Capítulo LV. La precipitación es mala consejera.

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Narrador.

- "¿Quién ha sido? ¿Quién ha dado la orden?"- la voz de Andrew Corneld, no dejaba dudas, quería una respuesta en ese momento, y quería la verdad.

- "Ha sido su padre, Sayyid, nada podía distraernos de nuestro objetivo y ..."- el puñetazo que recibió Cotton Macferson, por parte de su jefe, cortaron sus palabras.

Todo lo que había pasado en la sala de esgrima, lo único que había hecho era aumentar la decisión de Andrew, de hacerle pagar Wilson su osadía, nadie se enfrentaba al Sayyid, sin pagar las consecuencias. El CEO de Corneld Industries, tenía más claro que nunca, que le iba a arrebatar a como diera lugar, a la esposa de ese hombre, y una vez la hubiera domado, pensaba tomarla delante de él, para que fuera la última imagen que tuviera fuera ver a su mujer en brazos de otro. Después eso le sacaría los ojos, dejándolo vivir el resto de su vida como un maldito miserable, sin orgullo.

Pero al parecer, su padre había tomado otra decisión, queriendo acabar con el objeto de su deseo. Pero si Isabel moría, su orgullo nunca podrá ser repuesto. Aún guardaba en su recuerdo la mirada que recibió, de ese maldito de Vermont Wilson, mientras atendían a su mujer, pocos hombres lo habían mirado así, pocos hombres habían tenido ese valor, pocos hombres se habían enfrentado a él, venciéndolo. Esto no podía quedarse así, para el CEO de Corneld, el heredero Wilson, debía sufrir mucho más de lo que estaba sufriendo ahora. Era la única manera de que su orgullo fuera repuesto. Ese infiel no podía vivir feliz el resto de su vida.

- "¿Nos puede salpicar? ¿Quién contrató al sicario? Nada puede salir mal esta semana, en dos días se comenzará a hacer la implantación de los microchips en los misiles. No es el momento de provocar esto, si esto se retrasa, lo pagarás con tu vida."- dijo Andrew desahogándose de la única manera qué sabía.

Por ahora lo único que podía hacer era esperar, para saber el estado que estaba la mujer que él pretendía transformada en la reina de su harén, su venganza tendría que esperar, mientras se iba a dedicar a cumplir con la voluntad de Alá, deseando no volver a encontrarse de frente con la única persona que él había considerado ser su digno rival, Vermont Wilson. Ese hombre no era cualquier hombre, pero él tampoco, e iba a ser implacable.

Vermont.

- "Se recuperará señor Wilson, únicamente tiene roto algunos dedos de la mano, y una contusión algo severa en la cabeza, de resto son todo hematomas superficiales debido al golpe que se dio contra el coche y su caída contra el suelo. No creemos que tarde mucho en despertar. Así que le aconsejo que esté a su lado para que sea usted la primera persona que vea, eso la tranquilizará, porque suelen despertarse algo conmocionados y desorientados."- me dijo el doctor, liberando algo de la tensión que sentía, tenía que averiguar quién era el responsable de qué casi pierda a la mujer de vida, a mi esposa.

- "Necesito que sigáis con la investigación, y que nadie interrogué al asesino hasta que yo esté delante, tampoco nadie se puede acercar a él. Si lo contrataron quienes nosotros sospechamos, va a intentar acabar con la vida del asesino. Necesito que lo mantengáis protegido hasta que yo pueda reunirme con él."- les dije a Dante y Smile, que me miraron muy serios.

Sus esposas estaban acompañando en este momento a Sofía en su habitación, al mismo tiempo varios escoltas en diferentes lugares de la planta y delante de la puerta de mi mujer, protegían su vida, por alguna razón habían querido acabar con ella, yo sospechaba que tenía algo que ver con Andrew Corneld, pero no tenía pruebas, además, muy probablemente, lo intentarían de nuevo.

- "Desde la CIA me han comentado que ya se han trasladado de manera oculta, los microchips a las fábricas Wilson, para comenzar su implantación, debemos garantizar el almacenamiento y así, cuando Sofía se recupere, pueda ir a anularlos. Hay que conseguir más tiempo, pero no me imagino cómo lo vamos a lograr, sin despertar sospechas."- me dijo Dante, pasándome un reporte, que había descifrado Samary, de la red oculta de la célula.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora