capítulo 41

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sofía ortiz

No sé en qué momento, pero me había quedado dormida llorando en la cama. No era difícil averiguarlo, ya que cuando me levanté para ir al baño mis ojos estaban hinchados como dos pelotas de beisbol, y aún encima seguía vestida igual que ayer.

Me di una ducha lenta, intentando relajarme debajo del agua caliente (casi hirviendo), aunque con la música sonando en mi móvil al volumen máximo en un intento bastante pobre de entretener a mi mente de lo que había pasado ayer.

No sabía qué había pasado, o por lo menos no lo había asimilado. ¿Eso era una confesión? Si lo era, ¿yo sentía lo mismo? Es decir, sí, la idea de estar con él en algo cerrado me gustaba pero es cierto que no nos conocíamos prácticamente.

Tal vez no éramos compatibles o tal vez solamente teníamos curiosidad después de tanto tiempo. Lo que sí sabía, es que él me confundía. Y mucho. No me gustaba verle con su novia, me sentía mal de una forma que no daba explicado, al igual que sentía la necesidad de estar cerca de él, y que cada vez que le veía aunque fuese a lo lejos algo se me removía por dentro.

Dios, estaba totalmente delirante. Él no iba a dejar a su pareja estable por una chica que conoció hace cuatro años y sólo había visto una noche. No tenía sentido, no podía ilusionarme por esto. Era imposible.

Salí de la ducha, con el pelo mojado y con un chándal que se veía claramente gastado por el uso, con una sudadera que era por lo menos tres tallas más grande de lo que debería.

Mi imagen era una representación del desastre que tenía en la mente, además de que tenía que hacer la maleta para irme de vuelta a Madrid con una resaca bastante mala. Al menos podía consolarme en que en unos días María y yo nos iríamos a Mallorca, vacaciones pagadas por Red Bull con mi mejor amiga, la única que realmente podría deshacer el lío que Carlos Sainz ha dejado en mí.

Oí como llamaron a la puerta, frunciendo el ceño. No había pedido servicio a la habitación, creo... Oh, igual eran los de la limpieza. Tengo que decirles que vuelvan un poco más tarde y...

Vale. No eran los del servicio del hotel. Aunque, sinceramente, lo hubiese preferido a encontrarme media parrilla agolpada en mi puerta, prácticamente ocupando el pasillo en su totalidad.

— Eh... Yo... ¿Necesitáis algo? — Fue lo primero que se me ocurrió decir, en mi defensa, tener a más de media docena de tíos imponentes delante tuya no te permite pensar mucho.

— Nos... ¿Nos dejas pasar? — Ricciardo fue el primero en hablar

— ¿Hm? Ah, sí, claro... Bueno, está todo hecho un desastre porque estoy haciendo la maleta aún... — Expliqué, mientras me apartaba a un lado. Con ellos en frente de mí directamente, no podía huir o inventarme una excusa. Me habían acorralado.

Entraron uno detrás de otro, y yo cerré la puerta cuando todos estaban dentro, era gracioso verlos, porque mi estancia tampoco era tan grande. No era una suite, era una sala estándar, que desde luego no estaba preparada para recibir a tanta gente.

— Yo... Bueno, nosotros, queríamos pedirte perdón — Yuki empezó, y yo giré la cabeza confundida. ¿Por qué se estaban disculpando? — Deberíamos haber intervenido... Son nuestros amigos, y nos quedamos parados como si nada.

— Sí, deberíamos habernos metido. Los dos... — Lewis miró al neerlandés a su lado — Fueron unos idiotas, pero nosotros también por dejarlos estar.

— Yo en realidad no me arrepiento de nada — Max habló, llevándose un codazo de Russell — ¡Eh! Todos pensábamos lo mismo de Sainz, y a mí me estaba cansando ya tanto teatro. Algo le pasa, y había que abrirle los ojos... — Un golpe más fuerte le fue propinado — Vale, vale, admito que no fue la mejor forma. ¡Lo siento por eso! Pensándolo debió ser bastante vergonzoso para ti, perdón...

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora