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Tadashi Yamaguchi

Estaba en mi estudio de arte, inmerso en mi propia burbuja de creatividad. Los trazos salían de mis manos sin pensar demasiado, dejándome llevar por mi mente e inspiración. El arte era la única forma de calmar lo que sentía.

Al terminar, observé mi obra y me di cuenta de que había pintado la silueta de Atsumu, con un fondo oscuro. Algo me llamó la atención. Su rostro estaba borroso y pequeñas manchas rojas lo cubrían. Sentí una punzada de pánico en el estómago.

Me levanté de golpe, dándole la espalda a la obra. No quería verla. No quería recordar lo que había hecho. Me apoyé contra la pared, tratando de controlar mi respiración. Las imágenes de la noche anterior me asaltaban

No podía seguir así.

El arte debía ser mi refugio, no un recordatorio de mis acciones.

Intenté calmarme, pero las manchas rojas en la pintura me recordaban la sangre, y el rostro borroso de Atsumu me perseguía. Sentí que la habitación se cerraba sobre mí y necesitaba a alguien que me contuviera.

Eso hice, le envié un mensaje a Tsukki diciéndole que venga.

No pasó mucho tiempo antes de que se presentara en mi estudio

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No pasó mucho tiempo antes de que se presentara en mi estudio. Observó la obra con detenimiento, sus ojos recorriendo cada detalle.

—¿Qué opinas? —le pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

—Es buena, pero oscura —respondió, como esperaba.

Rodé los ojos. —Eso ya lo sé, Tsukki. Lo que no entiendo es por qué sigo pintando mis crímenes.

Se encogió de hombros. —La mente es algo especial e inexplicable.

—Eso no me sirve de nada —dije. Me dejé caer en mi escritorio, recostando la cabeza sobre la madera.

Sentí su mano acariciando mi cabello con delicadeza. —Todo estará bien —dijo—. Tus obras son buenas, sin importar lo que signifique.

—No sé cómo hacer para que estos recuerdos dejen de atormentarme.

—Quizás no puedas olvidarlos. Pero puedes aprender a vivir con ellos.

 Pero puedes aprender a vivir con ellos

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Shoyo HInata

Estaba recostado en el sofá, mirando el techo sin realmente verlo. La sala estaba en penumbra, solo iluminada por la tenue luz de la lámpara en la esquina. Sentí a Kageyama inclinarse y dejar un beso en mi espalda desnuda, su toque cálido y reconfortante en medio de todo el caos.

—Shoyo —susurró, su voz suave—. ¿Estás bien?

—Sí, solo...estoy pensando —respondí, girando la cabeza para mirarlo.

Se acomodó a mi lado, y envolvió mi cuerpo—¿En qué piensas?

—En nosotros, en lo que implica estar juntos y ser parte de los Ravens. No sé cuánto tiempo podamos durar así, pero quiero hacer todo lo posible para que funcione.

—Yo también, Shoyo. Sé que es difícil, pero tú eres lo más importante para mí. Pase lo que pase, quiero que estemos juntos.

—A veces me pregunto si podemos tener una vida normal —dije apoyando mi cabeza en su pecho—. Si podemos escapar de todo esto.

—No lo sé —respondió—. Pero lo que sí sé es que no quiero perderte. Ni ahora, ni nunca— besó mi frente— Prométeme que harás todo lo posible para sobrevivir si algo malo pasa.

—Lo prometo.

Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora