Capítulo XLIII. Un evento que desvelan secretos parte 2.

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Vermont.

- "¡Cálmate Vermont!, tienes que centrarte."- era la maldita frase que me llevaba repitiendo, desde que vi a Jessica Rabbit, bajando por esas escaleras.

Se suponía que después de la noche es que estuvimos juntos, la atracción entre nosotros debía de haber disminuido, que la tensión sexual sería menor, o eso suelen decir los psicólogos y terapeutas de estas cosas. Que una vez que te obsesionas con algo, cuando lo consigues, el interés disminuye. Claramente en este caso, estos profesionales no tienen ni idea.

Porque para ser sinceros, por la causa que sea, ya sea porque, por desgracia, esta mujer despierta sentimientos en mí, que no son los más adecuados en este momento, o bien porque, esta maldita mujer me ha creado una adicción y una necesidad, que no tenía hasta que la conocí. Todo esto ha provocado que, en vez de disminuir mi interés por ella, cada día crezca más.

Y si encima añadimos que aparece ante mí, como una un ángel tentador descendido de los cielos, para volver mi vida un infierno, pues de nada me sirve, pasarme todo el día controlando cada una de mis emociones y mis deseos, porque solo con verla, y tal como está ahora mismo, mis esfuerzos por controlarme, y guardar algo de dignidad, son destruidos miserablemente.

Tampoco ayuda que, al mirarla, me vea reflejado en sus ojos, con los mismos sentimientos, que yo siento, es como sentar a un perro delante de su comida, cuando está hambriento, y prohibirle que la toque, totalmente una tortura.

Me repetí esta maldita frase, cientos de veces, desde que la vi, también durante el agonizante trayecto en el coche, donde su olor, y su calor, al sentirla sentada a mi lado, me eran imposible de evitar, dadas las dimensiones que tenía el pequeño habitáculo, donde éramos transportados. Pero lo peor de todo, y lo que me iba a hacer pasar la peor noche de mi vida, ocurrió tanto entrando en el hotel, como donde se iba a celebrar el evento, cuando una vez dentro, sentía la apreciación de casi todos los hombres, por la belleza de mi mujer, incluso algunos, la devoraban con la mirada.

- "¿Pero qué demonios les pasa a estos?, ¿no se dan cuenta que me pertenece?"- pensaba mientras mantenía sujeta por el brazo, en el mío, con más fuerza de la normal, la mujer que tenía mi lado, de manera inconsciente, mientras con la mirada, amenazaba abiertamente a todo aquel, que observaba, con claro y abierto interés sexual a mi esposa.

- "¿Te quieres tranquilizar?, estamos aquí para no llamar la atención, en plan espía, y estás espantando a todos los invitados que se acercan a nosotros para saludarnos."- habló quejándose por primera vez, Jessica Rabbit, conmigo, que, dicho sea de paso, no lo hacía, desde hacía unos días.

- "¿No, sé a qué te refieres?"- le dije haciéndome el desentendido.

- "Bueno eso díselo al pobre del señor Harrison, que casi se echa la copa encima, cuando al irme a saludar, lo has mirado como si hubiera cometido el mayor delito de este mundo. "- me dijo manteniendo una sonrisa falsa sin mirarme, Sofía.

- "La culpa la tiene él, parece ser que no le han dado clases de anatomía, o nadie le ha explicado que, para mirar a los ojos, se encuentran siempre por encima de la barbilla, y desde luego por encima de los hombros."- le dije haciendo que esta se riera con cierta diversión.

Tampoco podía echarle mucho la culpa, al pobre del señor Harrison, Jessica Rabbit, había elegido un vestido de fiesta morado, que, aunque no tenía mucho escote, si tenían dos grandes taras que invitaban al desequilibrio masculino.

La primera era, que se le pegaba a la piel, como si fuera una maldita sirena, dejando la forma de sus curvas muy poco a la imaginación. La segunda era que, aunque no tenía mucho escote, y se sostenía de la parte superior, con dos grandes asillas, que colgaban de sus hombros, tan solo lo abultado de su pecho, hacía que no fuera necesario verlo para imaginarte cómo sería sostenerlo entre tus manos.

El guardián de mi cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora