Sofía (alias Isabel).
- "Bien pues desde hoy, practicaremos, por lo pronto esta noche dormirás en mis brazos, quizás después de varias horas en ellos, aprenderás a dejar de comportante como una gata sobre un tejado de zinc caliente. Y deja de mirarme así, tu suegra se acerca, y debemos seguir con la misión. Sonríe Jessica Rabbit, y compórtate como una niña buena."- oí que me decía el He-man pervertido, después de que yo tan sólo lo reprendiera por no advertirme antes de abrazarme para que esto no me cogiera de sorpresa.
Todo lo que había pasado hasta ahora, se me olvido, desde el esperado encuentro con los representantes de Corneld Industries, hasta que mi suegra nos llevara de un lado a otro, presentándonos a gente que ya ni me recordaba de sus nombres, mientras ella me presentaba, emocionada, para que conocieran a la responsable de que hijo prodigo hubiera regresado.
En varias ocasiones, Vermont, tuvo que intervenir, cuando su madre comenzó a contar cual había sido mi gran obra para esta familia, porque en su animada conversación, estuvo a punto de dar a conocer, en más de una ocasión, cual era "ese horrible trabajo del cual yo lo había salvado", y esta revelación, no era bueno para nadie, ni siquiera para mi suegro, que llevaba años dando la versión de que su único hijo estaba trabajando en el exterior, como un alto ejecutivo.
Todo se me olvido al escuchar la frase del idiota pervertido, que era lo más parecido a una testosterona andante. La ira, suplió a la incomodidad y a la vergüenza, así como todo sentimiento de debilidad, que en las últimas horas que llevábamos en la recepción, pudiera haberse despertado en mí, para ser sustituidas por fuego homicida y aniquilador de bocazas pervertidos, que no saben lo que acaban de provocar, con esta simple frase.
Si no hubiera sido por Margie, ahora mismos, en el gran salón de la mansión Wilson, y sin saber cómo ha pasado, el único heredero de la familia estaría tirado en el suelo, quejándose de un dolor agudo, en alguna parte blanda de su cuerpo, mientras yo, lo estaría mirando con una sonrisa de satisfacción.
Pero al parecer, mi inagotable suegra, quería seguir con el tour de interminables invitados, mientras yo, rígida, aún colgada del brazo del estúpido de Vermont, trataba de analizar lo que acaba de decirme.
- "¿Pasarme toda la noche abrazada a él? ¿Qué se ha comido, este gilipollas? Qué se espere sentado, esta noche en esa enorme cama se instalará un muro, más alto que la que se colocó el en Berlín, en 1961, con perros, alarmas y guardias armados, pobre de él, como se le ocurra saltarlo, que allí mismo lo aniquilo, ¡maldito pervertido, bueno para nada!"- pensé.
En las últimas horas de la recepción tuve que controlar mi dichosa manía de pensar en alto, me tuve que limitarlo, murmurarlo entre dientes, mientras intentaba mantener una sonrisa de amabilidad, me estaba costando horrores mantener esa pose, así que, en la universidad, tuve que recurrir a lo aprendido en política exterior y protocolo, convirtiéndome así, en la mejor de las anfitrionas.
Noté, como Vermont, se sorprendía por el cambio, más cuando, ni una sola vez, volví a ruborizarme, o mostrarme nerviosa, y menos por nada de lo que ese descarado me dijera o hiciera, y no era que no lo hubiera intentado, desde abrazos, caricias algo íntimas, frases ante los invitados, que denotaba que éramos unos amorosos recién casados, incluso bromas algo subidas de tono, de todo hizo ese estúpido para provocarme, pero yo ya estaba preparada. Ordene a mi cuerpo que permaneciera tranquilo y relajado, mientras sentía sus brazos o sus acaricias, o incluso, cuando lo oía hacer algún comentario que, cualquier otro momento, me haría ruborizarme hasta la raíz del cabello. Me había tomado esta recepción, como si estuviera trabajando en unos de miles de recepciones políticas que tuve que asistir durante mis prácticas de la universidad, con su protocolo, y sus normas, así que fue como conseguí nada me afectara, exteriormente hablando, claro está. Porque si hablamos de forma interna, la ira que estaba controlando, iba creciendo y creciendo, acumulándose con cada sonrisa descarada, cada broma impertinente, cada caricia, o cada abrazó, que el He-man pervertido me dedicaba.
Llegué a pensar que el estúpido de Vermont se había olvidado de la misión, de la razón de porque estábamos aquí, como un matrimonio, para dedicarse a jugar con fuego, con la única función de ver cuando estallaba. Cuando la recepción finalizó, al fin, estaba realmente agotada, la tensión mental que había soportado estaba minado mis fuerzas, a cada paso que daba.
- "Creo mamá que nosotros nos retiramos, él viaja a sido largo, y "tus reuniones de amigos", no han ayudado para que descansáramos lo suficiente, así que voy a llevar a mi esposa para que descanse, nos vemos mañana en el desayuno."- anunció de repente He-man, cuando ya quedaba muy pocos invitados, después de casi cuatro horas.
Por un lado, me alegré de que pudiéramos retirarnos, ya estaba mental y físicamente derrotada, pero por otro, sabía que aún tendría que estar preparada, para lo que se iba a venir encima, en cuanto estuviéramos en nuestra habitación con las puertas cerradas. Por primera vez, agradecí la referencia que hizo Margie sobre que nuestra habitación era la más aislada e insonorizada de la casa, y no era porque, precisamente, fuera a ocurrir lo que mi suegra había insinuado, al contrario, era para que no oyera los gemidos de dolor de su único hijo, cuando lo castigara de forma merecida, ante la maldita velada que me había hecho pasar.
Subí las escaleras sonriendo, y despidiéndome con la mano de Margie y Howard, mientras dejaba que "mi adorado marido" me diera la mano mientras subíamos las escaleras, incluso, me mantuve tranquila y callada, mientras recorríamos el pasillo de la primera planta que nos llevaba a nuestra habitación.
Me había dado cuenta de que él me miraba de reojo, como analizando mis reacciones, ya no íbamos de la mano, ya que desde que habíamos desaparecido de la vista de los invitados, y de mis suegros, me había soldado de su mano. Por su parte, él permanencia callado, expectante.
Nada más entrar en la habitación, me dirigí directamente al vestidor, si había una declaración de guerra, debía estar vestida de forma adecuada, más cómoda, no con este vestido, que me limitaba los movimientos.
Noté los ojos de Vermont fijos en mi espalda, cuando alejándome de él, entré en mi vestidor. Al parecer, He-man, estaba esperando que, nada más cerrar la puerta de nuestra habitación, saltara sobre él, reclamándole, con claras intenciones de asesinarlo, pero al no pasar, me imaginé, que esto, lo había desconcertado.
- "¿No vas a hablar conmigo, Jessica Rabbit?"- me dijo intentado seguirme hacía el interior de mi vestidor, pero yo fui más rápida, y agarrando la puerta de la enorme habitación, le dije:
- "No, si quieres seguir respirando"- y tras eso, le cerré la puerta prácticamente en sus narices.
Ya dentro del vestidor, me dispuse a elegir la ropa que usaría para dormir, quería elegir algo recatado, que me cubriera todo mi cuerpo. Además, debía facilitarme el movimiento, por si tenía que mantener a raya a cierto estúpido policía.
Pero quién quiera que fuera la persona que hubiera elegido mi vestuario, no tuvo en cuenta que este no era mi estilo, más bien, creo que pensó que iba a protagonizar la sesión de fotos para alguna revista, o un catálogo de alguna marca de lujo, tipo Victoria Secret, ya que el estilo sexy y escaso de tela, era la premisa dominante en toda mi ropa de dormir. Si esto no era así, no entendía, porque prácticamente los seis conjuntos de pijamas que había eran a cada cual, más descarados.
Todos están hechos con materiales que invitaban a ser acariciados, con colores pastel, excepto por dos de ellos, que era de color negro y rojo, que desde luego yo nunca me iba a poner, porque era una clara invitación al sexo más ardiente y pervertido.
Me decidí por un conjunto, de pantalón corto y camisa de asillas de seda, de color azul pastel, que tenía una bata corta a juego, bata que no pensaba quitarme ni, aunque mi vida dependiera de ello, que para lo que había dentro de esa gaveta del vestidor era de los menos provocador, até la bata fuertemente a mi cintura, decidida.
- "Mañana mismo me compro pijamas de franela tipo buzo con gorro incluido, ¿Por Dios? ¿quién comprar estas cosas?"- dije en alto para, a continuación, pasar a mi baño, tras retirarme el maquillaje, como me habían enseñado Vale, me apliqué las diferentes cremas para cuidado de mi piel, me cepillé bien el cabello, siguiendo las indicaciones de mi hada madrina.
Respirando profundamente me preparé para lo que me esperaba.
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El guardián de mi cuerpo
RomanceCuando Sofía regresa a la casa que compartirá con su mejor amiga, después de un día de trabajo de un turno doble en el restaurante italiano de Gios, al que había ido directamente al regresar después de casi dos años, desde México, donde vivía con su...