Capítulo 55: La casi-pérdida.

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Correr nunca había sido tan pesado para mí. Mis pies se hundían en la arena y por ello, más de una vez había caído al suelo, raspando mis rodillas. Era cierto que con estos ropajes, me sentía más veloz. El viento fluía entre mis extremidades y al ser capaz de apoyar por completo los pies, avanzaba más rápido.

Frené de nuevo, en busca de algún tipo de señal o marca de mi hermano, que pudiera guiarme hasta su paradero. Unos metros mas adelante, se hallaban dibujadas, huellas de pasos.
Alcé la mirada, y a lo lejos, sobre unas rocas desagradablemente familiares, vi a un avatar escalándolas. Un nudo se formó en mi garganta y un repentino escalofrío recorrió mi espalda. Sentía haber vivido antes esta situación, y algo me decía que su final iba a resultar ser fatal.

Continué la carrera y al llegar junto a las rocas, este ya había llegado al pico de unas.

Ley'ha: - ¡Jaeb! -lo llamé. - ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Baja, te puedes caer! - exclamé.

Observar cómo las olas furiosas chocaban contra las rocas con una fuerza implacable, me estremecía.
El rugido del mar resonaba en mis oídos, mientras el viento azotaba mi rostro con una intensidad casi dolorosa. En lo alto de las rocas, podía ver a mi hermano, quien luchaba por mantenerse en pie mientras las olas lo rodeaban, amenazando con arrastrarlo hacia el abismo. Su figura parecía diminuta ante la inmensidad del océano enfurecido, y mi corazón se aceleraba con el miedo de perderlo ante la implacable furia de las aguas.

Jaeb: - ¡¿Por qué siempre la cago en todo?! - preguntó, contemplando la magnitud del agua.

Ante el grito de Jaeb, un silencio tenso se apoderó del aire salado que rodeaba la costa. Mis palabras se perdieron en el rugido del viento y las olas que continuaban golpeando implacablemente las rocas. Mi mente estaba en blanco, incapaz de encontrar consuelo o solución frente a la desesperada situación. En ese momento, no quería arriesgarme a decir alguna palabra que pudiese arruinar más la situación.

Jaeb: - Yo solo.., quiero hacer feliz a todo el mundo. - confesó. - Y al final..., siempre acabo arruinando todo. - reconoció.

Ley'ha: - Jaeb... - mi voz apenas era un susurro, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para calmar su tormento interno.

En ese momento, me sentí impotente, deseando poder encontrar la manera de ayudarlo a encontrar la paz que tanto anhelaba.
El corazón se me heló al ver a Jaeb dar un paso hacia el borde de las rocas, desafiando las violentas embestidas del mar.

Ley'ha: - ¡Jaeb, detente! - grité, mi voz quebrándose por el miedo.

Mis pies parecían estar pegados al suelo, incapaces de moverse hacia él. El agua salpicaba su ropa, y el viento azotaba su cabello, pero él permanecía inquebrantable frente a la furia del océano. En ese momento, el tiempo parecía detenerse, y el mundo entero se reducía a la desgarradora imagen de mi hermano al borde del abismo, luchando contra sus propios demonios.

Jaeb: - Yo... he estado pensando. ¿Qué pasaría si me voy? - preguntó, con la voz más rota que jamás antes había presenciado. - Tú, no tendrías que hacerte cargo de mis problemas, y...- hubo un silencio.

Me quedé sin aliento al escuchar las palabras rotas de Jaeb, cargadas de una angustia que cortaba más profundo que cualquier ola.

Ley'ha: - Jaeb, por favor, no hables así. - supliqué, con mi voz,apenas un susurro frente al estruendo del mar. - No puedes irte. No puedes dejarme aquí sola.- repliqué.

El peso del silencio que siguió parecía aplastarnos, envolviéndonos en una oscuridad abismal mientras luchábamos por encontrar una luz en medio de la desesperación.

Nueva vida//NeteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora