue encontrar a Vicky cerca de la cocina, en el suelo, jadeando, mientras todo a su alrededor estaba lleno de sangre.

" ¡Vicky!"- grité, y corrí a su lado.

Ella casi no enfocaba la mirada, y al oir mi voz, miro hacia donde le venía el sonido.

"¿Quién...?, yo...aguanta... yo voy ...a llamar ... a la ambulancia..."- mis manos me temblaban mientras intentaba sacar mi móvil de mi bolso, ni me daba cuenta de que estaba llorando.

"Ya ... es tarde, y hay... poco tiempo, quiero ... que hagas lo que... te pido, por favor es...escúchame... quiero, que ..."- no la escuchaba, lo que estaba tratando era llamar a emergencias, pero no coordinaba los dedos.

"Sofía Martínez ... esta es mi última ... voluntad... debes cumplirla."- que usara mi nombre completo fue lo que me detuvo y me hizo mirarla, aun llorando desconsolada. - "En el gimnasio ... que asistíamos, esta ... en tu taquilla ... que te he pagado, ... de forma discreta ... hace un año, nadie sabe ... que la tienes, dentro de... ella, hay una ... bolsa negra con algunas instrucc... instrucciones. Síguelas, y aléjate de mí ... como si nunca me hubieras, conocido... deja que otro encuentre mi cuerpo... no toques nada... y ni se te ocurra ir a mi...entierro, yo..."- un gemido de dolor la hizo callar.

"¡No pienso hacerlo!... yo... yo voy...a salvar..."- gemí enfadada mientras lloraba, pero ella me interrumpió.

"Yo soy lo de menos, ... miles o millones de personas morirán... has lo que te digo, ya..."- la decisión que vi en la mirada de mi amiga me hizo darme cuenta de que quien la había matado, era alguien muy peligroso. - "Prométeme que cumplirás, mi voluntad, ...prométemelo."- me dijo exigente.

"Te lo prometo."- no podía hacer otra cosa, se negaba a que la ayudara, y yo pensaba cumplir mi promesa.

"Bien buena chica... muy buena chica... te quiero amiga... te..."- esas fueron sus últimas palabras antes de morir en mis brazos, mientras yo lloraba a su lado, la dejé en el suelo.

Me quite la ropa llena de sangre y me cambié de ropa, la que había subido en mi bolsa, después limpie todo lo que había tocado, y recogí todo lo que me pertenecía, o me relacionara con mi gran amiga. Encontré su móvil escondido, en el hueco que usábamos para guardar el dinero, y las cosas de valor, era un hueco que había bajo una loza en el baño. Así que también me lo llevé justo a todo lo que había allí, incluido, mi carnet del gimnasio. Y salí de allí, mirándola por última vez, y secándome las lágrimas.

Dejé la puerta abierta para que fuera más fácil encontrarla, y desaparecí de la vida de mi amiga como si jamás hubiera existido. Tenía una promesa que cumplir, y lo haría así acabara con mi vida.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora