Capítulo LIV. Trazando Limites: La señora Wilson sorprende.

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Sofía (alias Isabel).

Prácticamente, no vimos venir a nuestros asaltantes, mientras charlábamos sobre las medidas que pretendía utilizar Samary para ayudar, de alguna forma, a la gente García y al agente secreto de la CIA, que se hacía pasar por mí y mi marido, en México. Nos vimos sorprendidas cuando nos rodearon los escoltas mientras otros intentaban evitar que los asaltantes llegaran a nosotras.

Por desgracia los asaltantes eran muy hábiles. Y en un momento me preparé para defenderme, sorprendiéndome que mis amigas también optarán por el mismo estilo de autodefensa. Varias veces me había comentado Vale, que debido a una situación que se dio hace años, que algún día me contaría, durante un tiempo ella y Samary, dieron clases de defensa personal. Así que no eran las típicas modelos, débiles que necesitaran un hombre, para autoprotegerse. Pero este era verdaderamente mi problema.

En estos dos días había pasado, por varias emociones, desde la felicidad el saber qué Vermont correspondía a mis sentimientos, hasta el miedo de habernos encontrado con que mi madre estaba en peligro. Esto no quiere decir que no me sintiera culpable de qué, tanto la gente García como el agente que había mandado la CIA, tuviera que exponerse para desviar su atención sobre mí.

Desde hacía tiempo me estaba dando cuenta, que mucha gente estaba implicada en esto, sólo por salvarme, es verdad que era un arma para utilizar en su momento, y poder librar al mundo de la amenaza en la en que estábamos sometidos, pero me sentía inútil, mientras veías que otros se arriesgaban la vida por mí.

Así que, al ver, que éramos atacados, pensé que, si en algún momento algunas de mis amigas estaban en peligro, yo desde luego no iba a dejar que fuera así, me sacrificaría.

Así que, cuándo Vale fue sometida por uno de los asaltantes que llevaban un pasamontaña cubriendo la cara, que la agarró por el cuello, colocándole una navaja cerca de su cara, fue cuando decidí preguntar qué era lo que quería.

- "¿Que estáis buscando? ¿Sabéis con quién os estáis metiendo??"- dije alto en inglés.

- "Señora Wilson, si quiere que no le pase nada a sus a sus amigas, y a sus escoltas, tiene que acompañarnos.". - dijo uno de ellos que parecía el jefe, enseguida reconocí su voz, tras las horas y horas que llevaba escuchando audio mientras hablaban en árabe.

- "¡Nooo!"- dijo Vale, al mismo tiempo que oía a mi lado a Samary decir.

- "No hagas eso, en segundos los refuerzos y nuestros maridos estarán aquí."- las dos veíamos asustadas, cómo ponían un cuchillo en cuello, de las valiente Valerie.

- "Acérquese a mí"- fue la orden que recibí del maldito asesino.

Samary intentó detenerme, agarrándome del brazo, pero yo mirándola a los ojos, y señalándome el collar que llevaba puesto, le hice ver que me dejara ir.

En los ojos de la inteligencia científica me di cuenta de que se había captado mi idea, había reconocido collar, era obra suya, y estaba fabricado con un dispositivo de escucha y GPS, ya que era un prototipo de rastreo. Normalmente no solía usar ese collar, pero después de lo qué había pasado en el aparcamiento del Club Deportivo, el policía me había obligado a usarlo, y me hizo prometer que no me lo quitaría, siempre que saliera de casa. Eso es lo que tiene ser una persona que trabaja para que nos encontremos más seguros, de alguna manera, el policía había supuesto de las intenciones que tenía la célula, pienso yo.

Sin dilatarlo más, me acerqué al terrorista que de un movimiento me cogió por el cuello usándome de escudo, contra los escoltas que intentaban evitar que me arrastra hacia el coche que había aparecido de repente, subiéndose incluso a la acera.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora