CAPÍTULO 41

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Estuve un rato observando la puerta aguantándome las ganas de llorar hasta que salí de allí y empecé a buscarlo. No logré encontrarlo, así que supuse que se había ido a casa enfadado y que lo mejor sería no molestarlo por hoy, aunque la ansiedad me estaba comiendo por dentro.

 No logré encontrarlo, así que supuse que se había ido a casa enfadado y que lo mejor sería no molestarlo por hoy, aunque la ansiedad me estaba comiendo por dentro

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Me fui a casa y llamé a Ann, a la gran y todopoderosa Ann que siempre me apoyaba.

— Joder tía, sí que eres imbécil, sí —dijo nada más le conté lo que había sucedido.

— Ann, esto va en serio, se ha enfadado muchísimo. La he cagado pero bien —dije tumbándome en la cama y respirando hondo.

— Pero... a ver, primero vamos a entender por qué has dicho eso...

— Porque es lo que siento.

— ¿De verdad piensas que vais a dejarlo?

— Ann... Él vive aquí en Seúl y yo vivo a diez mil putos kilómetros, ¿cómo va a terminar sino?

— Pero a ver... hija mía, existen las relaciones a distancia, los aviones, los móviles, las videollamadas. Si tuvierais que comunicaros por carta pues a lo mejor lo entendería pero... Antes que todo eso, ¿por qué estás pensando ya en el final?

— ¿Tú sabes lo que es la ansiedad? —pregunté irónicamente y pude oír cómo resoplaba al otro lado de la línea.

— Sí, lo sé, pero no puedes permitir que se apodere de ti, quiero decir, siento decírtelo pero estoy con Chan. Yo también me habría enfadado mucho. No puedes decirle eso a una persona con la que estás empezando.

Me quedé callada recordando la conversación con él y cómo había escalado todo muy rápido. Recordaba los nervios que se me habían instalado en el estómago en cuánto me dijo que la canción iba sobre mí. Tenía miedo de que pasara a algo más serio porque, según mi experiencia, eso significaba dolor y no quería sentirlo.

— Sí, entiendo que se haya enfadado, la verdad. Yo también estoy enfadada conmigo misma.

— Lucy... Ambas sabemos porqué te comportas así, ambas sabemos lo que pasó pero, eso no tiene porqué volver a suceder, ¿lo sabes, no? No todos los hombres son así... Aunque hay una gran mayoría que sí —dijo con la voz algo más baja que me hizo soltar una carcajada— No, pero en serio te lo digo. No le puedes hacer esto a ese trozo de pan coreano, ni a ti.

La gran y todopoderosa Ann tenía, como siempre, la razón. Aunque me niegue a dársela. La charla me vino genial porque, pocas personas me conocen como ella y sabe por todo lo que he pasado y cómo me comporto, así que sabe lo que tiene que decirme y cómo decírmelo.

Esa noche prácticamente no dormí intentando comprenderme e intentando entender lo que me había llevado a decirle eso, a sentirme así. Intenté prepararme mentalmente para, cuando lo viera al día siguiente, que mis palabras salieran (primer paso) y, sobre todo, hacerle entender lo que pasaba en mi cabeza.

Sin RemedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora