Capítulo XVII. Comienza el juego (parte 2).

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Sofía (alias Isabel).

Delante de mí, estaba el hombre en esmoquin más guapo que había visto nunca, James Bond al lado de este hombre, vestido así, era un aprendiz a guaperas. Era hasta injusto que ese cuerpo musculado cubierto con esa tela de hombre civilizado, lo hiciera ver aún más peligroso, que, con la ropa de rebelde sin causa, tipo motorista, como casi siempre lo había visto vestido yo. Sobre todo, porque yo sabía lo que se ocultaba debajo de ese traje, en especial la dureza de sus músculos, ya que los había sufrido, durante las largas horas, que había estado pegada a su espalda, y agarrada a su fuerte cintura, durante nuestro loco viaje en moto, hasta Cleveland.

- "Recomponte, Sofía y deja de jadear como una perra en celo, joder."- me dije a mi misma, con ese mi maldito mal hábito, de hablar en alto.

Fue en ese momento, cuando él se dio cuenta que yo estaba ahí, y me miró, puedo decir cuando fue justo el momento en que el sargento de policía, Vermont Wilson, fue cogido con la guardia baja, ya que la expresión que puso, lo dijo todo. Mi maltratado orgullo de años, de no ver grandes reacciones de los hombres al verme, fue repuesto de golpe, ya que ver como un hombre, del atractivo del que yo tenía delante, reaccionara como lo hizo, ayudo bastante a mi orgullo femenino, que ahora estaba pletórico.

Sobre todo, cuando, mientras hablaba, al mirarme, se le cortó el habla de repente, con los ojos inmensamente abiertos, mirándome de arriba abajo, con la boca abierta. Puedo jurar, sin asegurarme del todo, que lo sentí como temblaba, hasta su móvil casi se le cae de las manos. Me hizo tanta gracia su reacción, que me costó mantener la pose de femme falta, sin soltar una carcajada, y desee que los dispositivos espías de Sammy grabara bien su reacción, para poder así controlarme, en los casos que quisiera asesinarlo, que cuando se trataba de Vermont Wilson, solía ser muy a menudo.

- "No decías que tenías prisa, ya cogí mi escoba, recoge tú las baba que se te está cayendo por la cara, cierra la boca, y vamos."- le dije con una sonrisa, caminando hacia la puerta. Ya casi llegando a ella, cuando puede oírle decir, en un gruñido, a la persona o personas con quien hablaba, por teléfono.

- "Esta me la pagáis, ¡cabrones!, ¡mierda!, No sabéis en el infierno que me habéis metido, ¡joder!, y que sepáis que nunca olvido."- no hizo falta que pensara con quien estaba hablando He-man, lo sospeché por su tono de voz, seguramente eran los esposos de mis mentoras, a los que Vermont llamaba Smile y Dante, sus dos mejores amigos.

Creí que me estaba ya siguiendo, cuando casi llegando a la escalera, cuando oí detrás de mí, un gruñido bajo, muy cerca de la puerta de la habitación.

- "¡Joder, con Jessica Rabitt de bolsillo!, deja de moverte así, me va a matar."- esto último lo dijo en un murmullo, que me costó identificar.

Justamente fue en ese momento, haciéndome la tonta, tal como Vale, me había dicho, decidí interpretar el papel de me habían dado, el de Isabel Wilson, y que mejor persona para probarlo, que, con mi marido, mi supuesto aliado.

- "¿Has dicho algo, querido?"- le dije girándome hacia él, en una de las posees más sexys, que mi mentora Vale, me había enseñado hacer, sobre todo, usando esos peligros y satánicos zapatos de tacón de diez centímetros, que me había puesto para que el maldito vestido luciera, sin pareciera que llevaba la ropa de mi hermana mayor.

Vermont llegó a mi lado, y agarrándome del brazo, con cierta fuerza, pero sin hacerme daño, y cierta tensión, me dijo, mirándome a los ojos, que estaban extrañamente oscuros, más de lo habitual.

- "Hazme un favor, Jessica Rabbit, estate quietecita, deja de hacer cosas raras, y compórtate, estamos a un minuto de entrar en escena, y nos puedo estar desconcentrado, así que pórtate como una niña buena, y no me provoques ¿quieres...?"- no puede evitar interrumpirlo, al parecer Isabel era una niña descaradamente mala, y la verdad deseaba que ella saliera a la luz, para poder disfrutar de un poco de libertad, sin sentirme culpable por ello.

- "... y si no lo hago, ¿qué sucederá?."- le dije con una maldita voz mimosa y descarada, que nunca había utilizado, mientras acariciaba con un dedo, sonriendo traviesa, la solapa del esmoquin, que cubría un musculado pecho, extremadamente tentador.

- "Pues que dejo de controlarme, y te atienes a las consecuencias, Isabel."- me dijo, mientras me agarraba de las caderas, y abrazándole contra su cuerpo, casi pegó sus labios a los míos.

Os puedo asegurar, que pese al ruido que se oía en la casa, por culpa de la llegada de los invitados, y pese a que estábamos en medio del pasillo de la primera plata, delante de la gran escalera, donde el sonido de la planta baja era más fuerte, para mí, todo quedó en silencio, lo único que oía era el sonido de mi corazón, que se me había subido a mi garganta, mientras mi respiración comenzaba a ser más jadeante.

-" ¿Entonces quedamos en que te vas a comportar bien, y representar tu papel de esposa obediente?, ¿o llamo a mi madre y le digo que nos hemos puesto en la tarea de darle un nieto, y que no tenemos tiempo para invitados?, Lógicamente, si eliges los segundo, debo advertirte que soy muy buen hijo, nunca le digo a mi madre que voy a hacer algo, si no lo voy hacerlo, ¿no sé si me comprendes lo que te digo?."- me dijo desplazando sus labios de la cercanía a los míos, hasta casi rozar mis cuello, que sentía el calor de su aliento tan cerca, que me hizo erizarme.

Lo entendí perfectamente, y mi cuerpo también, que quiso brincar en interior, de deseo, como anticipándose a lo que podía suceder.

- "Hemos venido a trabajar, señor policía, así que déjate de juegos, además yo nunca dije que sería obediente"- le dije, eludiendo lógicamente, que fui yo quien lo empezó todo, y moviéndome incomoda en sus brazos, pude soltarme, para comenzar a bajar con cierta rapidez las escaleras, intentado atribuir a mis pasos cierta dignidad.

La carcajada descarada e irónica que oí de sus labios, mientras bajó rápidamente, para colocarse a mi lado, dándome la mano a continuación, para finalmente comenzar a bajar las escaleras a mi lado, fue aún más humillantes, que si me hubiera dicho algo. Sabía que me había cogido en un renuncio, y eso, para mi orgullo, era más que una derrota. Intenté soltarme de su mano, a modo de protesta, pero él me detuvo.

- "Dejémonos de juegos por ahora, Isabel Wilson, comienza todo en este momento, y debemos apoyarnos entre nosotros, ya tendremos tiempo para nuestra guerra particular, pero ahora, señora Wilson, nuestra misión nos espera."- su voz era seria, como su mirada, así que no puede, sino que darle la razón.

Allí abajo, entre los invitados podría haber alguien que debíamos conocer, para que esto que habíamos planeado, comenzara a cobrar sentido, y no era el momento de jugar al gato y al ratón, sobre todo, porque yo era una pequeña ratoncita, y él era el dios de los gatos.  

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora