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Shoyo Hinata

Me encontraba en una habitación sin nada más que paredes grises. Estaba atado a una silla y no podía moverme. Me habían quitado todas las armas y me habían dejado solo. No entendía por qué mi madre había vuelto. Ella se había ido y se había llevado todo lo malo de mi vida. ¿Por qué ahora?

La imagen de mi hermana Natsu pasó por mi mente. Solo esperaba que mi tía la protegiera y no dejara que nuestra madre la tomara a ella también. De repente, la mujer entró en la sala y me miró con diversión. Tomó una silla y se sentó frente a mí.

Le escupí en el rostro.

—Tienes más agallas que la última vez que nos vimos— dijo— Ya te pareces más a mí.

—La última vez que me viste fue en un incendio que provocó tu gente —le respondí—. Y nos dejaste morir a Natsu y a mí dentro. Si no fuera por los bomberos, estaríamos muertos.

—Eso era lo que quería, deshacerme de ustedes de una vez por todas.

Guardé silencio por un momento y murmuré—Fue lo mejor que pudiste hacer. Ahora vivimos mejor.

Me tomó del rostro con fuerza—Es mejor que comiences a regular tu tono y las mierdas que dices. No me gustan los maleducados.

—Suéltame —le pedí, temblando. Tenía miedo de ella y la odiaba por todo lo que me había hecho pasar: las golpizas, ver cómo mataba personas, los robos, todo.

Se rió al verme asustado y me soltó. Sacó un cuchillo de su bolsillo y acarició la hoja con lentitud. Lo reconocí al instante. Era uno de los cuchillos de Yamaguchi.

El terror volvió a crecer por mi cuerpo, pero esta vez era distinto, era parecido al sentimiento que tuve cuando me enteré que Natsu fue abusada.

—¡¿Dónde está Yamaguchi?! ¿Qué le has hecho?

—Está en otra sala —respondió con frialdad—. Y no lo dejaré ir.

—¡No le hagas daño! Por favor, lastímame a mí, no a él.

—No le haré daño si vienes conmigo.

—No haré tu trabajo sucio.

—Ya haces trabajo sucio para los Ravens— soltó una risa.

—No es lo mismo. Los Ravens sí son una verdadera familia que me quiere.

Colocó el cuchillo en mi barbilla y me miró con una sonrisa maliciosa—Nadie nunca te querrá, ellos no son la excepción, ¿dónde están ahora?

—Vendrán a buscarme y nunca más volverás a verme, acabaré con tu maldito imperio.

Se levantó de golpe—En ese caso, tu querido amigo sufrirá lo peor.

En ese momento, apareció un hombre y mi madre comenzó a irse. Intenté liberarme de las cuerdas y le grité desesperado.

—¡No toques a Yamaguchi!

Pero ella ya se había ido, dejándome con una sensación de impotencia y temor que nunca había sentido tan intensamente.

Pero ella ya se había ido, dejándome con una sensación de impotencia y temor que nunca había sentido tan intensamente

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Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora