capítulo 40

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sofía ortiz

No fue mi idea más inteligente. Lo admito. Volver a verlos a todos fue, desde luego, un choque de realidad. El viernes gracias a mis dolores y a una chica de mi equipo que se había dado cuenta de lo que pasaba, no tuve que hacer mucho trabajo, ella se encargó de ayudarme en todo lo que pudo.

El sábado, con la clasificación, fue otra historia. El público siempre crecía cuando llegaban los dos últimos días del fin de semana, y con ello, mi trabajo también. Odiaba ser tan perfeccionista, pero necesitaba demostrar que realmente podía hacer este trabajo, lo cual irremediablemente ponía más presión en mí.


Por suerte, ya no me sentía tan mal físicamente. Psicológicamente... Eso era otro tema. Tal vez era sólo paranoia mía, pero cada vez que veía a uno de los pilotos a lo lejos, era imposible no experimentar ese malestar que se asentaba en mi estómago cuando me encontraba ansiosa.

Constantemente, notaba como me juzgaban, y yo solamente huía, intentando que no me viesen. Incluso estoy segura que alguna vez les confundí y corrí también de algún fan que se parecía a ellos a lo lejos, pero no me importaba.

El único del que no me pude librar fue de Charles, con quien me encontré de bruces cuando salí del baño, mientras él, al parecer, estaba esperando a que no sé quien saliese también de los aseos.


Por cordialidad me preguntó cómo estaba, pero yo sólo deseaba acabar esa conversación, que por suerte sólo duró unos minutos, tras alegar que tenía trabajo esperando por mí.

He de decir que no era del todo mentira, pero desde luego no era tan inminente como lo hice sonar, un rato de charla no me hubiese afectado, pero él no tenía por que saber eso.

En conclusión: el fin de semana no había ido bien. Y decidí acabarlo aún peor; saliendo de fiesta. En mi defensa, es cierto que las fiestas de Hamilton son legendarias, y pude verlo en cuanto llegué.

Luces de colores estrambóticos, no sabía el nombre pero estaba seguro de que el DJ de la mesa era bastante famoso, puesto que la cara me era conocida, y no es que yo sea especialmente fan de estas cosas. Bailarines de ambiente, barra libre para los trabajadores de la Fórmula 1... Para absolutamente todos.

¿Realmente podéis culparme por intentar ahogar mis penas en la que podría ser la mejor fiesta de mi vida? No, ¿verdad?

Pues deberíais.

Bebí demasiado como para mantenerme erguida, las luces empezaban a marearme, y para colmo, mientras intentaba disfrutar de un temazo que habían puesto, se me acercó un hombre que no entendía las señales de rechazo, porque lo primero que hizo fue cogerme de la cintura para intentar bailar conmigo, a lo que yo me separé con rapidez.

De ahí, sólo sé que intercambiamos unas palabras que no estoy realmente segura de lo que fueron, pero una voz familiar apareció, arruinando mi noche en cuanto quiso sacarme de ahí.


Puede sonar infantil, pero sí, estaba enfadada por su interrupción.

En cuanto me subí en su coche, me crucé de brazos, con un pequeño puchero en los labios. No quería verle, y ahora viene, me rescata de un imbécil como un príncipe azul y me saca del único sitio en el que quería estar... Aunque es cierto que la noche había decaído hasta el subsuelo.

— Venga, ¿en serio te vas a enfadar? — No respondí — Si tanto quieres volver, te puedo devolver con ese imbécil

— Lo habría manejado — Rodé los ojos, cruzando las piernas para completar mi apariencia de enfado, haciendo que mi vestido se subiese accidentalmente. Él no pudo evitar mirar y tragar duro, aunque no estaba en mis cinco sentidos como para notarlo

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora