capítulo 25

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sofía ortiz

No podía creer que me había acostado con el puto Max Verstappen. Consideré que meterme con un piloto no había causado el suficiente daño a mi imagen, sino que había decidido repetir la experiencia. Quería darme de cabezazos contra la pared.

Ni siquiera había tenido la valentía de decirle nada, ni de enviarle un mísero mensaje. Pensé si debería avisarle de que me vería más a menudo, o por lo menos comentarle que estaré merodeando por el garaje, pero sólo de pensarlo me moría de vergüenza.

No me arrepentía especialmente, las cosas como son. El neerlandés era guapo. Muy guapo. Pero me sentía como una groupie, como si me hubiera aprovechado de él. Aunque estaba bastante segura de que esas palabras que resonaban en mi mente, no eran mías, sino producto de lo que cierto español me dijo en mi habitación de hotel.

Aún así, no podía evitar esa sensación amarga que cargaba en mi cuerpo desde hace días. Ya hacía dos días que había dejado la ciudad catalana, tras una videollamada muy larga con María en la que la conclusión a la que llegamos es: el ser humano es el único que tropieza con la misma piedra dos veces.

La diferencia es que no habían sido dos. Los encuentros con Carlos a escondidas, en los que teníamos un constante tira y afloja, también fueron un error, que no hizo más que avivar las llamas. Tanto así, que ahora ya no solamente me encontraba trabajando en el mismo sitio que el chico con el que había estado hace años, sino también con el que había estado hace apenas una semana.

Sin embargo, no podía permitírmelo. No podía seguir pensando en mis (numerosas) cagadas. Más que nada porque tenía que hacer la maleta hacia el siguiente gran premio en Austria, lugar donde me encontraba aún bajo más presión, al ser el lugar de origen de la escudería.

Me iba a la noche, llegando a lo que sería allí la madrugada. Ya tenía acceso a todas las cuentas de redes sociales, con un par de fotos preparadas de la anterior carrera, y una nueva dinámica en mente para subir al canal de YouTube.

Debido a la importancia de este circuito, era fundamental tener bastante contenido de todo el equipo, y yo era la encargada de ello. Supongo que eso era lo que llamaban entrar por la puerta grande.

Por si eso no fuera suficiente, tenía que llegar antes para presentarme a todo el equipo de forma adecuada. De hecho, me habían convertido en la invitada de honor de una recepción que harían allí antes del fin de semana, conmemorando que es su carrera en casa.  Sin presión, ¿no?

Lo mejor que podía sacar, es que la escudería era quien pagaba por el viaje en avión, lo cual me dio margen para meter mucho más ropa en la maleta, sabiendo que los gastos si pesaba más de lo estipulado, correrían de su cuenta y no tendría que reciclar ropa constantemente.

Además, ¿qué podría pasar? Un anuncio público para proclamarme como la nueva directora de  redes de Red Bull, la encargada de dirigir todo el contenido que se pusiese en Internet. Y todo eso con dos pares de ojos muy encima de mí, unos azules y otros marrones. Dios, podía sentir un agujero en mi estómago.


***


Había terminado de arreglarme por fin. Mis manos habían temblado mientras me maquillaba, pero seguía intentando autoconvencerme de que no pasaba nada, a pesar de que mi cuerpo no parecía estar tan de acuerdo. Llevaba un vestido largo de seda azul marino, que se ajustaba a mi cintura y después caía con gracia, elegante pero cómodo. Con mis fieles tacones (que eran los que más aguantaba, aunque esperaba poder escaquearme a las horas pues inevitablemente empezarían a doler) terminé el atuendo.

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora