Capítulo XXXIV. Terapias de choque parte 1.

521 67 2
                                    

Sofía (alias Isabel).

Sabía que estaba en brazos de Vermont, sólo por la sensación de seguridad que sentía y que recorría mi cuerpo, pero aun así, lo sentía como irreal, así como todo lo que me rodeaba, aunque mi cuerpo estaba en esa limusina, entre sus brazos y su calor. Además de que sus palabras y sus caricias, calmaban el acelerado latir de mi corazón, aun así, mi mente acusaba el dolor de saber que había estado frente al asesino de mi mejor amiga, y no había hecho nada, sólo permanecer de pie ante él, mientras el odio, la rabia y el dolor me golpeaban como grandes olas a una roca, en cualquiera acantilado, oscuro y siniestro.

Seguía oyendo la voz de Vermont intentado que reaccionara, y sabía que debía decirle algo pero mi mente no coordinaba con mi boca y los que me salió fue una repetición de las palabras que golpeaban en mi cabeza, haciéndome sentir humillada y herida.

- "Fue él, fue él"- murmuré en un hijo de voz.

- "¿Qué te ha ocurrido, preciosa?"- me dijo

Hasta ahora el policía no me había preguntado directamente que me pasaba, simplemente me había dado tiempo para que yo reaccionara, debía de ser una de estas técnicas policiales que les enseñaban para interrogar, y él la tenía muy bien aprendida.

- "¿A cuántas víctimas, medio traumatizadas como yo, habría interrogado durante todos estos años?, ¿A cuántas habrá ayudado a sacar la verdad, tras enfrentarse al trauma después de haber pasado por el peor momento de su vida?, innumerables seguro."- pensé por primera vez de forma clara

Fueron estos pensamientos, que me activaron, para de mi parte racional, sólo una parte, porque el dolor seguía ahí, y el maldito frio de la humillación de saberme que había fallado a mi mejor amiga, teniendo delante de mí a su asesino, y que no había hecho nada, era una sensación que no se iba, no deseaba irse.

- "Él mató a Viki, con sus propias manos, Cotton Macferson es el asesino de Viki."-la seguridad con la que afirmé esto, me sorprendió hasta mí.

Soy una mujer atrevida, es verdad que como dice Vermont suelo meter la pata muchas veces por que siempre actuó antes de pensar, fuera de mi trabajo, para el que me preparado mentalmente para ser elocuente, no llegar a suposiciones que puedan crear malentendidos, y no precipitarme en mis conclusiones, pero no es así, en mi vida privada, donde soy un puto desastre, y termino metiéndome en problemas, que yo misma, me creo.

Es por esto que no haber reaccionado, había creado esas emociones negativas que ahora no querían abandonarme, porque cuando más los pensaba, más me daban ganas de golpearme, debía hacer algo, golpearlo, hacerlo que confesara, lo que fuera, menos quedarme con esta sensación de no haber hecho nada, de estar delante del hombre que como averiguo Samary , por él informé policial que hackeo del departamento de policía de Cleveland, torturó durante horas a Viki, para después acuchillarla, varias veces.

Algo debía notar Vermont en mí, porque el resto del viaje únicamente me mantuvo abrazada, acariciándome la cara y el pelo, mientras yo en mi cabeza, rememoraba como un maldito disco todo lo que había vivido en ese ascensor, sabía que me estaba alejando de Vermont, que permanencia como una maldita muñeca rota sin reaccionar, pero la rabia, el odio, la decepción, y la amargura que siento por mí misma en este momento, no me ayudaba a salir del maldito bucle en el que estoy metida.

Cuando llegamos a la casa Vermont me sacó del coche también en brazos, mientras los escoltas nos iban abriendo caminos, ni siquiera dejo que su madre se acercara a mí, mientras yo permanencia con la mirada perdida, totalmente pálida, detecté como Margie corría hacia nosotros, preocupada, por verme llegar en los brazos de sus hijos a esas horas, pero los escoltas, por órdenes de mi marido, no le dejaron llegar hasta mí, mientras él continuaba su camino hasta nuestra habitación.

- "Ahora no mamá. Luego, te lo ruego, no interrumpas, déjame a mí, luego hablamos."- oí como le decía a su madre, yo no deseaba hablar con nadie, sólo quería golpearme, o golpear algo, preferiblemente a ese maldito de Cotton Macferson.

En mente comencé a imaginar cómo podría haberme acercado a él, como lo podía enfrentarlo, lo comenzaría a golpear, a gritarle, mientras lo veía sangrar, mi mente se había imbuido en el castigo, que, según mi corazón, y mi estado lógico de venganza, ese hombre se merecías.

Ni me daba cuenta de que ya estaba en nuestra habitación, ni que Vermont se había dirigido directamente a su vestidor, para después acceder a su baño, nunca había entrado en esa parte de nuestra habitación, sentía que ese era el territorio de He-man, y yo, simplemente, era una invasora, que no tenía permiso para entrar.

El baño de He-man, a diferencia del mío, daba a una puerta exterior de una de las partes de la terraza que estaba cubierta a los curiosos, con grandes paneles de madera, donde había muchas plantas y como tema central, un enorme yacusi que burbujeaba en el exterior. Pero esta apreciación la tuve después, mucho después, después de que fuera arrojada con ropa, dentro de esa pequeña piscina burbujeante.

La sorpresa me hizo reaccionara, gritando, y girándome fuerza e ir hacia un He-man que me miraba con los brazos cruzados, al pie del yacusi.

- "¡Maldito gillipollas!, ¿estás loco? ¡Puto psicópata de mierda!, te voy a matar, estúpido..."- la ira que había sentido hacia mí misma, y hacia ese maldito asesino, salió de forma de reflejo hacia el hombre que me había arrojado al agua, sin tan siquiera advertirme.

Estuve unos segundos desquiciada diciendo barbaridades a cual más ofensiva, que hubiera hecho sonrojara a un presidiario, no sólo en inglés, también en otros idiomas, pero el peor fue mi idioma natal, el español, fue en este donde pude sacar toda la ira que tenía dentro de mi cuerpo, mientras mojada, con la ropa pegada a mi cuerpo, dentro del yacusi que, por mi altura, me llegaba hasta casi el pecho, mientras saltaba como una posesa, gesticulando, y señalando al responsable que me había llevado a ese estado. A los padres y los antepasados de He-man, debían de pitarte los oídos, por los miles de maldiciones que le dije.

Él, en cambio, permanencia tranquila observándome en la misma posición, con los brazos cruzados, en una postura que para mí era más que chulesca, de vez en cuando sonreía de forma descarada, haciendo que mi rabia subiera de nivel, mis saltitos de indignación, y mis gesticulaciones con los brazos, como si quisiera volar, junto a mi amplio vocabulario en insultos, volvían acrecentarse.

En un momento el frio de estar sumergida a la intemperie, como diez minutos en un yacusi que estaba a temperatura ambiente, en Cleveland en otoño, y al no tener más insulto que decir, me hicieron que me calmase y me quedara en silencio, temblando, aterida de frio. Miraba con ira a quien me había arrojado sin contemplaciones, y objetivo desconocido, a esa pequeña piscina.

- "¿Ya estas más calmada, Jessica Rabbit?, por fin, con todos los idiomas que sabes, podíamos haber estado aquí por lo menos media hora más."- me dijo sonriendo.

Yo me acerqué, mirándolo con furia, al borde del yacusi, para después salir por su escalera de acceso, completamente mojada y temblando, dejando que mis gotas corrieran por mi cuerpo, hasta el suelo de laminado de madera que, rodeaba el yacusi. Cogí unos de los enormes albornoces blancos de algodón que había sobre el mueble lateral de madera que había junto a la pequeña piscina. Miré indignada, poniéndome el albornoz sobre mi ropa mojada, para furiosa, decirle.

-"¡Gilipollas!"- y alzando la barbilla intenté avanzar hacia el interior de nuestra habitación, pero de nuevo me vi alzada, en sus brazos.

-"Eso ya me lo has dicho, preciosa, te repites"- me dijo avanzando conmigo hacía el interior.

-"¿Dónde me llevas estúpido?, No estoy para tus juegos. ¿sabes?"- le dije removiéndome en sus brazos intentando que me soltara.

-"Muy fácil, señora Vermont, a pasar a la segunda fase de la terapia, no hay nada mejor que para ayudar a una mente lastimada, que someterla a sobreestimulación, la primera fue hacerte sacar la ira, la rabia, y ahora, vamos a estimularla con otras emociones, muchos más positivas."- me dijo con una sonrisa enigmática, mientras se dirigía hacía mi vestidor, y de allí a mi baño. 

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora