Capítulo LIV. Una furia desmedida.

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Sofía (alias Isabel).

Casi no tuve tiempo de reaccionar, simplemente todo ocurrió como una película, recordaba estar junto a la limosina, mientras discutía conmigo misma, las estupideces de algunos hombres, cuando se sienten retados en su orgullo masculino. Tengo esa mala costumbre como ya sabéis, la de decir en voz alta todos mis pensamientos.

Así que prácticamente cuando me di cuenta, ya el coche venía hacia mí, no me fijé quién lo conducía, solo me di cuenta la velocidad que traía, tenía claro que yo era su objetivo, no iba a frenar, así se terminaría estrellando contra la limusina, aplastándome entre los dos vehículos. Tuve tiempo de reaccionar lo suficiente para pensar, que de nuevo había cometido otro de mis malditos errores, algo muy típico en mí, ya sea por una cosa, o por otra, yo era un objetivo, para Andrew Corneld, y también era un arma, para evitar que millones de personas muriese, cuántas veces me había repitió el policía, la importancia que eso tenía. pero ya no había forma de lamentarme, tenía que hacer algo.

Cedí a mi reacción instintiva, aprovechando mis clases de krav maga, solo se me ocurrió saltar hacia un lado de la limusina, para que cuando el coche me impactara, no me diera de lleno, así podría quizás salvar la vida.

Solo sentí el golpe del lateral del coche que me golpeó en un costado de mi cadera, desplazándome a un lado lejos de la limusina. Al principio no sentía nada, pero tras unos segundos sentí el dolor que me provocó cuando mi cuerpo impactó contra el suelo, a gran velocidad, dejándome sin aliento.

Mientras, un ruido ensordecedor de metales crujiendo, y cristales rotos, se oían cerca de mí. Sentí caer sobre mí, parte de esos cristales, pero mi preocupación estaba más en mantenerme despierta ya que el golpe contra el suelo fue tan fuerte que sentía como si me fuera a desvanecer, aparte de que un dolor agudo me atravesaba por todo el cuerpo.

No me dio tiempo a quejarme cuando, volví a sentir como el coche, dio marcha atrás para colocarse en una distancia suficiente como para coger velocidad y volver a intentar a atropellarme. Pude ver, cómo se detenía, y a pesar de tener el coche severamente dañado, para posteriormente iniciar su carrera a toda velocidad hacia mí.

Sabía que esta vez no iba a poder esquivarlo, mi cuerpo no me respondía, tirada como estaba en el suelo, por mucho que intentara levantarme no lo iba a conseguir. A medida que se acercaba decidí cerrar los ojos para evitar no sentir miedo, era una estupidez, estaba totalmente aterrorizada, mis últimos pensamientos fueron para dos personas, para mi madre, la cual tendría que vivir con la sensación de la pérdida de su única hija, y finalmente para el hombre que nunca sabría lo que sentía por él, solo con la cara de Vermont me dejé llevar, por esa sensación de desvanecimiento, que me estaba amenazando.

- "Me hubiera gustado decirte lo que siento, pero no te culpes por mi pérdida, y sé feliz."- ese fue mi último pensamiento hacia el hombre que amo, antes de dejarme arrastrar por la oscuridad. Ni siquiera sentí unos brazos que me agarraban, mientras el coche estaba a poca distancia. Yo ya no estaba allí.

Vermont.

No podía creerlo cuando al fin decidí seguir a Jessica Rabbit, la verdad es que la mexicana había torturado mi cuerpo bastante, y comparado con los golpes que había recibido, ahora mientras mi cuerpo se enfriaba, y sufría la secuela de la cura despiadada que había recibido por parte de mi esposa, a modo de castigo, tenía la sensación de que había pasado por una apisonadora, y este es el resultado de lo que había quedado.

Durante mi época en la academia de policía, cuando nos llevábamos más de un golpe en nuestros entrenamientos, de diversa gravedad, siempre nuestros monitores nos decían un lema, "No te metas en ningún enfrentamiento, si no estás dispuesto a soportar, ni la cura, ni la celebración de después". Justamente eso había pasado, pero seguía sin arrepentirme.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora