CAPÍTULO 43

43 6 26
                                    

Estaba sumida como en una neblina que iba desapareciendo poco a poco. Empezó a despertarme un dolor intenso en el hombro que sólo hacía que intensificarse. Empecé a moverme en la cama sin saber muy bien qué hacer pero no queriendo despertarme del todo. Abrí los ojos pesadamente cabreada y dolorida. Estaba boca arriba en mi cama y me llevé la mano al hombro que me dolía. Noté las vendas y un pinchazo cuando cerré mi mano sobre él. Mi otra mano estaba pegada a mi cuerpo para impedirme moverlo.

Fue entonces cuando me acordé del día anterior. Aquellas malditas pastillas me habían nublado la mente por completo y no recordaba mucho más después de haber visto a los chicos en la cafetería.

Miré a mi alrededor y vi a Chan al otro lado de la cama. Una leve sonrisa me cruzó la cara al verlo dormir plácidamente. Estaba guapísimo, siempre lo estaba. Se había quedado casi al borde de la cama pero tenía un brazo estirado hacia donde estaba yo. Su mano yacía en mi vientre, debajo de la sudadera enorme gris que llevaba. La calidez de su tacto y ver cómo se había estirado sólo para estar unido a mí hizo que el dolor del hombro fuera un poquito mejor.

Respiré hondo y cogí su mano con delicadeza para que no se despertara. Llevaba varios días despertándome así y la felicidad que sentía nada más despertarme, dormir de un tirón... Era maravilloso.

Aún era de noche pero el cielo se estaba aclarando lentamente por lo que supuse que sería hora de levantarse. Con cuidado, separé la mano de Chan y me levanté sentándome al borde de la cama.

El dolor se intensificó en cuanto me moví. No pude evitar quejarme en susurro mientras me mentalizaba para ponerme en pie y ver el dolor real al moverme.

Antes de eso, noté unos ligeros golpes en la cama. Me giré y vi la mano de Chan palpando donde antes me encontraba. Luego, su cabeza se alzó de golpe y, apoyándose con un brazo sobre la cama, me buscó con la mirada hasta que me encontró.

— ¿A dónde vas? —preguntó soñoliento sin poder abrir los ojos del todo. Estaba realmente adorable.

— Voy a levantarme, creo que es hora de trabajar.

— Mmmmm, quédate en la cama, tienes que descansar —su mano tanteó el espacio entre nosotros hasta que me encontró y tiró levemente para que volviera a acostarme.

— Tengo que trabajar Channie —respondí con una sonrisa cogiendo su mano y dándole un beso suave.

— No no, tú hoy no trabajas —fue escurriéndose poco a poco hasta que estuvo a mi lado y tiró con algo más de fuerza.

— ¡Ay! —me quejé por el tirón que me había dado el hombro al moverme.

Chan se incorporó de golpe en cuanto me escuchó. Los ojos se le abrieron de par en par y me miró con preocupación.

— ¿Te he hecho daño? ¿Te duele mucho?

A pesar del dolor, una sonrisa tímida cruzó mi cara al verlo tan preocupado.

— He sido yo al moverme, no te preocupes.

— ¿Pero te duele?

— Mmmmm —me lo pensé un par de veces porque si admitía que me dolía bastante me obligaría a descansar y sabía todo lo que tenía que hacer— un poco...

Su ceño se frunció con mi contestación.

— Te duele bastante, ¿verdad?

Apreté los labios y dejé de mirarlo. Jamás había sido una buena mentirosa y sabía que podía leerme como un libro abierto.

— Ya decía yo —dijo cogiéndome con cariño de la cintura y tumbándome medio en la cama, medio sobre él— No te puedo impedir ir a trabajar pero vamos a quedarnos sólo un ratito más aquí, por favor —volvió a meter la mano por debajo de mi sudadera acariciando mi cadera y pegó su nariz en mi cuello.

Sin RemedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora