capítulo 46

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carlos sainz

¿Me creeríais si digo que nunca he sido una persona especialmente celosa? Si, puede que viese alguna actitud por parte de un hombre hacia mis parejas que no me gustase, pero nada más.

Nunca era algo que me hiciera enfadar en exceso, ni que me preocupara demasiado. Asumía que si ellas les prestaban atención, ese era su problema. 

Pero con Sofía... Sentía que mi sangre hervía.

¿Por qué? Supongo que porque esta vez sí me importaba si ella les hacía caso. Porque sabía cómo se sentía que ella te echase una segunda mirada, que mostrase interés. Sabía lo que ella provocaba en mí, y odiaba el pensamiento de que ella pudiese hacerle eso a alguien más.

No me gustaba pensar que otra persona fuese capaz de despertar en ella lo que conseguía yo. Esa mirada llena de brillo en sus ojos marrones, esa sonrisa deslumbrante, y esa risa que podía iluminar una habitación entera.

Por eso, cuando oí como mi amigo se había sobrepasado hasta el punto de hacerla sentir incómoda, no me controlé. No podía hacerlo, no quería eso para ella.

Y yo me encargaría de que se le olvidase.

La chica frente a mí seguía sin responder, así que solamente me dejé llevar por mis impulsos, que a estas alturas tampoco estaba controlando, y la besé de nuevo, pero esta vez no me quedé sólo ahí.

Continué besando su cuello, esta vez de manera más delicada porque no quería cruzar la línea, pero cuando ella echó su cabeza para atrás y su mano fue a mi cabello, empujándome más hacia su piel, supe que ella no quería eso.

Con esa acción acabé cediendo a que toda mi mente decía, mordiendo y dejando marcas en su piel, mientras mis manos subían de su cadera hacia sus pechos, jugando con ellos por encima de la tela.

—¿Te tocó aquí?—Insistí, totalmente cegado por la imagen de ellos en una situación mínimamente parecida

—Carlos...—Jadeó en mi oído, y yo sólo apreté un poco más fuerte, jugando con ella, haciéndola gemir

—Es una pregunta de sí o no, nena, responde...—Repetí

—S-sí...—Prácticamente susurró, y de no tener su boca pegada a mi oreja no la hubiese escuchado. Pero lo hice, y la idea sólo me hizo gruñir contra su piel, esta vez levantando su top y su sostén, sin quitarlos completamente. —Joder...

De haber estado en una situación diferente, menos precipitada, me hubiese tomado el tiempo de hacerlo todo con más calma. Recostarla en una cama, quitarle toda su ropa y darme el tiempo de admirar su cuerpo que no había conseguido sacarme de la mente en cuatro putos años. 

Pero no era el caso.

Me alejé de su cuello solamente para acercarme a la nueva parte expuesta de su cuerpo. Dios, era aún mejor que lo que recordaba. Y tan apetecible que no pude evitar morder uno de sus pezones, escuchando su gemido bajo.

Ella había apoyado sus manos detrás suya, en el capó, dándome total acceso, y yo estaba encantado con la idea. Me estaba permitiendo hacer lo que quisiera, y no pensaba desaprovechar la oportunidad.

Esto no era sobre mí. Sino sobre la castaña que se veía como una jodida diosa encima de mi Ferrari.

Jugaba con sus tetas, completamente a mi disposición, mientras chupaba y mordía una, la otra estaba siendo atendida por una de mis manos. Dejaba marcas, llevado por la lujuria, que sabía que tardarían días en irse, pero no podía importarme menos.

Me aparté un poco, viéndola a sus ojos, ahora cristalizados del placer, pero no apartaba su mirada de mí. Me mordí el labio, mientras me acercaba a volver a besarla porque, joder, su boca era el puto paraíso.

one night stand | carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora