Capítulo VII. "Contrato para un matrimonio".

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Sofía.

- "¿Qué tipo de contrato?"- pregunté.

- "Uno donde los dos conozcamos los límites de este falso matrimonio."- me dijo mirándome con intensidad.

- "No será falso, nos casaremos de verdad, según esas dos controladoras, para que no pueda mentir, y no me sonroje."- le dije hablando como una tonta, intentado explicar lo obvio.

- "Si, pero, eso no quiere decir que lleguemos a acuerdo para que no haya confusiones, la primera condición que yo pondré, es que no te enamores de mí."- casi me atraganto cuando oí lo que me dijo ese imbécil.

- "¿Qué has dicho?"- dije en un murmullo, muy parecido al gruñido que hace un lobo antes de atacar mortalmente.

- "Comprendo que te será difícil, pero soy una persona que dejo siempre las cosas claras desde el principio, no me gustan la relaciones, huyo de ellas, como de la peste, así que siempre dejo claro que no quiero amor, así que, con más razón, te lo aclaro para que más adelante no te lleves decepciones."- dijo haciendo que la sangre me hirviera

- "Perfecto, intentaré controlarme, pero como me toca a mi poner una condición, la mía es que nunca me tocaras, mantén tus manos lejos de mi cuerpo, He-man de tres al cuarto, o te las corto."- le dije levantándome del sillón, ya no podía permanecer quieta y sentada delante de él por más tiempo, las ganas de arañarle la cara, como si yo fuera una fiera, me hacían cosquillear las manos.

- "Bueno eso será difícil, por una sola razón, debemos mantener la apariencia de una pareja recién casada, al menos tendré que abrazarte y besarte en ocasiones, sobre todo delante de mis padres."- me dijo. La sola idea de que él me abrazara, o me besara, me hizo temblar de nuevo.

- "Espero que seas muy buen actor, porque como una de esas manos, vaya más allá de los estrictamente recomendable, lo siguiente que verán tus padres es como queda severamente dañado su futura descendencia. No sé si me comprendes."- dije muy seria mirándolo.

- "Eso no me preocupa, cuando quiero puedo controlarme muy bien, y ser el hombre casto, más adorable de este mundo..."- no pude evitar interrumpirle.

- "Si, se vio hace unas horas, cuando dejaste tus huellas dactilares por zonas de mi cuerpo, que no tienen nada que ver con la decencia, como policía deberías saber que acosar a una mujer semidesnuda es un delito, He-man de pacotilla."- le dije acusándolo con el dedo índice, en señal de que no estaba para sus jueguecitos.

- "No haces más que llamarme He-man de pacotilla, ¿Tienes alguna fijación con ese personaje de dibujos, señorita Martínez?, porque te puedo asegurar que debajo de esta ropa, no tengo nada que envidiarle."- me dijo levantándose y acercándose tanto a mí, que mi dedo acusador tocó un pecho firme, muy firme.

Rápidamente recogí mi mano alarmada como su tacto me hubiera quemado, e inconscientemente, crucé mis brazos, colocándolos bajo mi pecho, en señal de protección y desafió. Alcé mi cara de manera retadora, para mirarle a los ojos, que estaban mucho más altos que los míos.

Eso fue una equivocación, una mala, muy mala idea, ya que, entre la respiración acelerada, provocada por la ira, los brazos bajo ambos senos, que los elevaban más de lo que esos malditos ya se levaban por si solos, el escote en forma de cuello de barco, que tenía la camisa que me había prestado Samary junto a unos vaqueros, para que nos estuviera en bañador por la casa, que todo hay que decir, me quedaban muy apretados por culpa de las malditas curvas abultadas que definían mi figura. Y, por último, y más destacado, la altura exagerada, a mi parecer, de ese hombre, al estar tan cerca de mí, de manera inevitable, el idiota de Vermont Wilson tenía una panorámica más que perfecta, del nacimiento de mis senos, que él, como buen pervertido, destaco, ya que no lo iba a dejar pasar.

- "Aunque siempre puede ofrecerse como lo está haciendo ahora, Jessica Rabitt, que yo estaré encantado de complacerla, siempre que atienda la primera norma, nada de enamorase de mí."- dijo con tono burlo, con una sonrisa traviesa de chico malo.

No puede contenerme, no pude evitarlo, tampoco lo intenté, ni quería intentarlo, sólo fui consciente de mi rección, cuando mi pierna, con una velocidad y fuerza importante, golpeo de manera efectiva en la entrepierna del gigante orgulloso. Fue ahí cuando supe que era feliz... muy feliz, mientras veían como el gigante era derribado, delante de mí. En menos de tres horas había derribado a ese hombre dos veces, la felicidad me invadió.

Una sonrisa se dibujó en mis labios, mientras salía de la sala, él me maldecía desde el suelo, pero a mí me daba igual, el trabajo estaba hecho. Ahora casarme, no me parecía tan malo, la verdad, siempre que pudiera responder, a cierto He-man de pacotilla, como se merecía, si cruzaba la línea, aunque esperaba, que después de las dos lecciones que se había llevado, no esperara a una tercera. Pero quien sabe, el hombre es el único animal, que siempre tropieza con la misma piedra.

Sólo cuando llegué a mi habitación, fue cuando recordé como ese estúpido me había llamado.

- "¡¿Jessica Rabitt?! Sera gilipollas, ojalá te siga doliendo por la mañana, y tengas que ir doblado a la celebración de la boda."- dije en alto, como si él me pudiera oír.

Sin más me fui a duchar, para después acostarme, ni siquiera deseaba cenar, si por lo que sea iba al comedor, y veía de nuevo al He-man de pacotilla, lo mismo lo arañaría como la diva, por la que él me había llamado.

- "¡Jessica Rabitt! ... ¡increíble!"- repetí desnuda dentro de la ducha, mientras abría el agua fría para apagar el color encendido de mis mejillas, debido a la ira.

Vermont.

- "A ver estúpido, ¿Qué fue lo que le dijiste para que ahora camines así?"- pregunto, Smile muerto de risa, mientras yo trataba enderezarme, sin maldecir mil veces a cierta bruja psicópata.

- "¡Cállate!, esa mujer es el demonio, maldita Jessica de bolsillo, debería llevar colgado al cuello un cartel que advierta a todos los hombres, el cartel debería poner, "Tentadora pero peligrosa". ¡Coño! ¡Como duele!."- dije moviendo las piernas para que mis joyas reales volvieran a su sitio, esa maldita mujer me la había incrustado en las amígdalas, por lo menos.

- "¿Y tú eres policía? En menos de dos horas esa mujer te ha derribado dos veces, menos mal que la señorita Vermont no es un criminal, o estas ahora estarías muerto, idiota."- me dijo serio, pero con una sonrisa burlona en los labios, el impasible Dante.

- "Eso de que no es una criminal, está por verse, no estoy tan seguro, he visto pandilleros menos agresivos que esa mujer, ¡joder!... ¡duele! ... Y en cuanto a lo de derribarme, eso sólo es mi culpa mía, con mujeres como esa, está la máxima que nos enseñan en la academia desde que llegas, que me ha hecho cometer dos errores de novato, que es no distraerme de mi objetivo."- dije recordando el volumen de ciertas curvas de esa mujer tan bien desarrolladas, que colocó delante de mí, y ante el recuerdo, cierta parte de mi cuerpo despertó, dolorosamente, haciéndome gruñir.

- "¡No es el momento, joder!, déjame que me recupere, después de dos o tres días puedes manifestarte como quieras, lo bueno es que sé, que no hubo daños irreparables."- pensé, comenzado a caminar algo más erguido.

- "¿Qué fue lo que le dijiste para que quisiera acabar con la descendencia de lo Wilson y con las esperanzas de tu madre??"- pregunto de nuevo más calmado Smile.

Les relaté todo lo que había pasado, y no había acabado de contra mi relato, cuando esos dos, se comenzaron a partir de risa, hasta el imperturbable Dante, se doblaba en dos, creo que es la primera vez que lo veo reírse así.

- "Te digo ... algo ... amigo ... ten cuidado ... porque has ... encontrado la horma ... de tu zapato...ten mucho cuidado. O ... corres peligro ... algo más ... que esta misión."- me dijo Smile sin parar de reír.

Ni le hice caso, tampoco sabía a lo que se refería, además no aguanté más sus risas descontroladas, salí del salón cojeando, debía llamar a mi bogado para que preparara un contrato que firmaríamos mañana, esa bruja y yo.

-"Sin consigo llegar a mi habitación, claro."- pensé mirando las escaleras con aprensión, mientras aun oía las risas de mis amigos, esto iba a ser un verdadero castigo. 

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora