Capítulo XXIX. Un descubrimiento importante parte 2.

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Vermont.

-"Eres un estúpido, Vermont Wilson. ¡Maldita sea! ¡Qué vergüenza!, ¡y bájame ya! "- me dijo cuando ya estábamos solos, con la puerta del ascensor cerrada, mientras ascendíamos a mi despacho.

-"¡Cállate ya, maldita mujer!, no haces más que meterte en problemas, ¿sabes el trabajo que das? Estamos en una misión, miles de personas pueden morir, y tú, que en tu cuerpo tienes la única arma definitiva para vencerlos, te dedicas a ponerte en peligro, a cada paso que das. ¿Cuándo vas a parar y centrarte?, es por eso por lo que no deseo que me ayudes, siempre tomas decisiones sin consultar, sin darte cuenta de que no sólo tu vida, es la que está en juego."- sabía que me había pasado, pero estaba furioso, odiaba verla ser tan impulsiva sin medir si podía hacerse daño. No, se había acabado, no mientras yo fuera su protector.

Por alguna razón, mis palabras la silenciaron, incluso, aunque no quise mirarle dos veces para asegurarme, sus hermosos ojos negros se aguaron, conteniendo, lo que yo creí que eran lágrimas, nunca imaginé que la mexicana llorase, ante una de mis reprimendas, pero, para mi paz metal, no ocurrió. Apretando los labios, la bruja arpía permaneció tranquila en mis brazos, mientras yo la llevaba hasta mi despacho.

Lo único que si conseguí fue que durante la próxima hora y media, Jessica Rabbit dejara de hablarme, permaneciendo sentada en el sillón leyendo una revista de política que ni sé de dónde la había sacado.

Mientras lo había curado, ni se había quejado, aunque en dos ocasión si la vi morderse los labios, aguantando el dolor. Fue cuando le puse el hielo en la mejilla, y la crema para los moratones que seguro le saldrían en la muñeca.

Envié a German que se encargara de los dos matones que tocaron a mi mujer. En cuanto a Helen, no tuve que hacer nada, esa mujer vivía de la fama, del candelero, y hasta ahora se había librado de los chisme y humillación, mientras ella humillaba a los demás, esgrimiendo el hecho de que, según ella, era mi prometida. Pero ahora mismo, tras salir a la luz mi matrimonio, y lo enamorado que estaba de mi mujer, incluso había una pequeña reseña de que nunca me había comprometido con Helem Goodman, que no sabía de donde había salido esa información, todos los enemigos de la rubia elitista, que había humillado, y que hasta ahora no habían tenido respuesta, por el miedo que tenían a que mi familia tomara represalias, se cebaron con ella, en un tiempo, de esa estúpida, no sabríamos nada, o eso creía yo.

Ante la actitud de la femme fatal, para conmigo, me centré en hacer lo que me había pedido Samary, antes de las once, con la tablet que me había traído Sofía, íbamos con el tiempo cogido.

Tras analizar la información, tras desencriptarla, algo resalto, me puse en contacto con Samary enseguida.

-"Dime Vermont"- contestó casi al segundo tono.

Mientras yo veía que, por primera vez que Sofía dejaba la revista, y se acercaba a mi escritorio, donde sentándose frente a mí, sin mirarme a la cara en ningún momento, cosa que empezaba a molestarme, oía a Samary hablar por el mano libres.

-"He descubierto que hay una reunión importante con alguien que viene a Cleveland, ocurrirá durante la fiesta para recaudar fondos para los veteranos de guerra, del próximo fin de semana."- le dije sin apartar la vista de la preciosa mujer que tenía delante, aunque ella no me devolviera la mirada, permaneciera con la barbilla apoyada en las manos que tenía sobre mi escritorio, mirando el teléfono con la vista fija, mientras escuchaba nuestra conversación.

-"¿Tenéis invitación para ese evento?"- pegunto la mujer de Dante.

-"No lo sé, tendré que preguntar a mi madre, es la que lleva la vida social de la familia."- le dije.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora