capítulo 10

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sofía ortiz

¿Cómo de moralmente deplorable se podría considerar el usar a un antiguo ligue de una noche para conocer a tu piloto favorito? No mucho, ¿verdad? Es decir, no es para tanto...

Lo de que sea casualmente su compañero de equipo y amigo es solamente eso, una casualidad. Además de que mi padre me hubiese matado si no hubiese sido fan de Ferrari como él. Probablemente me hubiese desheredado, incluso. Sin embargo, en el camino hacia el garaje sólo podía decirme que era increíble como alguien tan importante conocía tan bien mi trabajo.

No me malinterpretéis, amo a mi padre, pero sería mentira decir que no hemos tenido nuestros roces. Sobretodo profesionalmente hablando. De hecho, nada más acabar la carrera estuvimos meses sin hablar, hasta que mi madre le hizo ver que, efectivamente, estaba equivocado.

Tras terminar mis estudios siempre pensó que tomaría el camino fácil. Conseguir un puesto en el periódico local era bastante sencillo, además, como parte de su trabajo, él conocía a gente allí. Un empleo sencillo, para toda la vida, con un salario fijo que me permitiría alquilar un piso decente en la ciudad y hacer mi vida de forma independiente. Siempre habíamos hablado de eso, que ese sería mi destino final una vez llegase el momento.

Sin embargo, las redes sociales empezaron a funcionar muy bien, y, aunque siempre había considerado que era un campo interesante, nunca pensé que podría dedicarme a ello. Al final, todos sabemos cómo van estas cosas, muy pocos consiguen vivir de algo así.

Por eso cuando les dije que me mudaría a Madrid (ciudad que me permitiría no tener que moverme cada vez que me invitasen a un evento, pues la mayoría eran allí), y que, efectivamente, mi plan era vivir de las redes sociales, sin ningún trabajo ni salario fijo, y en una de las urbes más caras del país... Sí, digamos que no le gustó.

Intenté conseguir otros trabajos que también me interesasen, incluso lo intenté como reportera o community manager en todos los medios y escuderías de la Fórmula 1, sabiendo que con eso lo haría feliz, y dejaría de considerar mi trabajo como prácticamente una mofa. Pero, obviamente, no lo conseguí, así que las redes volvieron a ser el primer objetivo en la lista de empleos, y él seguía sin estar contento con ello.

Pero cuando vió la magnitud y los números reales que estaba haciendo, supongo que en parte estuvo obligado a aceptarlo. Aunque nadie más que mi familia cercana sabía que nuestra relación fue tan mala en su momento, por eso la mayor parte de gente lo ve como un padre bastante alentador en ese aspecto, incluso orgulloso de su hija. Pero cuando estamos solos, sigue cuestionando mi trabajo y mis decisiones, y es por ello que ya no voy tanto a casa. Por suerte para él, tiene otra hija de la que no tiene ninguna queja laboralmente hablando así que, a menos que alguien le pregunte directamente por mí, intenta evitar el tema. Como si yo no existiese.

Yo simplemente he decidido ignorar esa parte de mi vida para no causar más problemas. Puede sonar algo triste, pero, ¿a qué niña le gustaría vivir peleada con su padre? Él siempre había sido exigente, con medio a que me descarrilara en algún momento, por eso cuando me salí del molde fue tan terrible. Y yo me dedicaba simplemente a quedarme callada, hacer como si sus comentarios algunas veces pasivo-agresivos durante los encuentros familiares no fueran reales, y me fijaba en lo bueno.

Como una de las pocas cosas que tenemos en común, que es este deporte, y cuyo viaje estoy disfrutando bastante, si cierto piloto de Ferrari no me tuviese con todos mis sentidos puestos en él. Me encantaría decir que se trata de Charles, pero no lo es. Desgraciadamente, tampoco me sorprende, desde la primera vez que lo vi, supe que Carlos era el tipo de personas del que no puedes apartar los ojos.

Cuando entré por primera vez a ese local, hace cuatro años, él era lo primero que había visto. Sus grandes ojos marrones, su atractiva sonrisa, como se reía con sus amigos, como si ser tan atractivo no debiera considerarse un delito. Joder, seguía siendo igual. Y yo tenía que actuar como si su presencia no hiciera temblar mis rodillas.

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora