capítulo 48

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carlos sainz

Sofía era algo inexplicable.

No entendía qué me pasaba, pero sentía que todo el rato que estaba lejos de ella, era tiempo desperdiciaba. La buscaba siempre por el paddock con la mirada, siempre con la cámara en la mano, o con el móvil, o con... Max.

Si antes era la española la que me ponía de los nervios, ahora era él. Estaba seguro de que lo notaba, y se aprovechaba. Siempre pegado a ella, pero buscando mi mirada, desafiante, con una sonrisa socarrona.

Los dos nos conocíamos desde pequeños, puede que demasiado para nuestro propio bien. Pasamos mucho tiempo estando casi las veinticuatro horas del día juntos, trabajando en el mismo equipo, si había alguien capaz de leerme con facilidad en la parrilla, ese era Verstappen.

Nuestra relación a lo largo de los años se había enfriado, yo mismo sabía que le había dolido mi partida repentina de Toro Rosso, aunque nunca hablamos de ese tema. Era como un acuerdo silencioso entre nosotros. No hablábamos a menos que fuese necesario, o si estábamos bastante borrachos tras una fiesta.

Sin embargo, esta vez, fui yo el que rompí ese acuerdo. Nuestras conversaciones estaban llenas de cosas relacionadas con la FIA. Reuniones, felicitaciones, escuetos mensajes por cumpleaños o por fechas señaladas. Pero necesitaba su ayuda esta vez.

Por otro lado, yo aprovechaba todo lo que podía para estar con la chica. No podíamos pisar ningún hospitality de nuestras escuderías, porque la prensa y nuestros jefes nos pillarían enseguida (no recomiendo lidiar con un Fred enfadado, da mucho miedo), tampoco los garajes, y mucho menos mi driver room.

Me sentía como si volviese al instituto. Con una novia a escondida de mis padres, escapándome sin que nadie nos viera, por los pasillos del edificio como dos adolescentes inconscientes.

Excepto que los dos éramos adultos, en vez de los pasillos usábamos callejones y almacenes, y no éramos novios. Aún, por lo menos. Pero sí nos escondíamos de nuestros padres...

Al menos yo.

Si mi padre se enterase de esto me cortaba los huevos.

—El azul marino no es tu color...—Murmuré cerca de su boca, en cuanto nos separamos de nuestro beso. Nos habíamos vuelto a escapar. O más bien yo había tirado de ella cuando pasó distraída mirando su móvil.

—Ah, ¿sí? ¿Y entonces cuál es?—Ella sabía la respuesta. Los dos bromeabamos sobre esto a menudo.

—El rojo, desde luego—Solté una pequeña risita

—Si me pongo una camiseta de Ferrari será para apoyar a Charles

—Ah no, eso no lo pienso permitir...—Puse mis manos en sus caderas, inclinándome un poco más cerca si eso era posible—¿No vas a venir a imitar a tu español favorito?

—Hm...—La sonrisa en su cara era radiante—Que yo sepa, el color de Fernando es el verde

—Te odio tanto...—Respondí irónicamente, antes de volver a besarla, por un corto tiempo—Quiero que salgamos después. Los dos.

—¿Qué? Carlos, mañana tengo que madrugar, no puedo salir de fiesta...

—No, fiesta no. Salir, sin más. No sé a dónde. Tengo ganas de una cita contigo. Una de verdad.

—¿Acaso las de antes eran de mentira?—Alzó una ceja

—Casi tan mentira como cuando dijiste que no se me levantó—Reí—Es broma, me encanta pasar tiempo contigo pero... Tengo ganas de poder salir bien, de la mano, olvidarnos de jugar al escondite.

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora