CAPÍTULO 49

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Una y otra vez sus labios se juntaban con los míos. Podía notar todo el amor que tenía para mí en cada uno de ellos y yo intentaba corresponderle. Tenía tanto amor para él dentro de mí que me desbordaba. Sólo esperaba ser capaz de demostrárselo.

Estaba concentrada en la forma en que sus labios se ajustaban a los míos y en sus manos subiendo y bajando con cariño por mi espalda cuando me vino un olor a quemado.

—¡Dios mío! —exclamé apartándome de él— ¡la comida!

Fui corriendo a la sartén para comprobar que una parte del pollo se había torrado un poco más de lo normal.

Fuck... —susurré apartándolas en un plato.

Oí una risilla a mis espaldas y, al momento, tenía a Chan abrazándome por detrás y apoyando la cabeza en mi hombro.

—Está un poco...

—Está perfecto —dijo al instante—. Huele de maravilla.

—Bueno... Sólo es una parte, puedes quitarla.

—Está más crujiente, tal y como a mí me gusta.

Me apretó entré sus brazos y dejó un beso en mi cuello.

—Mira que eres bobo —reí—. Pon la mesa mientras aparto el ramen.

Chan asintió y empezó a coger palillos y servilletas. Al poco le serví mientras me esperaba dando saltitos en la silla.

—¿Tú no vas a comer? —preguntó viendo que sólo llevaba un cuenco de ramen.

—No no, tengo que admitir que esa es la segunda tanda de pollo que he hecho. La primera está aquí —dije señalándome la tripa—. No te he esperado porque pensaba dejarlo hecho y volverme al hotel.

—Pero te vas a quedar, ¿no? —sus ojos se redondearon mientras ponía un puchero.

—Por supuesto —contesté riéndome de sus tácticas. No había nada que me separara de él esa noche.

Alzó los puños lleno de alegría y se acercó para besarme. Luego cogió los palillos y comenzó a comer.

Fuck... Esto está muy pero que muy bueno, babe, muchísimas gracias por la comida. En serio, no tenías porqué hacerlo.

—Sí que tenía, sé que no has comido mucho estos días —sonreí por el apelativo cariñoso. En su boca sonaba demasiado bien.

Me acercó su mano y empezó a cerrarla y a abrirla para que se la cogiera mientras me miraba con los carrillos llenos. Entrelacé su mano con la mía y se la acercó para besarla susurrando un "gracias".

No la soltó en ningún momento, ni siquiera cuando empezó a comerse el pollo.

—¿No quieres tu otra mano para comer mejor?

Negó con la cabeza mientras forcejeaba con el pollo cogido sólo con su mano libre. Me reí e intenté separame, pero la apretó más y gruñó como un perro al que intentan quitarle su comida.

—Vale vale, perdón —me hacía tanta gracia que no podía parar de reír.

Se le veía tan contento, tan feliz, que sólo quería que estuviera así siempre. Mi madre tenía razón en que al corazón de un hombre se llega por el estómago.

—Vamos a poder con esto, ¿verdad? —pregunté después de mirarlo durante un rato.

Dejó de comer y me miró con el afecto con el que siempre me miraba.

—Vamos a poder con todo —aseguró acariciando con el pulgar el dorso de mi mano—. Sólo tenemos que ser un poco más cuidadosos en el edificio.

—¿Eso significa no follar delante de JYP? —bromeé.

Sin RemedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora