CAPÍTULO 38

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Chan se metió en el baño para darse una ducha rápida y cambiarse para ir al edificio y Félix había vuelto a entrar en el cuarto donde supuse que estaba descansando mi hermano.

Sin saber qué hacer, estuve un poco más en el balcón mirando el sol salir, dándome los buenos días mientras pasaba un dedo lentamente por mis labios.

— Noona —oí a mi espalda— Nos vamos ya. —Félix tenía los ojos hinchados y rojos. Su cara reflejaba no haber dormido en toda la noche— Quería despedirme de ti.

— Ven aquí, amor —le dije abrazándolo. Ya no lloraba, supuse que no le quedaban más lágrimas o que estaba tan cansado que no tenía fuerzas para hacerlo— Todo irá bien. Nos vemos en una semana.

Félix me miró con una cara de tristeza que no le había visto nunca y asintió. Entró al salón y pude ver a Chan, duchado y cambiado, esperando a su amigo con la mochila en la espalda en medio del salón mirándonos. Entré con él y los acompañé hasta la salida.

— Podéis quedaros todo el tiempo que queráis —comentó Chan desde el marco de la puerta— Ya sabes, es vuestra casa. Aseguraos de cerrar bien y ya.

— Vale, gracias.

Se quedó unos segundos parado mientras nos mirábamos. Yo aún llevaba su nórdico rodeándome el cuerpo porque olía a él y el frío me había calado bien adentro. Los pasos de Félix se oían ya lejanos mientras bajaba las escaleras. Suspiró largamente y se dio la vuelta.

— Espera, Chan —dije rápidamente.

Mi abrazo lo pilló tan de sorpresa que trastabilló un poco hacia atrás. Lo noté sonreír contra mi pelo.

— Pásalo bien, Lucy.

— No trabajes mucho, Channie.

Nos separamos lentamente hasta que oímos la puerta del patio abrirse. Lo último que vi de él fue cómo bajaba los escalones de tres en tres.

Me quedé unos instantes mirando por donde se había ido con una mezcla de sentimientos. El nórdico se me había escurrido de los hombros y descansaba en la puerta. Lo recogí y entré pesadamente dentro. Fui directa a la habitación donde estaba Liam. Abrí la puerta con cuidado por si estaba durmiendo y me encontré con un bulto hecho una pelotita en la cama de Félix. Caminé hasta ella y me tumbé con él abrazándolo por la espalda. Su mano se aferró a la mía mientras sollozaba bajo las mantas.

***

— ¿Estás seguro de que no quieres pasar aunque sea cinco minutos por el edificio antes de irnos? Tenemos tiempo—pregunté a Liam que miraba serio a la nada. Estábamos en la puerta del hotel esperando al taxi que nos llevaría al aeropuerto.

— Hemos estado hablando toda la noche, todo lo que teníamos que decirnos nos lo hemos dicho. Nos hemos despedido en su casa... Si voy ahora allí, me derrumbaré.

— Está bien, sólo quería preguntar una última vez.

— Pero si quieres ir tú, puedo esperar en la puerta.

— No, sólo estaré una semana fuera.

Liam asintió aún con la mirada perdida entre los coches que pasaban cerca nuestra. Me había contado que, como Chan y yo, no habían dormido, se habían pasado toda la noche hablando y haciendo el amor. Habían hablado de lo que significaban el uno para el otro, de todo lo que habían sentido en las dos semanas que habían estado juntos. Ambos concordaban en que no era un capricho tonto o un amor efímero de un viaje, que ahí había algo más pero... PERO la distancia y sus vidas no se juntaban en ningún momento. Liam no podía ni quería dejar su empresa y Félix no se podía mover de Corea por su trabajo, así que habían decidido seguir en contacto pero sin obligaciones y sin exclusividades.

Sin RemedioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora