capítulo 53

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carlos sainz

No había estado mucho en esta parte de España, pero no podía negar que es precioso. El paisaje de un color verde radiante dista mucho de lo que podría encontrar en Madrid. Aunque, a decir verdad, la chica a mi lado era una vista mucho más hermosa que cualquier campo.

—¡Carlos! ¿Me estás prestando atención?—Preguntó, con un ceño fruncido que a mí me parecía adorable.

—Claro que sí, cariño...—No tengo ni idea de qué estaba diciendo. Pero estaba seguro de que era lo mismo que los días anteriores.—No puede ser tan terrible...

—Es sólo que...—Suspiró.—Tú conociste a la mejor versión de mi padre, ¿sabes? La versión que muestra a todo el mundo, pero... Esto va a ser diferente. Y que quieran hacerlo en la casa del pueblo, me da aún más mala espina...

—¿Por qué?—Pregunté, confundido.

—Siempre ha sido un hombre de apariencias, pero en sus cuatro paredes... Siento que va a decir cualquier cosa, y cambiarás tu impresión de mí y...—Coloqué mi mano en su muslo, mientras la otra seguía en el volante, aproximándonos a lo que, asumí, era nuestro destino.

—Sofía, nada me haría cambiar de opinión sobre ti. Porque te conozco, sé que diga lo que diga, no cambiará la persona que eres, la persona que me gusta. No dudes de eso jamás, ¿vale?—Le dediqué una pequeña mirada junto con una sonrisa, antes de devolver mi atención a la carretera.

—Es aquí...—Murmuró, tan bajo, que de no haber estado tan cerca, no la hubiese escuchado.

Entendía que podía sentirse intimidada, pero, no podía ser para tanto, ¿no? Es decir... Yo había conocido a su padre, y me parecía una persona bastante normal. Aunque estaba claro que los dos no tenían una buen relación, confiaba en que no sería algo tan terrible.

Aparqué el Ferrari al lado del otro coche, en lo que era una pequeña finca adyacente a la casa. La vivienda era bastante grande, con dos pisos, porche, e incluso una piscina.

—¡Sofía! Cariño, cuánto tiempo...—Una mujer de pelo corto, con un parecido casi aterrador a mi acompañante se fundió en un abrazo con ella.

—Mamá, tranquila, no hace tanto tiempo...—Bien, una pequeña sonrisa, eso es un comienzo.

—Es que pensé que después de mudarte a Madrid tú no...

—Te dije que volvería a verte a ti y a Noa, y a Oli, claramente.

Nada más decir esa frase pude notar un cosquilleo en mis piernas, y al bajar la vista me encontré con un perro (que por lo que vi en su placa al agacharme, parecía ser Oli). Era un perro mediano, probablemente de unos veinte kilos, con manchas marrones y blancas. No tenía muy clara su raza pero era obvio lo amigable que era.

—¡Hola pequeño!—Dije yo, acariciándole la cabeza. La castaña no tardó en agacharse a mi lado.

—Oye traidor, ¿a mí no me saludas?—Tan pronto el peludo escuchó su voz, no tardó en lanzarse hacia ella, lamiéndole la cara con énfasis.

—Sofía.—Una voz masculina nos interrumpió, yo me levanté con rapidez

—Papá.—Respondió ella, levantándose también.

—Veo que... Has venido acompañada.—Me miró de arriba a abajo, de repente sentí que este señor y el que yo conocí en el paddock no tenían nada que ver.

—Tú mismo lo pediste. No sé por qué te sorprende...—Si no la conociese tan bien, no hubiese notado el pequeño temblor en su voz.

—Sí... Sólo no pensé que viniese de verdad.—Vaya. Eso fue cruel hasta para mí, aunque la castaña incluso parecía acostumbrada.

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora