Capítulo XXX. Mentiras y verdades.

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Sofía (alias Isabel).

- "Bueno al menos sé que ya me hablas, aunque sea sólo para insultarme, si te soy sincero me tienta más que lo hagas para hablar de otras cosas más interesantes, pero como no se puede..."- me dijo, haciendo que la indignación, y la vergüenza que lleva un rato sintiendo, se multiplicara por dos mil.

Una milésima de segundos antes de saltar, tuve la intuición de que el idiota de Vermont lo había dicho a adrede, para desestabilizarme, pero no fue lo suficiente fuerte, como para detener ese tren que estaba descarrilando, sobre todo cuando mi carácter explosivo se adelantó a mi lógica, tomando el control, y esto generó que me descontrolara.

En un segundo me vi levantando la pierna en una elaborada patada de Krau Magan, para intentar golpear alguna de sus partes más blandas y dolorosas, pero al contrario de las dos veces anteriores, y siendo él, como era, un experto policía, rápidamente previó mi ataque, y en seguros me vi segura por mis caderas, mientras mi pierna, que se había elevado para golpearlo, era sujetada por su otro brazo, en segundo fui alzada, y con un giro de ciento ochenta grados, me sentó con algo de brusquedad, en su mesa de despacho.

Ni me preguntéis, como acabó, el señor Vermont Wilson, entre mis piernas, donde estaba lo suficientemente pegado a mí, como para sentir la parte baja de su cuerpo en mi parte más íntima. Tampoco me preguntéis como quedé inmovilizada frente a él, mientras tenía su cara lo suficientemente cerca como para que se me cortara la respiración, nada de eso, os podría responder, sin intentar primero entenderlo yo, cosa que, en ese estado, tal como mi cuerpo se sentía, en contacto con el suyo, no podía, ni deseaba responder.

-"Ese es tu problema, Jessica Rabbit, siempre eres previsible, por eso te pones en peligro."- me dijo mirándome tan cerca de mi cara, que sin quererlo comencé a salivar, para mi cuerpo, y mi instintos de mujer, el maldito policía, era él vivió ejemplo de la palabra "tentación", con todas la letras, y si a esto añadimos, que el maldito acaba de retarme, simplemente mande mi precaución a la mierda, y decidí enseñarle a ese policía que tanto golpeándolo, como cediendo a mi falta de control, yo igualmente, era peligrosa. Lo miré a los ojos, sabiendo lo que tenía que hacer.

- "Bien, vamos a ver lo previsible que soy, He-man"- le dije y rodeando con, mi según él, mis cortas piernas, sus caderas, impedí que se pudiera alejar, como supuse, de la sorpresa su cuerpo se adelantó, haciendo que su boca, que era mi objetivo final, estuviera a mi alcance.

Cuando mis labios entraron en contacto con los suyos, deje de pensar, ya me daba igual todo, ese hombre sabio genial, y mis hormonas femeninas, esas que nos hacía volvernos locas de deseo, se fueron de fiesta, de una muy pecaminosa, desde luego. Un gruñido, inició su respuesta a mis besos, y sin control, comencé a gemir de placer, mientras, mis manos, ya libres de su cautiverio, se introdujeron entre sus cabellos, mientras estos se enredaban en mis dedos, era agobiante mi necesidad de acariciarlo, y de esa forma también impedía que él dejara de besarme, moriría si lo hacía, así de controlada estaba.

Nuestras entrepiernas no dejaban de frotarse, y mis gemidos, se acoplaron de forma coherente a lo que mi cuerpo estaba sintiendo, mientras él toma el control del arrasador beso.

Nada nos podía detener, me había olvidado donde estaba, a que había venido, incluso hasta quien era yo, en realidad. Nadie me había hecho sentirme, así, nunca, y eso, si lo hubiera podido pensar con detenimiento, estaría aterrorizada por esos sentimientos, pero ahora, en ese momento, no había pensamientos coherentes, sólo nos sentíamos el uno al otro.

Deseaba que me desnudara, que entrara en mí, que hiciera gemir de placer, deseaba tantas cosas de ese hombre, que prácticamente agonicé, mientras esperaba que todo sucediera, pero, no sucedió nada, o sí, ocurrió que la realidad nos golpeó, como un camión de ocho ruedas, dejándome el cuerpo frustrado y con dolor físico.

Unos golpes en la puerta, casi me hacer gritar de frustración, sobre todo cuando el hombre que estaba obrando tal magia en mí, separó sus labios de los míos, y por un segundo, los siguieron para volver a unirse a ellos.

- "¿Sí?"- dijo He-man con una voz tan ronca, mientras sus ojos nublados por el deseo, no se apartaban de los míos, sin soltarme, mientras permanencia abrazada a mí, con sus manos en mi trasero, que hasta ahora estaba encantado por la atención recibida.

- "Señor, el señor Andrew Corneld y su asistente desean verlo."- ese fue el golpe que necesitamos, para romper, con nuestra deliciosa locura.

Vermont me alzó, y me deposito en el suelo, mientras con un gran gruñido se separaba de mí dándome la espalda. Yo sentía dolor en varias partes de mi cuerpo, mientras mi necesidad de volver a sus brazos luchaba contra la razón.

- "Sal por esa puerta le diré a German que te vaya a buscar a esa habitación, y también le diré que avise a Glen para que te lleve a casa, ya hablamos allí... de esto, esta noche."- me dijo ese hombre de espaldas a mí, sin mirarme, con una voz aún afectada.

Creo que fue la primera vez que obedecí una orden sin protestar, tenía que salir de allí a como fuera, sentía la cara ardiendo, y mi cuerpo, estaba como entumecido, las ganas de insultar al policía se me volvieron agobiantes, pero siendo yo que lo había provocado todos, creo que la que se debía llevar la paliza esta vez no era yo. Por descarda, descontrolada, pervertida... todo eso y más.

Cuando al fin salí del despacho de mi esposo legal, cerré la puerta sin mirar atrás, ni loca volvería a mirar a ese hombre, no al menos, hasta que las imágenes que tenía en mi mente, y estas sensaciones, que aún se repetían en mi cuerpo como un recuerdo, estuviera ahí torturándome.

Cuando miré a mi alrededor, tras cerrar la puerta, vi que me encontraba en una enorme sala de juntas que estaba vacía. Me senté en una de las sillas, mientras esperaba a German.

Tras sentarme, por un segundo respiré intentado controlarme, intentando racionalizar lo que me había pasado, dándome a mí misma mil excusas vánales, que ni yo me creía tras escucharlas, y todo para justificar mis acciones, mis emociones y mis sentimientos, que desde luego no pegaban con la Sofía. Que siempre había sido

- "Esto es sólo, hormonal, somos animales racionales, y como hembra, reaccionas al macho más deseable. No tiene nada que ver que, al verlo, te tiemblen las piernas, ni que tu corazón lata tan rápido y fuerte que podría oírse, ni se te ocurra pensar que ese hombre te gusta, idiota, es un buen representante del otro género, sin más, y tú como mujer activa y joven que eres, reaccionas como un imán."- me decía a mí misma en alto.

Pero como siempre, mi racionamiento era tumbado, por todos los recuerdos, e imágenes que venían a mi mente.

- "¡Ni de coña! Deja de decir gilipolladas Sofía Martínez, digo Wilson. Ese hombre te pone como una moto, porque es él, ningún hombre lo ha hecho de esa manera, nunca has deseado un hombre así, si hasta te derrites cuando te toca, por no hablar de lo que disfrutas discutiendo con él. Vermont Wilson, te hace sentirte más viva, y consciente como mujer, que cualquier otro hombre que has conocido. Y ahora averiguas la razón, pero por favor deja de mentirte a ti misma, deseas a ese hombre con locura, y con esto, sólo te quedan tomar dos soluciones, o cedes a tu deseo, o huyes en dirección contraria. Pero dejarte de jugar al gato y al ratón con ese hombre, de una maldita vez sino estas preparad para las consecuencias, que esto puede traer, y deja de mentirte a ti misma, maldita estúpida."- me dije con ganas de abofetearme.

Fue como si hubiera recibido un baño frio de realidad, al fin, parte de mi mente, se me despejó, dejándome claro, lo que tenía que hacer, así que para cuando German me vino a recoger, yo ya estaba mucho más tranquila, hasta el color rojo de mis mejillas había disminuido mucho, respiraba normalmente, aunque la sensación de haberme perdido la oportunidad de hacer algo muy grande, la había perdido.


De esta noche no pasaba, que este conflicto entre los dos e resolviera, teníamos una misión que hacer y esto ya no estaba distrayendo de nuestro objetivo, el Vermont atrapar a esos malditos asesinos, el mío era cumplir una promesa, y vengar, de alguna menta, a mi amiga.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora