Capítulo XII. La nueva vida de la señora Wilson (2): La mansión Wilson.

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Sofía (alias Isabel).

- "Recuérdalo antes de entrar, mis padres no deben saber el verdadero motivo de nuestro matrimonio, en especial mi madre, tienen que pensar que nos amamos..."- me decía Vermont mientras, nos deteníamos a un momento en la gran avenida que llevaba a la enorme propiedad de los Wilson, pero cuando oí la palabra amamos, tuve que interrumpirle.

- "¿Amamos? ¿Estás loco? No soy muy buena actriz, y eso es como pasar de interpretar un papel en un teatro escolar, a representar Sueño de una noche de verano en un teatro de Broadway, me suena falso, hasta para mí."- le dije golpeado su hombro sentado detrás de él en la moto.

Él colocó la pata de la moto y se bajó de ella, mientras yo continuaba sentada en mi asiento. Pensé que, tras quitarse el casco, me miraría y me ayudaría a bajarme de esa monstruosidad, para poder intentar caminar algo, si podía, porque en estos momentos, mi trasero, o se había dormido, o literalmente había huido al sentirse injustamente tratado, ya que no lo sentía. En las dos últimas horas, desde que habíamos salido del restaurante, no habíamos parado en ningún momento.

Al contrario de lo que yo pensaba, tras quitarse el casco, mientras yo me quitaba el mío, el descarado policía, se colocó las gafas de sol, y se giró para mirarme. Pareciera que acaba de salir ahora mismo en moto a dar una breve vuelta por la ciudad, no que, por el contrario, hubiera estado más de siete horas de viaje en una moto diseñada por satanás, con sus tres paradas incluidas, una de ellas, con actividad física extra.

Se le veía descansado, y sonriente, hasta relajado, mientras yo me sentía como uno de esos peluches usados, que se deben rellenar de algodón cada cierto tiempo, porque va perdiendo volumen por partes de su uso. Estaba que me derretía, las ganas de bajarme de esa maldita cosa eran ya agónicas.

Así que estiré los brazos, ante su pasividad para acercarse a mí, con la intención de agarrarme de los hombros de ese hombre, y así poderme lanzarme a sus brazos, para que me bajara al suelo, y así tratar de caminar, si podía, con algo de dignidad.

Él se acercó a mí, y quedó su cara cerca de la mía, mientras yo esperaba que me alzara. Pero eso no ocurrió, al contrario, sujetó mis caderas, presionado mi cuerpo contra el asiento, mientras, prácticamente bajaba sus labios hasta casi tocar los miso, haciendo que la sangre que tenía en mi cabeza, incluido mi cerebro, fueran a un solo punto, mis mejillas.

Intenté alejarme echándome hacia atrás, pero me abrazo la espalda, con unos de sus brazos, y me pegó literalmente a su pecho. Sentía el calor de su aliento muy cerca de mi boca, no podía leer sus intenciones, ya que sus ojos estaban ocultos tras esas malditas gafas oscuras de aviador. Mis manos, que había estado en sus hombros, intentaron empujarlo, pero era como mover un muro.

-"No sé qué pretendes, pero..."- no pude hablar sus labios acortaron aún más la distancia, estaba tan cerca que prácticamente se tocaban, sólo una fina hoja pasaba entre ellos. Mientras, mi corazón comenzaba una carrera galopante, y mi cara parecía un jodido leucocito.

Justo en ese momento, sin darme cuenta, cerré los ojos en espera de ser besada, como lo había sido besada, de forma tan espectacular por ese estúpido. Espere, esperé y espere, pero nada sucedió, y cuando finalmente extrañada, abrí los ojos, la humillación más descarada, llegó.

Muy cerca de mí, un poco más alejado que hace unos segundos, observándome, bajo las gafas, un He-man gilipollas, descarado, y maldito, me miraba sonriendo de burla, mientras seguro, la risa también se reflejaba detrás de esas gafas, en esos ojos oscuros.

- "Perfecto, justo así, recuerda la expresión que acabas de poner, que, junto al rojo de tus mejillas, mi madre pensara que, como ella, estás loca por mí."- me dijo.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora