Capítulo XX. Prácticas de recién casados: sobrevivir a una noche parte 2.

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Sofía (alias Isabel).

Durante todo este proceso, la ira que había acumulado había disminuido, lo suficiente, como para poder hablar con cierto policía gillipollas, sin querer asesinarlo tras la primera silaba que pronunciara.

- "Nada de saltar como una tigresa, nada más abrir la puerta, lo escuchas calmada, y le dices lo que le tienes que decir, dejándolo claro todo, después instalas el muro de Berlín con todo lo que encuentres, y a dormir, que estas agotada. Oíste bien, a dormir, nada de montarla, ni agresiones físicas, Sofía Martínez, que nos conocemos."- me dije a mi misma en alto, y tuve que repetírmelo varias veces, antes de abrir la puerta para salir del vestidor.

Cuando salí, nada salió como yo había previsto, al parecer había tardado más de lo que pensaba, ya que ahora, en uno de los dos lados de la enorme cama, estaba acostado y dormido, Vermont, que por lo que pude observar muy nítidamente, y casi sin parpadear, sin al menos la parte superior del pijama.

Mientras parte de mi furia desaparecía ante la visión, algo en mi interior deseó que hubiera olvidado, también, la parte de abajo, ósea que él atractivo He-man estuviera al menos como aparece en la serie animada, pero mi conciencia intervino para reprenderme por mis pensamientos, y golpearme, con severidad.

- "Deja de pensar eso, Sofía, joder."- murmuré sin poder evitar apartar mis ojos de ese hombre.

Estaba apoyado con su cabeza en los grandes almohadones de la cama, semi sentado, con un brazo apoyado detrás de su cabeza, y él otro sobre su musculado pecho. Al parecer había cedido al cansancio, esperando por mí.

La frustración de no poder discutir, y soltar todo lo que llevaba reteniendo, y el despertar de unas sensaciones que yo no deseaba sentir, y menos por el hombre más desesperante, controlador, idiota, y enloquecedor que he conocido en mi vida, hizo que no pudiera evitar decir lo que pensaba, claro está en voz alta, mi gran defecto.

- "¿A que lo hizo adrede? Nadie debería verse así de bien, mientras duerme, es injusto para el resto de los mortales ¿Por qué tiene que verse tan jodidamente sexy? ¿Y ahora que hago yo mis ganas de matarlo?"- dije, mientras recorría la habitación buscado cojines y todo aquello que me sirviera para poner una frontera infranqueable entre nosotros.

La coloqué como pude, evitando mirar, y despertar al policía. Finalmente, me acosté en el lado de la cama, que estaba al otro lado de la barrera, de donde Vermont estaba acostado. Me estiré en el amplio espacio, colocándome para dormir, dando la espalda a él gran muro de cojines que había creado, fue así como pude relajarme al fin, para descansar. Algo que debo aprender de He-man, que me quedó muy claro esta noche, fue que nunca, pero nunca, puedo bajar la guardia, cuando él está cerca.

Justamente, cuando cerraba el cansancio, sentí un movimiento brusco a mi espalda, en la cama, y toda la barrera que había creado, tan pacientemente, salto por los aires, mientras yo me atraía, desde atrás, por unos brazos fuertes, que me atrajo un cuerpo duro, pegando mi espalda a su pecho musculoso, y descubierto, mientras mi cintura, y mis hombros por mi cuello, aprisionados entre sus brazos. Todo fue tan rápido que sólo pude soltar un agudo grito de sorpresa, que me despertó totalmente.

- "¿Pero qué demonios...?"- me quejé, intentado soltarme de ese abrazo.

- "¡Quédate, quietecita, Jessica Rabbit!, que no estoy para uno de tus enfrentamientos, estoy agotado, y deseo dormir. Ya mañana si quieres te presento batalla, pero esta noche, tengo que asegurarme, que no me matas mientras duermo, por muy sexy que te parezca mi cuerpo."- me dijo He-man, al oído desde atrás, haciéndome que se me erizara la piel.

Lo había escuchado todo, me había oído como lo llamaba sexy. Yo y esa maldita manía que tengo de hablar en alto. Intenté de nuevo soltarme, pero era totalmente imposible, ese hombre estaría cansado, pero su fuerza no había disminuido, ni tan siquiera un poco. Así que no me quedó de otra que esperar a que se durmiera para soltarme. Eso no me evito, que le advirtiera seriamente, por si tenía alguna idea estúpida, que se le pasara por esa cabeza.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora