Capítulo XLV Progreso y castigo parte 1.

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Narrador.

Mientras nuestras tres aguerridas espías estaban siendo llevadas por sus respectivos y muy enfadados maridos, hacia tres reservados que habían alquilado, uno para cada pareja, en el gran salón, rodeado de varios representantes de la célula, entre los que se encontraba su padre, Andrew Corneld, aún sentía contra su cuerpo, el calor que le había dejado, la que hasta ahora había considerado, una simple tentación. Fue ese calor, y esa sensación que le quedó, tras sentirse las manos, en su cuerpo, a través de su ropa, mientras se disculpaba por tropezar con él, aparte de la mirada de reto y fuego que recibió del señor Wilson, al ver a su mujer en sus brazos, lo que le decidió a tomar, como fuera, a Isabel, como suya, para convertirla en la reina de su harén.

Nadie notó el cambio que, al estar en contacto con esa mujer y en especial del reto de la mirada de Vermont Wilson, había sufrido el CEO de Corneld Industries en su interior, nadie excepto, Cotton Macferson, que después de ser, por años, el protector del hijo del gran Sayyid, lo conocía mejor que nadie, incluso que sí mismo.

Durante años lo había protegido y cuidados obedeciendo fielmente todas sus órdenes, lo haría todo por su Sayyid, hasta dar su propia vida, si fuera necesario. Pero lo que no podía permitir era que la obsesión que tenía Andrew por las mujeres, y el placer de arrebatarle una mujer a otro hombre, pusiera en peligro el Nahaei, que era como llamaban los miembros de la célula, al día en que su venganza, contra los infieles, se culminaría.

Así que hizo lo que tenía que hacer, en un momento que se dirigían hacia su reservado, para comenzar a dar las explicaciones su CEO, al resto de los de la célula, de los avances que habíamos hecho, además de para cuando estaba previsto el gran Nahaei, que acabaría con nuestros enemigos, le hizo una señal, que ya tenía pactada con el Musaed Rais, el segundo al mando de la célula, el hombre con más poder y confianza después de su hijo, el Gran Sayyid. Tenía que comentarle que debía hablar de algo con nuestro líder, de carácter urgente, referente a su gran y mayor tesoro, su hijo Melek Bashkhiyan, que era el verdadero nombre de Andrew Corneld.

Nadie se sorprendió porque, mientras bebían té y degustaban diferentes delicias árabes, el Gran Sayyid, se separara del grupo y saliera a la terraza, solía hacer eso mucho, y todos sabían que lo hacía para orara, así que lo dejaron. Para su autocontemplación, sólo fue acompañado por dos guardas, el Musaed Rais, que le indicó a Cotton, que lo siguiera.

Una vez fuera, y lejos del receptor, que, en estos momentos, tenía Andrew en su bolsillo, el cual estaba recogiendo todas las conversaciones que se estaban produciendo en el gran reservado para gravarlas, en un programa estrella creado por la gran Samary Nikolaus, el asistente, manifestó sus temores al gran Sayyid, sobre la tensión especial que manifestaba, el CEO por los Wilson.

- "¿Y crees que eso puede suponer un problema, Krikor Zavaryan?"- preguntó el gran Sayyid a Cotton, mientras se preparaba para orar sobre la gran alfombra árabe, que habían colocado sobre la terraza privada que tenía adjudicada la empresa Corneld.

- "Hasta ahora no lo creía, la señora Wilson esta recién casada, y Sayyid, es respetuoso, con las enseñanzas del Corán. Pero por lo que acaba de pasar, sé que ha decidido quitársela a su marido. Por dos cosas, primero esa mujer infiel, se atrevió a tocarlo con sus sucias manos, además de acercarse a él primero, como una cualquiera, y segundo, el reto de la mirada que su marido le dedicó al Sayyid, antes que este se la llevara, sólo me confirma una cosa, su tesoro, desea a esa a mujer, para coleccionarla, y quiere acabar con la vida de su marido. Y eso en estos momentos, con la importancia que tiene el grupo Wilson, y con lo avanzado que llevamos todo para la gran Nahaei, es un error, perdone mi nada apropiada opinión, hare lo que desee."- le dijo Cotton agachando la cabeza, a modo de respeto, y disculpa, por su atrevimiento, y por decir lo que pensaba.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora