Capítulo XXIII. Howard J. Wilson conoce la verdad.

583 73 2
                                    

Vermont.

-"¡Mamá por dios!, ¿no sabes tocar la puerta?"- fue lo único que pude decir desde el suelo, ya que estaba más adolorido aún, pero en otras partes del cuerpo, tras haber sido golpeado, dos veces esta mañana, por la misma mujer, aunque en realidad el dolor de la zona donde fui golpeada la primera vez, ahora era por otra razón, una muy frustrantes, y todo por la otra de las razones de lo que había pasado, en lo que llevaba de mañana, que era ser descubierto en los preliminares de desnudar y sumergirme, en la que según la ley, es mi tierna, deseable, y tentadora esposa

Salvando el error que, desde un principio, yo sabía que eso no podía ser. Salvando que llevaba toda la noche soñando con desnudar y alimentarme de la deliciosa Jessica Rabbit. Por último, salvando que, claramente, ya que mi mente se había desconectado de mi cuerpo, y este maldito adicto, cedió a sus deseos, llevado a cabo físicamente, lo que sólo mi mente se permitía sólo en sueños. Así se apropió del cuerpo de la mujer que tenía entre mis brazos.

Aun así, con todas estas salvedades, se puede decir que esta es, definitivamente, el peor despertar, con diferencia, de mi vida. Quizás si mi madre hubiera tardado una hora o dos, en venir a despertarnos, como hacia desde que era pequeño, ya que no se podía aguantarse, siempre que estaba en casa, las ganas de que desayunáramos juntos.

Si hubiera tardado esas horas, quizás hubiera mejorado mucho, pero mucho la mañana, tanto que quizás ahora mismo estuviera dedicándome a mejorarla, muy profundamente, junto a una preciosa bruja de cuerpo de femme fatal, y lengua de arpía, pero que hacían que mi cuerpo y mi mente se despertaran con un fuego y unas ansias, que ni yo podía controlar.

Pero como siempre, no hay nada peor para acabar con la libido de un hombre, que las ansias de una madre, y la mía más, ya que, a pesar de estar casado, cosas que debería haberla frenado, la ansiosa Margie Wilson, al querer ir a despertar a su hijo, para que como siempre, le acompañáramos a desayunar, ya que le encantaba desayunar con su único y mimado hijo.

No había cambiado, si os contara lo que esta maldita maniática, había hecho en mi adolescencia, cuando era un jovenzuelo con hormonas, que se despertaba con una excitación considerable cada mañana. Era muy normal que, mientras trataba de aliviar mi malestar, una apisonadora en forma de madre entrara en la habitación, como acaba de entrar en este momento, para terminar, humillar y avergonzar a su hijo adolescente, que intentaba evitar que su madre lo viera en tal estado. En fin, pese a todo, es mi madre, y la adoro.

- "Perdona hijo, la costumbre, en fin, espero que Isabel no se haya molestado."- me dijo quietándole hierro al asunto mientras me miraba.

Por mi parte, yo trataba de levantarme del suelo, completamente adolorido, y no sólo por el golpe que recibí, al ser arrojado como algo peligro y dañino, sino que también, porque aún mi cuerpo, se resistía a la perdida de sentir el calor y la excitación, que ese deseable ser había despertado, cuando había dormido, toda la noche, pegada a mí.

- "¿Tú qué crees?, Lo mismo ahora haciendo las maletas, y llamando a su abogado para que prepare el divorció."- le dije con el sarcasmo y la sonrisa burlona que siempre me caracterizaba. Pero como siempre, mi madre era la persona más inmune a esa parte de mi personalidad.

- "No digas tonterías hijo, ¿Cómo se va a divorciar de ti? Además de que me alegro de que estes cumpliendo con tu tarea de darme un nieto o una nieta, ¡Bien hecho, Vermy!"- me dijo mi madre recogiendo del suelo la sabana que, en la lucha inicial con una tigresa de ojos negros, había salido volando de la cama.

- "Pues como sigas interrumpiendo así por las mañanas, poco resultado va a tener tu petición. Dudo incluso que mi esposa em dejé tocarla, por miedo que tú aparezcas como un S.W.A.T. interrumpiendo en la habitación."- le dije volviendo a utilizar mi sarcasmo mientras me dirigía a mi vestidor, para a continuación, pasar al baño. Como me imaginé, mi madre me siguió. –"¿Mamá te importa?, tengo que evacuar."- me quejé cuando la vi que intentaba seguirme hasta dentro del servicio, mientras con una mano la sacaba, y cerraba la puerta detrás de mí, dejándola, esperando fuera, en el vestidor.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora