extra #3: wedding

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Narrador Omnisciente

Y había llegado el día. Sábado 23 de agosto, un soleado día de verano en Madrid... O eso es lo que les hubiera gustado.

Estaba nublado, y las nubes amenazaban con empezar una lluvia, aunque el tiempo se mantenía más bien caliente, lo suficiente como para que el vestido de tirantes elegido por la novia fuese adecuado, pero no ers el día que habían planeado, definitivamente.

—Me voy a tirar de los pelos.—La castaña habló, mirando a través de la ventana del hotel que habían escogido para pasar la noche anterior con sus damas de honor y su padrino, por extraño que suene eso.

Lo cierto es que Sofía nunca fue muy de tradiciones, la idea de casarse por la Iglesia le daba igual, lo mismo que vestirse de blanco o de cualquier otro color, pero lo que sí era es supersticiosa. Y no iba a dejar que su futuro esposo (qué bien suena eso, ¿eh?) la viese el día de la ceremonia, y eso incluía desde las doce de la noche.

Así que, como no quería pasar la noche sola, acabó organizando una noche con Lucía, María, y Max, a quien le costaba acostumbrarse a lo caótico de las tres mujeres.

—Hazlo, seguro que eso sorprendería a Carlos.—El neerlandés habló, ganándose una mala mirada de las allí presentes, incluso de la maquilladora.—¡Eh! ¡Que era una broma!

—Mira el lado positivo, nunca te ha gustado mucho el calor...

—¡Sí! Nada de sol golpeándote en los ojos o arruinando outfits obligándote a ponerte gafas...

Las dos amigas intentaban animarla, mientras ella seguía sintiéndose mal. Su mezcla de emociones estaba a punto de ponerla a llorar. Estaba jodidamente estresada.

—Sí, claro, nada de gafas, pero un paraguas seguro que queda maravillosamente en las fotos.—Prácticamente gruñó, mientras se dejaba maquillar por la chica que había contratado.

Estaban a varias horas de la ceremonia, pero la lista de cosas que hacer era eterna, desde revisar el lugar, la decoración, hasta ponerse el vestido, peinarse, asegurarse de que los conjuntos de sus damas y padrino fuesen perfectos.

Oh, joder, estaba a punto de llorar.

Estaba mirando hacia arriba, aguantando las lágrimas y a punto de pedirle a la chica que le estaba aplicando el colorete que le diese un minuto, cuando Max volvió a entrar en la habitación, aunque nadie tenía muy claro en qué momento se había ido.

—Sí, sí. No, ¡ni se te ocurra!—Estaba con el teléfono en la oreja.—Ya va, tranquilo, hombre.—Puso el altavoz, dejando el dispositivo en el tocador delante de mí.—Tu hombre está tan nervioso como tú. Consolaos mutuamente. ¡Venga! ¡Todo el mundo diez minutos fuera! 

—Pero Max, vamos justos de tiem...—El piloto no dejó a Lucía terminar.

—Vamos a ir más justos de tiempo con una novia inestable. Fuera, vamos.—Agarró a las dos chicas e incluso a la profesional que la scompañaba fuera, dejándoles intimidad.

—¿Carlos...?—Sofía habló tímidamente, llevando sus rodillas al pecho, abrazándose a sí misma.

—Sí, mi amor, estoy aquí.—Sonaba igual de ansioso que ella, y eso extrañamente la calmaba.—Dios, cariño, ¿por qué me dejaste hacer una boda a lo grande? Esto es tan estresante.

—Siempre ha sido tu sueño, bobo.—Rió la castaña.—Te echo de menos. Te necesito aquí, eres el único capaz de darme algo de calma, aunque he de decir que Max está haciendo un muy buen trabajo por el momento. Siento que soy como un libro abierto para él.

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora