41.
Sawamura Daichi
La frustración se palpababa en el aire mientras observaba a Asahi salir de la sala de interrogatorios. Sus hombros caídos y su mirada sombría reflejaban el mismo desánimo que yo sentía.
—Akiteru sigue sin decir nada— murmuró con su voz cargada de decepción— Tenía algo, lo sé, pero ahora no importa. Si no podemos sacarle provecho, todo habrá sido en vano.
—Tranquilo, Asahi. Hay que celebrar todas las victorias, aunque sean pequeñas. Hemos logrado mucho hasta ahora, Los Ravens están acorralados, y nosotros tenemos la ventaja. Tenemos a todo su Pentágono.
—No estoy tan seguro. Son como tumbas, sin voluntad de hablar. Protegen a alguien, eso es seguro.
Asentí con la cabeza, comprendiendo su preocupación.
—Es cierto que han cerrado filas, pero eso no significa que sean invencibles. Hay que seguir presionando, buscando nuevas pistas, nuevos ángulos. Y si es necesario, usaremos métodos más contundentes.
—¿Te refieres a...?
—Exacto— confirmé— Si el dueño de la galería sigue resistiéndose a hablar, tendremos que usar otros métodos para obtener la información que necesitamos. No podemos permitir que nos detengan.
—De acuerdo, Daichi. Lo haré hablar, aunque sea lo último que haga.
Yu Nishinoya
La sala de interrogatorios me envolvió en una fría quietud, pero mi mente era un torbellino de recuerdos fragmentados. Las imágenes del accidente se reproducían una y otra vez, mezcladas con el olor a gasolina y el eco de las voces que discutían acaloradamente fuera del auto.
Recuerdo estar consciente, pero como en una bruma, luchando por mantenerme alerta. Mi cuerpo dolía, pero el verdadero dolor era la incertidumbre. ¿Dónde estaba Kinoshita? ¿Estaba a salvo?
Con un esfuerzo titánico, logré moverme hacia su asiento, estaba inconsciente cuando lo sacudí y se encontraba atrapado al tratar de sacarlo.
Las manos me temblaban, la adrenalina corría por mis venas como un torrente.
De pronto, una figura familiar apareció a mi lado. Narita, con su rostro marcado por la preocupación, me sacaba del auto, alejándome del peligro inminente. Me dejó a alejado del vehículo y volvió a éste diciéndome que sacaría a Kinoshita.
Un destello cegador y una onda expansiva sacudieron la tierra. El auto envuelto en llamas, el humo negro elevándose hacia el cielo. Un grito ahogado escapó de mis labios.
—Kinoshita...
La imagen del oficial de cabello largo sujetándome con firmeza mientras intentaba correr hacia el fuego se superpone a la del auto en llamas. Su voz resonaba en mis oídos, una orden firme pero compasiva.
ESTÁS LEYENDO
Partners in crime// Tsukiyama/kagehina
Teen Fiction"Nunca nos llevarás vivos Juramos que la muerte nos separará Llamarán a nuestros crímenes una obra de arte."