Capítulo XXXI. Peligros y descubrimientos.

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Narrador.

Mientras los señores Wilson, mantenía este encuentro en el despacho de Vermont, a la empresa había llegado, con intención de tantear al nuevo heredero y sucesor, del grupo Wilson, el CEO de Corneld.

Andrew Corneld no se había tomado muy bien, que desde el grupo Wilson, hubieran cambiado a el responsable con el que él había llevado las negociaciones al principio. Todo para incluir a los nuevos microchips de su empresa, a la nueva familia de misiles nucleares y no nucleares que el Pentágono había adquirido, por el contrato que tenía con las empresas de Wilson Weapons Technology, para los próximos diez años, incluyendo sus mejoras.

El CEO siempre había negociado, con el ambicioso David Helman, el vicepresidente del grupo Wilson, pero tras la llegada del hijo prodigo, toda esa negoción había pasado a el futuro CEO del grupo Wilson, Vermont Wilson.

Si no hubiera sido porque, primero las negociaciones iban muy avanzadas, y que, tras la investigación de su asistente, Cotton Macferson, se observaba que él no había nada extraño en la historia de Vermont, ahora mismo hubiera cambiado de proveedor del Pentágono, para continuar con su plan, aunque este se hubiera retrasado mucho más tiempo.

Mientras esperaba, en la sala de visitas de la planta de presidencia, Cotton, el asistente de Andrew, captó una conversación entre varias de las secretarias que estaban cerca, mientras su jefe continúa concentrado y analizado, en su móvil, la última ordenes, que, por la red segura, se le habían enviado, desde la célula central.

- "Es super romántico, aún no me creo que el guapo heredero, haya hecho esto por su esposa, que envidia me da, esa mujer."- decía una de las secretarias que estaban en una de las mesas cerca de la sala de visita.

- "Si desde luego, y eso que la señora Wilson es una más del monto, viste como iba vertida, con un vaquero cualquiera, y una camisa. No sé lo que ha visto ese guaperas en ella."- decía la otra las secretarias, con cierto resentimiento.

- "¿Pero de que hablas?, como se nota que no conoces de marcas, esos vaqueros desgastados, guapa, vale medio sueldo tuyo, y la camisa igual que tu alquiler o más. Si encima unimos su calzado, la señora Wilson llevaba puesto esta mañana, cuando se presentó en la empresa para ver a su marido, más de lo que ganamos nosotras en un mes."- dijo otra de las secretarias, mirando en su ordenador las fotos, las marcas y los precios de lo que según ella había llevado la señora Wilson.

- "Pues a mí me da igual como va vestida, con sólo verla golpear a la idiota presumida, y déspota de Helen Goodman, me he dado por satisfecha, casi me parto de risa por la cara que se le quedo cuando el heredero, le dijo que pagaría haber tocado a su mujer. Y esa estúpida vendiéndonos, todos estos años que, era la prometida, ¡Jajá es que me parto!"- dijo otras haciendo que casi todas las secretarias rompieran en risas.

- "¿Qué crees estarán haciendo esos dos encerrados en el despacho del heredero?"- preguntó otra con una sonrisilla picara en la cara.

- "Tu qué crees, si un hombre me defiende y me reclama como suya, como él lo hizo, para que después, levantándome del suelo me lleve en brazos a su despacho para estar los dos solos, pues claramente, antes que me deje el suelo, me los estoy comiendo a besos, y desnudándolo..."- otra secretaria indignada, corto la conversación de la primera.

- "No todas somos tan zorras como tú, Mildred."- le dijo escandalizada.

- "Déjenlo ya, y dediquemos no a nuestro trabajo, ya que a diferencia de la señora Wilson, ninguna tenemos un hombre rico que nos mantenga."- dijo otra, haciendo que Cotton Macferson, se alarmara por lo que acaba de escuchar.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora