Capítulo XXII. Errores vergonzosos.

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Sofía (alias Isabel).

Poco a poco me fui despertando, me sentía cómoda, con el grado de calor y comodidad adecuados para que no tuvieras ganas de levantarte, sabía que tenía que abrir los ojos y desperezarme, pero estaba tan gusto, sentía tanto placer, estaba tan excitada, ese calor y ese olor a mi alrededor, esas manos que me acariciaban, ese cuerpo que se acomodaba contra mí...

- "Espera ¿qué me acariciaba y se acomodaba? ¿Qué demonios?"- pensé diciendo la última frase en alto, mientras de golpe abría los ojos.

Sentía detrás en mí, a la altura de mis glúteos, como alguien se restregaba contra mí, y no eran precisamente las manos lo que con afán se pegaba a mi cuerpo, era algo duro que crecía con cada frotación que hacía, mientras al menos una de sus manos le estaba dando un buen repaso a uno de mis senos, que ya estaba endureciéndose, mientras la otra me sujetaba por mis caderas, para que me pegara más contra su, ya más que despierto, cuerpo. A las pruebas me remitía, eso que sentía detrás de mí, estaba muy vivo. Y lo peor era que, todo esto que el He-man pervertido le hacía a mi cuerpo, era lo que provocaba esa sensación de placer con la que me había despertado.

Fue justamente eso, el sentir que mi cuerpo apreciaba esas atenciones fue lo que despertó primero mi vergüenza, y después, tras estar colorada como una maldita manzana, mi ira, que se lanzó primero contra el traidor de mi cuerpo, y luego contra el culpable que lo estaba provocando.

En todo ese proceso, el estúpido He-man, no había dejado de acariciarse, y cuando, enfadada, le alejé sus manos de mi cuerpo, para que dejara de tocarme de forme tan pervertida, fue cuando me di cuenta de algo aún más vergonzoso, en todo esos momentos que me había llevado a ese estado, de indignación, el muy maldito del policía, mientras me había magreado, estaba totalmente dormido, es más, aun lo estaba, me lo confirmó su respiración pausada, y la facilidad con la que me deshice de sus pervertidas manos, aunque aún no había desistido de los malditos restregones en la curva de mi trasero, y aún seguían de forma cada vez más afanosa. Ese hombre muerto, el maldito He-man, era un pervertido hasta durmiendo.

- "¡Maldito gillipollas, suéltame pervertido!"- le dije echado mi cadera hacia delante a una distancia más que adecuada, para que, con una fuerza, y brusquedad, adecuada, retrocediendo hacia atrás, golpeara en esa zona que tan interesada estaba en recorrer la parte trasera y baja de mi cuerpo, y todo de un solo movimiento de caderas.

El golpe fue certero, y la reacción esperada, el adolorido He-man, se despertó doblado en dos también, gritando de dolor.

- "Pero... ¡ahhh! ¡estas... loca! ... dios que dolor..."- le oí decirme, mientras yo de un salto me levanté poniendo tierra de por medio, mientras el policía se retorcida en la cama sujetándose la parte adolorida. –"¡psicópata!... ¿se puede saber lo que ...? ¡ahhh! ¿... te pasa a ti?... ¡loca!"- gruñía mientras yo enfadada, le decía.

-"Échale la culpa a tu cuerpo, que se activa sólo, ahora mismo puedes sacar perfectamente de mis pechos, tu huellas dactilares completas con todos sus surcos, vamos que tengo la prueba del delito pegada a mi piel, y no te cuento lo bien que se lo ha pasado tu amiguito mientras dormías, el muy salido ha hecho un croquis perfecto de mis trasero, podría dibujarlo sin mirar, joder si se lo conoce mejor que yo, por eso te ha dolido tanto, con ese nivel de concentración y pasión que tenía hermano pequeño, cualquier golpe, duele lo que duele. Definitivamente eres un maldito salido, Vermont Wilson."- rugí enfada, mientras mi cuerpo se quejaba de que deseaba sentir de nuevo esas caricias, eso me hizo enfurecer más.

-" Cállate maldito traidor, hoy te toca ducha fría, congelada si es posible. ¡Mierda! "- le murmuré a mi cuerpo, mientras un descolocado, y aún adolorido policía, me miraba sorprendido, me miraba como intentado comprender que era lo que le acaba de decir.

Fue en ese momento cuando descubrí que el idiota no tiene instinto de conservación, pero ninguno, sino no entiendo por qué un aún con lo adolorido que estaba Vermont, se le ocurre decirme, lo que me dijo:

- "¿Ósea que no era un sueño húmedo?, ¿De verdad ese calor tan agradable, la dureza tan excitante que sentí con mi amigo, y ese tacto tan sueve, mullido eran tus...? "- no lo pude evitar, un grito de valkiria apunto entrar a matar, que debió oírse en toda la casa, salió de mi boca.

- "¡Ahhh! ¡Te mato, gilipollas!"- dije

Sin pensarlo, me lacé sobre el pervertido policía que aún estaba acostado sobre la cama. Esto me demostró que, Vermont Milton era un policía muy competente, ese hombre sabía defenderse, y muy bien, así como repeler un ataque, y con una velocidad pasmosa. En segundos me vi sometida bajo un cuerpo, con una precisión y efectividad, que dejaba muy, pero muy, por los suelos, mis años de entrenamiento de Krang magan.

Mis manos estaban sujetas en alto por una de las manos de él, y sus caderas controlaban las mías, mientras sus piernas inmovilizaban la parte baja de mi cuerpo. Entre su fuerza, su peso, y esa maldita sonrisa de diversión que había su cara, pese a mi ira homicida, pronto cedí a no moverme, dejando que mi furia se manifestara en mi mirada.

- "¡Suéltame pervertido!"- gruñí mientras intentaba no sentir de nuevo ese placer de tener su cuerpo pegado al mío.

- "¿Y qué desates a la Xena que tienes dentro?, ¿ni loco?, además tienes la maldita manía de ir siempre a los puntos débiles, y como comprenderás, de una u otra forma, mi madre aún espera tener nietos, lo hago por el futuro y herencia de los Vermont... ya lo has golpeado hoy una vez, dos no creo que lo resista, creo que lo comprendes ¿no?."- me dijo con sorna el idiota policía.

- "Si salen como tú, no se está perdiendo nada para las futuras generaciones de los Wilson, la verdad, creo que hasta les hago un favor. ¡Suéltame, Vermont! ya me estoy enfadando, y mucho."- le dije rugiendo, las últimas dos frases.

- "Bueno siempre puedes ofrecerte voluntaria, para mejorar la raza de los Wilson seguro que, con tus genes de arpía, no sé los varones, pero las hembras serán, seguro, muy, pero que muy peligrosas."- me dijo acercando sus labios a los míos, pero con cierta distancia, eso fue un error por su parte.

Al sentir su aliento tan cerca, mi cuerpo, que se había mantenido a raya hasta ahora, de repente desertó de mis filas, y se unió al enemigo, y todo por tenerlo cerca, lo sentí porque mi respiración se volvió, más pesada y jadeante. La excitación, como un caballo desbocado, recorrió mi cuerpo. Mis senos, que ya conocían el tacto de esas manos, comenzaron a reclamar atención, hasta el punto de que los sentía más pesados, y que me cosquilleaban. Tuve que apretar mis piernas en para hacer presión en mi entrepierna, al notar como la humedad y la presión crecía. Y sólo lo tenía sobre mí, mirándome, con esa sonrisa burlona que me descolocaba.

Algo debió de ver él en mi cara, en mis gestos, algo debió de suceder, porque su sonrisa se borró, y su mirada se agudizó, volviéndose más intensa, más peligrosa, no se me pasó desapercibido como de la tensión le hizo tragar saliva, y el movimiento en su cuello, al tragar, atrajo la atención de mi mirada como un imán, se me bloqueó el pensamiento, y ya no podía hablar, no me salían las palabras, en un momento le oí decir.

- "¡Esto es un error!"- dijo mirando me a los ojos con intensidad, para posteriormente arrasar mi boca con un beso que me hizo gemir nada más sentir como sus labios tocaban los míos.

Fue deseo puro, furia descontrolada, en un momento estábamos discutiendo e intentado matarnos, y al segundo, comenzamos a besarnos y acariciarnos sin control. Sus manos recorrían mi cuerpo, acariciando esos sitios que ya tenían grabado en su memoria su tacto, mientras yo me abrazaba a su cuello, recorriendo su espalda con mis manos, mientras clavaba mis uñas en él. Nuestros labios no podían separarse, bajo ningún concepto soltaría a este hombre, nada podrían lograr que nos detuviéramos, nada ...

Nada, excepto, Margie Wilson, que en ese momento abrió la puerta de golpe, y encontró a su único hijo besando sobre la cama a su presunta mujer, mientras intentaba arrancarse la poca ropa que tenían encima.

- "Vermy, ya ... ¡Oh por dios! Disculpen... yo ..."- dijo Margie disculpándose avergonzada tras abrir la puerta.

Yo no escuché más, literalmente empujé a Vermont lo más lejos de mí que pude, haciendo que se cayera de la cama, mientras con la cara hasta el suelo, me levanté de la cama como pude, y corrí, sin decir nada, hasta mi vestidor, cerrando la puerta tras de mí, una vez estuve dentro. Ni tan siquiera miré atrás, que el policía se encargara, ¿no era su madre?, pues venga apechugar, bastante tenía yo con buscar un agujero donde meterme durante los próximos quince o veinte años, uno muy profundo y aislado.  

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora