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Daichi Sawamura

Me encontraba en el hospital, no había habido noticias de la camioneta por lo que decidí ir a darle las actualizaciones del caso a Suga. Él se encontraba recostado en la cama con la carpeta llena de información entre sus manos. Tenía mucho mejor aspecto que hace unos días, pero aun así su espalda no mejoraba y no podía ni sentarse sin que le doliera.

—¿Qué opinas?— pregunté.

—Nada parece ser muy seguro, ¿dices que Asahi y Shimizu están interrogando a la tía de Shyo?

—Eso deberían estar haciendo.

—¿Y Akiteru?

—Afuera, dijo que debía llamar a su hermano porque era su cumpleaños y no lo había visto en todo el día.

—¿Tiene un hermano?

—Raro, ¿verdad? Nunca lo conocí.

—Yo tampoco. Debe ser su pequeño secreto— dejó la carpeta a un lado, su mirada era tranquila pero sabía cuando debía dolerle tanto física como emocionalmente toda esta situación— Ten cuidado, ¿esta bien? Lo digo en serio, Daichi. Trata de que nadie resulte herido, ni un Raven ni un policía. Son niños aun.

—Creo que dejaron de ser niños hace mucho tiempo, tuvieron que madurar tan rápidamente que se convirtieron en monstruos.

—No digas esas cosas, no son monstruos, son personas que tomar decisiones muy equivocadas

Quise responder, pero justo en ese instante Akiteru ingresa en la habitación con el teléfono en la mano— ¡Daichi! Vieron la camioneta cerca de aquí, tenemos que ir ya.

—Entonces, ponte en marcha.

—Entonces, ponte en marcha

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Kei Tsukishima

Conduje a toda velocidad, mis pensamientos centrados únicamente en encontrar a Shoyo y Kageyama antes de que la situación se complicara aún más. Nishinoya no dejaba de moverse inquietamente en el asiento trasero, su nerviosismo era palpable. Kinoshita intentaba calmarlo, aunque sin mucho éxito. Narita, sentado a mi lado, también trataba de mantener la calma, pero su respiración rápida delataba su ansiedad.

Miré por el espejo retrovisor y noté una patrulla siguiéndonos de cerca. El pánico se apoderó de mí por un instante antes de que tomara una decisión.

—¡Nos están siguiendo!— anuncié con voz tensa y pisé el acelerador.

La camioneta rugió mientras tomábamos velocidad, pero la patrulla no se quedó atrás. Giré bruscamente en la primera esquina, tratando de perderlos en el laberinto de calles. El sonido de las sirenas se hacía más fuerte, resonando en mis oídos y acelerando mi pulso.

—¡Sujétense!— grité mientras tomaba otro giro cerrado, casi rozando los bordes de las casas.

Nishinoya y Kinoshita se aferraron a los asientos, y pude ver el miedo en sus ojos a través del espejo retrovisor. Narita se agarró del tablero con fuerza.

Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora