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Kei Tsukishima

—¡Detén el video, Yachi! —grité, incapaz de soportar más.

El audio de Shoyo había sido demasiado, incluso Kageyama había tapado sus oídos, pero el video... el video fue lo peor.

Casi nadie miraba la pantalla.

Me sentía impotente, recordando la voz suave de Yamaguchi llamándome "Tsukki" y su sonrisa. Algo se apretó en mi corazón.

—¿Qué descubrieron con esto? —preguntó Kuroo.

—El hacker llamado "El Vigilante" nos envió una dirección —explicó Yaku—. Shibayama encontró que era un almacén.

—¿Qué estamos esperando para ir? —preguntó Kageyama.

—Espera —lo detuve, ajustándome los lentes—. Debemos evaluar nuestras opciones.

Kageyama me señaló con el dedo, furioso—¡Deberías estar más preocupado por Yamaguchi y Shoyo! Eres un insensible. Además, esto es tu culpa. Los dejaste allí, dejaste que se los llevaran.

—Si hubieras estado vigilando la casa, podrías haberles avisado de la visita inesperada. Quizás no se los habrían llevado — respondí a la defensiva.

—¡No me eches la culpa a mí!

—Estoy preocupado, pero ahora es mejor tener la cabeza fría para no caer en una trampa.

—Eres un insensible. Parece que Yamaguchi no te importa lo más mínimo.

—¡Cálmense! —intervino Kuroo, pero ya era demasiado tarde.

Tomé a Kageyama por el cuello de la camiseta y lo estampé contra la pared—No sabes nada de lo que siento por Yamaguchi — grité, con el rostro a escasos centímetros del suyo.

—No pareces sentir nada en general —me espetó, sin inmutarse.

Lo solté— Mejor cierra la boca y vámonos de una vez.

Sonrió, con una chispa desafiante en los ojos— Así sí nos entendemos.

—Ravens, preparen el equipo— dije— Buscaremos a nuestros compañeros.

Kuroo soltó una risa y se dirigió a su propia pandilla— Nekoma, sigamos a nuestros aliados.

Kuroo soltó una risa y se dirigió a su propia pandilla— Nekoma, sigamos a nuestros aliados

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Mientras subía algunas cosas a la camioneta, noté que Yachi se acercaba.

—¿Necesitas ayuda? —me ofreció, tomando algunos bolsos.

Pero su nerviosismo hacía evidente lo que realmente quería: hablar.

—¿Qué sucede?— pregunté.

—Tengo miedo —dijo casi en un susurro, como si temiera que los demás la escucharan.

—El miedo es normal en estas situaciones.

—¿Crees que siguen con vida? —preguntó tomándome con sorpresa, no lo había pensado, tan solo quería encontrarlos—. Con lo que vi y escuché, temo que no sea así.

—Shoyo y Yamaguchi son fuertes. Han soportado muchas cosas como para morir así...

—¿Puedo ir con ustedes?

—Sí, pero ten cuidado —le advertí. Le mostré dónde estaba cada cosa por si quería usar un arma o un explosivo, pero ella negó con la cabeza.

—Nada de eso es lo mío —admitió.

—De todas formas, debes armarte —le dije, sacando un revólver y entregándoselo. Ella lo tomó con miedo.

—Solo lo usaré si es realmente necesario —dijo.

La miré a los ojos, tratando de transmitirle algo de la valentía que yo mismo estaba tratando de reunir.

¿Qué diría Yamaguchi en estos momentos? Debo pensar como un líder para que el equipo mantenga la compostura.

—Yachi, todos estamos asustados. Pero debemos mantenernos fuertes. Lo haremos por ellos.

Ella asintió, y juntos terminamos de cargar la camioneta, listos para enfrentar lo que viniera.

Ella asintió, y juntos terminamos de cargar la camioneta, listos para enfrentar lo que viniera

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Tobio Kageyama

—¡Necesito ir a buscar a Shoyo!— le grité a Kinoshita, quien había decidido junto a los demás que yo debía estar vigilando y no en el almacén.

—Te necesitamos como francotirador, eres el único que tenemos.

—Por favor, déjenme ir al campo —supliqué—. Necesito encontrar a mi novio.

Alrededor, todos parecían sorprendidos por mis palabras, menos Kenma, quien colocó su mano en mi hombro.

—El francotirador es el más importante de todos —me dijo con calma—. Puede salvarnos si algo malo sucede. Además, serás nuestros ojos en el cielo, el protector.

Sentí como el ego recorría mi cuerpo y, a pesar de que no estaba de acuerdo con esa parte del plan, sabía que tenía razón.

—Está bien, aceptaré —dije, resignado—. Pero si algo le sucede a Shoyo, los mataré a todos uno por uno. Ni Dios podrá detenerme.

El silencio que siguió fue pesado, cargado de tensión y miedo. Sabían que no estaba bromeando. Me aparté y comencé a preparar mi equipo, intentando mantener la calma mientras el pensamiento de Shoyo me impulsaba a seguir adelante.

Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora