especial: merry christmas from the sainz family!

434 33 5
                                    

Narrador omnisciente

La casa era un desastre. Os lo digo en serio. Yo siempre intento adornar un poquito las cosas, hacer parecer todo un poco más romántico, pero esta vez...

Dios los ayude.

La cocina echaba humo, había juguetes por todas partes, harina en el suelo, una mujer embarazada con una barriga prominente, sentada en la encimera, observando el desastre con un niño manchado de salsa correteando por la casa y un hombre desesperado por intentar apagar el horno, correr detrás de su hijo, y dejando un reguero de salsa y harina allá por donde pisaba.

Pero antes de eso tenemos que ir al principio de todo esto.

Sofía había tenido a su primer hijo hace ya cinco años, había sido un embarazo algo complicado, con muchos dolores, migrañas, piernas temblorosas y vómitos mañaneros.

Para sorpresa de nadie, el niño se había llamado Carlos. Sí, igual que su padre y que su abuelo. La castaña ya había asumido que si era varón, no iba a poder evitar continuar la tradición de los Sainz. Tampoco le molestaba.

Respecto a Carlos, había ganado ya tres campeonatos, dos con Ferrari y el último con Williams, ese mismo año. Porque sí, no se había retirado.

Era una posibilidad que habían barajado, pero había quedado rápidamente descartada.

Todos, y especialmente su mujer, sabían que el español había nacido para correr. Estaban en una posición económica y laboral que les permitía darse ciertos lujos con algo de esfuerzo. Ella era capaz de hacer su trabajo desde casa, coordinando a los trabajadores de Red Bull a distancia y supervisando todo el contenido antes de subirse a Internet, cosa que le permitía estar con su hijo en España, cuidándolo.

Al mismo tiempo, Carlos se aseguraba de estar todo lo presente que pudiese. Las videollamadas eran diarias, y la norma era que nunca podían ser de menos de una hora a lo largo del día, para que tanto ella como su niño pudiesen mantener una relación cercana con él. Nada de padre ausente y ocupado. Si tenían que retrasar entrenos, hablar mientras estaba en la bañera de hielo, o a altas horas de madrugada, lo hacían.

También, siempre que había Grandes Premios con un fin de semana de por medio, era obligatorio volver a casa. Aunque fuese solo un día. Aunque solamente le diese tiempo de acostar al pequeño. Todo el tiempo era oro, y más cuando se tiene a un niño tan pequeño.

Ambos hacían un esfuerzo a su manera, pero habían conseguido mantener una familia unida y estructurada, y el pequeño Carlitos nunca pensó que su padre no lo quería o no estaba.

Incluso cuando unos niños intentaron meterse con él en el colegio por ese mismo tema, se había mantenido neutral. Porque sabía que no era cierto.

Su padre hacía de todo para verle feliz, y a diferencia de muchos de su gremio, nunca era algo material. Puede que Carlos solo hubiese tenido dos horas de sueño, pero siempre se levantaría antes para llevarle al parque, hacerle el desayuno o simplemente jugar con él. No necesitaba juguetes caros o el último videojuego. Ninguno de los dos le daba especial valor a eso.

Su madre también se lo repetía a menudo, lo mucho que los dos querían al pequeñín de la casa. Así que sí, puede que no pudiese estar físicamente tan a menudo como muchos otros padres de su escuela, pero cada momento lo disfrutaba al cien por cien.

Habían llevado tan bien su primer hijo, que habían ido a por un segundo. Acababan de descubrir que era una niña, tal y como decía la última ecografía, la cual habían reservado para esas fechas, asegurándose de que el madrileño pudiera estar presente.

La idea era anunciarlo esa noche, en la cena de nochebuena, pero ahora mismo no parecía la mejor opción.

Carlos había insistido en ser los anfitriones por primera vez, porque sería mucho más cómodo para su mujer, claramente embarazada de seis meses. También había insistido en cocinar. Para todos.

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora