Capítulo XIX. "Creando una nueva identidad".

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Vermont.

-"Es por eso que te voy a pedir una excedencia, por un largo tiempo"- le dije a la única persona que sabía que no estaba metido en todo esto, mi jefe y mentor Charly Carson.

- "Eso no es una excedencia seguirás trabajando, pero la tramitaré como tal, ya luego se te pagara con retroactividad, cuando se descubra todo. Pero ¿Y no crees que esto deben saberlo nuestros superiores? Es algo muy peligroso, de suma gravedad"- preguntó mi jefe.

- "Eso fue lo primero que pensé, cuando me relataron la historia, hasta que vi la pruebas que la científica asesinada, Vicki Milton, había recopilado, por lo visto tienen gente infiltradas en todos los estamentos, y desde luego que los hay en la policía de Cleveland, en el gobierno, en el ejército, llevan años y años preparando este ataque, y algunos más creando esos microchips, desde mucho antes del ataque de las torres gemelas. Lo tenían todo calculado al milímetro, lo que no esperaban era que una científica, los descubriera, y se dedicara, durante dos años, a recopilar toda esta información que pudiera, mientras creaba un arma para contrarrestar la suya."- le dije sentándome en el sillón de su despacho, con una taza de ese horrible café que mi jefe bebía, en la mano.

- "Pero ¡algo debemos hacer!, no podemos dejar que tú y tus amigos, incluso tu esposa, se..."- lo tuve que interrumpir en este punto.

- "¡No es mi esposa!, no digas eso."- le dije serio mirándole a la cara, mientras cierta sensación de besar y alimentarme del manjar más delicioso y aditivo, que había probado nunca, volvió de nuevo a mis recuerdos. Llevaba dos días sin poder quitarme su calor, su tacto, su olor y su sabor, de mi mente, desde que nos besamos el día de la boda, y eso a cierta parte de mi cuerpo, ya mi libido le estaba sentando como una autentica tortura. De hecho, agradecía que estos días ambos estábamos tan ocupados, que apenas nos veíamos, hasta dormíamos, en casas distintas, pero eso pronto se iba acabar, y la pesadilla empezaría de nuevo.

- "Te has casado con ella de verdad y ante la ley, lleva tu apellido, tenéis un certificado de matrimonio, ¿no?... pues lo lamento por ti, y me da igual tus razones, esa mujer es tu esposa, vete acostumbrándote a que te lo digan, y a decirlo tú, porque legalmente para el estado de Nueva York, y para la mayoría de los Estados de Unidos, incluido el mundo entero, esa mujer es tu esposa. Y no sólo eso, esa mujer es lo único que nos puede salvar a todos, así que tienes, doble trabajo, primero cuidarla y protegerla para que nada le pase, así podéis desactivar la amenaza, y segundo, cuidarla como tu mujer, porque te guste o no te has casado con ella."- me dijo muy serio, más como una orden que como un consejo.

Charly es muy católico, viene de una generación policías de origen irlandés, y se toma muy en serio su religión, y con ello, el matrimonio. Lo miré sabiendo que nada de los que dijera, serviría para, en su opinión, se pusiera de mi lado, así que decidí cambiar de tema, para centrarnos en lo importante.

- "No sé cómo lo haremos, pero te necesitaré en ocasiones, tenemos que saber con quién podemos contar, y con quien no, cuando todo esto salga a la luz, además, de que la empresa de mi padre va a ser utilizada, por los contratos que tiene con el Pentágono desde hace años."- le dije

- "Si, yo me encargo de la policía de Cleveland, y la parte de los jueces, y fiscales, no te preocupes. ¡Ojalá pudiéramos confiar en más personas para esto!"- me dijo.

- "En estas cosas, cuanto menos lo sepamos mejor, ya sabemos cómo trabajan estas células, si ven que van a ser descubiertas, cambian de estrategia, desaparecen y parecen en otros lugares donde vuelven a empezar desde el principio. También necesito que busques a alguien entre la CIA, y el FBI, algún contacto que te de seguridad, y que acepte este plan. Los de esos departamentos de seguridad, no suelen gustarle trabajar con otros departamentos."- le dije.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora