Capítulo XXXV. Terapias de choque parte 2.

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Sofía (alias Isabel).

Lo miré como si estuviera loco, pero cuando me deposito en suelo frente a mi enorme ducha de cristal, apenas pude reaccionar, cuando me vi pegara contra su cuerpo, de repente, mojándole su ropa con la mía, mientras el enorme albornos cedía, cayendo al suelo.

-"¿Qué...?"- fui a quejarme pero mis labios fueron silenciados por los suyos, mientras era empujada e introducida en la enorme ducha, caminando hacia atrás, mientras el pegaba su cuerpo la mío.

Sólo me detuve cuando sentí a mi espalda el frio de a unas de su paredes laterales de la acristaladas ducha. No podía resistirme, desde que sentí sus labios, su sabor, su aliento, las ganas de abrazarme a él, de sentirlo, me golpearon de las misma manera que me había golpeado la ira momentos anteriores.

Había oído el dicho de que el deseo y la ira se retroalimentaban, pero jamás lo había experimentado, hasta ahora, cuando me vi, dentro de aquella enorme estructura de metal y cristal, mientras nuestras manos ayudaban a desnudarnos, el uno, al otro.

En un momento, una cascada de agua caliente cayó sobre nosotros, mientras yo necesitaba sentir el calor de su cuerpo, pegado al mío, necesitaba que su boca me recorriera, necesitaba acariciarlo, y sentir su fuerza, su dureza, y la suavidad de su piel.

Sus manos recorrieron mis curvas, desde las caderas ascendiendo hasta mis pechos, rodeándolos, sin tocar sus cúspide, estos se volvieron más pesados, hasta casi dolorosos, en esas zonas, donde deseaban ser acariciados.

Sus labios recorrían mi cuello, arrancándome gemidos de placer, haciéndome temblar, mientras mi piel se erizaba por completo. Yo necesitaba estar aún más pegada a él, cada parte de mi cuerpo, me lo pedía, me lo rogaba, así que agarrándome de su cuello, intente saltar para anclarme, en sus caderas.

Vermont debió de sentir mis movimiento, porque enseguida me alzo por mis glúteos, pegando mi espalda contra el frio cristal, haciéndome gemir fuertemente, de la sorpresa. Ajustándome a sus caderas, pronto sentí la fuerza de sus erección, en mi entrepierna, mientras él se afanaba en besar y lamer, la amplitud de mis pechos.

Un grito ahogado que, ni reconocí como mío, salió de mi garganta. Era una sensación maravillosa, que hacía que mi espalda se arquera, para pegarme más sus labios, mientras intentaba apagar el fuego que se encendía rápidamente en mi entrepierna, moviendo mis cadera para sentir sus dureza. Me sentía mojada, y no precisamente por los litros y litros de agua, que caían sobre nosotros.

-"¡Ahora!"- gruñí de frustración, mientras alzaba la barbilla de He-man, para mirarlo a los ojos, que estaban igual de empañados de pasión que los míos, con mis palabras y mis gestos le exigía que terminara ya, con la maldita tortura.

-"¿Ahora? ¿No quieres mejor que te lleve a la cama?"- me dijo con la voz enronquecida, que ni la identificaba como suya, era los más sexy que había oído nunca, por un segundo me imagine despertarme, con esa voz hablándome al oído.

- "No creo que pueda llegar, ni tu tampoco."- le dije recorriendo con mis labios su cuello, mientras volvía amover mis caderas contra esa dureza, él se tensó ante mi contacto.

- "¿Tomas anticonceptivos?"- esta última palabra se escuchó como un gruñido, cuando en mi exploración, llegué a un punto de su cuello, que era muy sensible, y lo sentí temblar.

- "No, ¿Por qué los iba a tomar, no tengo pareja, ni amante?, bueno hasta ahora"- le dije inconvenientemente con sinceridad, mientras mis manos recorrían su pecho musculado, que deseaba morder, besar y arañar.

- "Creo que debemos ir a la habitación, allí tengo preservativos, y ..."- no lo dejé termina mis caderas rotaron de forma tentadora su cintura. Y me pegué a él besándolo con toda la pasión que mi cuerpo sentía, mientras mis pechos se pegaban al suyos.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora