capítulo 34

1.1K 75 6
                                    

sofía ortiz

Lucía Brooks y yo nos habíamos hecho amigas casi instantáneamente cuando nos vimos en nuestra primera clase de la universidad. Las dos habíamos llegado tarde al aula, entrando una detrás de la otra, y enfrentándonos juntas al primer regaño de muchos que tendríamos a lo largo de nuestro período estudiantil.

Puede que no supiésemos mucho de nuestro pasado antes de llegar a aquellas cuatro paredes, pero no hizo falta. Nos sentamos, nos presentamos, y fue como si nos conociéramos de toda la vida.

Fue mi compañera de aventuras en todas mis ideas impulsivas, en todas mis noches de fiesta, en los días en los que no me encontraba bien. En todo. Tenía mucho que agradecerle, porque sé que sin ella no me lo hubiese pasado ni la mitad de bien.

Solamente era una chica enamorada, que puso por delante la carrera de su novio antes que ella. ¿Era algo cuestionable? Puede, yo al principio creía lo mismo. Pero al parecer el piloto de McLaren de joven se dejaba llevar mucho más por sus sentimientos, hasta el punto de ser capaz de seguirla a España para seguir con ella. Abandonando su futuro.

Lo que no sabía, hasta hace unas horas, es que Lando me conocía más de lo que yo pensaba. Para mí, él sólo era un amigo de un chico con el cual tenía una relación bastante enredada y con sentimientos demasiado confusos. Para el británico, era una de las mejores amigas de la mujer que le había roto el corazón.

O lo que es lo mismo: estoy rodeada de hombres rencorosos. Uno por... Ni siquiera sé por qué. Y el otro por algo que ni siquiera había hecho yo. Bueno, y ni hablar de mi padre, quien también seguía enfadado por todo lo que había pasado, aunque según mi madre estaba muy orgulloso de mi nuevo trabajo.

Sé que eso no es cierto, pero ella siempre ha intentado hacerme sentir mejor ante la apatía de mi progenitor, así que solamente actué como que lo había creído, eso era lo mejor para ambas.

En cualquier caso, por lo menos mi jefe parecía no tenerme rencor. Primeramente, había confesado estar gratamente sorprendido del contenido y repercusión que estaba teniendo como creadora de contenido en las redes de la escudería, consiguiendo crear una imagen de equipo cohesionada. Al mismo tiempo, Carlos seguía con sus resultados bajos, peleando por un lugar en media tabla que no le correspondía.

No todo podía ser malo... Si ignoraba que cada vez entendía menos la necesidad de pasearme por delante del motorhome rojo (aunque me convencía de que era para ver al piloto monegasco) y los sentimientos que me despertaba cierto español.

Pero sinceramente, eso eran cosas que prefería ignorar. Esas sensaciones no se iban, de verdad, lo había intentado. Daba igual si estaba de fiesta sin él a la vista. Si estaba trabajando en lo que me gustaba. No importaba que estuviese cumpliendo mi sueño trabajando en mi deporte favorito.

Esas emociones parecía que me acompañaban hiciera lo que hiciera, e incluso crecía cuanto más tiempo pasaba cerca de Carlos. Pero no podía torturarme demasiado, porque todas las conclusiones a las que llegaba, acababan en lo mismo, y era algo que me negaba a admitir por orgullo.

El fin de semana de carrera se había pasado sorprendentemente rápido, después de tenerme de un lado para otro constantemente. Fotos aquí, vídeos allí, prensa por todos lados, gente queriendo hablar conmigo y teniendo que ser rescatada por mis compañeros de trabajo, los cuales fingían necesitar mi ayuda cada vez que me veían demasiado acorralada por los periodistas, aunque no podía librarme de ellos, porque Christian sabía que esas apariciones públicas también ayudaban a nuestro objetivo principal.

Sea como sea, ya estaba arreglada con una falda y un top para salir esa noche. ¿Estábamos en Reino Unido? Sí. ¿Hacía frío? Bastante. ¿Es posible que se pusiese a llover en medio de la noche? Altamente probable.

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora