CAPÍTULO 51

40 5 16
                                    

Caminaba nerviosa queriendo ir al hotel o a algún lugar donde resguardarme, pero no sabía en qué dirección estaba yendo. Sólo caminaba rápido intentando con todas mis ganas frenar la ansiedad que me acechaba en el pecho.

Pegué un brinco al notar el móvil vibrar en mi mano. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo estaba sujetando con tanta fuerza. El nombre de Channie brillaba con insistencia en la pantalla.

La Lucy asustada y con pánico se negaba a cogerlo. "Necesitamos estar a solas", me gritaba. Sin embargo, esa no era la Lucy que quería ser o, al menos, no la Lucy que se merecía Chan.

—¿Lucy? Lucy, ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —oí al responder. En su voz se notaba alarmado.

—Chris... —dije intentando calmar mis nervios— Es... estoy bien, no te preocupes.

—¿Dónde estás? —insistió.

—Voy al hotel.

—Voy hacia allá. Mándame tu ubicación y te recojo.

Se notaba que estaba acostumbrado a tomar decisiones rápidas.

—No, no, Chris, de verdad, no... Ahora no puedo.

—Sólo quiero estar contigo.

—Lo sé, pero de verdad que ahora mismo no puedo.

—¿Vas a des...? —la pregunta quedó suspendida en el aire.

—No voy a desaparecer —contesté lo más firme que supe—. Sólo necesito estar sola esta noche. Vente mañana al hotel por la mañana y te juro que te lo contaré todo, pero necesito esta noche para mí.

El silencio nos atrapó durante unos instantes hasta que volví a oír su voz.

—Está bien... Por favor, avísame cuando llegues al hotel. Mañana nos vemos.

—Gracias Channie.

—Lucy, te quiero.

—Te quiero, Chris.

Colgué lo más rápido que pude porque oír esas palabras habían desatado la ansiedad.

***

Aquella noche no dormí ni un minuto. Después de horas llorando e intentando calmarme, decidí meterme en la cama para nada. Lo único que conseguí fue dar vueltas y vueltas con millones de recuerdos y sentimientos emanando de mi cabeza.

Como había prometido, la puerta de mi habitación sonó a las 9 de la mañana. Me levanté pesadamente con la manta envolviéndome. Respiré hondo y la abrí. Chan estaba al otro lado, su cara describía la pena de mi corazón y, en cuanto lo vi, me eché a llorar.

Dio una zancada salvando la distancia que nos separaba y me abrazó con fuerza. Mis manos treparon por su cuerpo y se aferraron a su espalda.

Cerró la puerta tras nosotros y me condujo hasta la cama donde nos sentamos.

—Lo siento —sollocé contra su cuello.

—No no no, babe, no digas eso.

Se separó un poco de mí para mirarme a los ojos y acariciar mi pelo.

—Sí, siento haber desaparecido así, pero te juro que no podía estar ahí ni un segundo más.

—Lucy —me cogió la cara por la barbilla y la alzó levemente—, me cogiste el móvil, me avisaste cuando llegaste y me dijiste que viniera. Noto tu esfuerzo y te lo agradezco.

—Lo hice por ti, sabía que estarías preocupado y no quería que lo pasaras mal.

—Gracias, de verdad. Sé que tu instinto te dice que tienes que estar sola y lo he respetado, sabiendo que al menos estabas segura en el hotel.

Sin RemedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora