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Kei Tsukishima

Los oficiales de policía y yo nos reunimos cerca de la camioneta, todo estaba oscuro. Sabía que este plan tenía que ejecutarse a la perfección o podríamos perderlo todo.

—Tenemos que ser precisos y rápidos— dije mirando a todos en la sala— Yo estaré en la primera línea. Quiero estar allí por si algo sucede.

—La Madriguera se quedará atrás, vigilando por si las cosas se complican— aseguró Kita.

—El Nekoma estará mano a mano contigo— dijo Kuroo— Tsukki. ¿Estás seguro de esto?

—Sí, estoy seguro.

—Tsukishima— murmuró Kageyama quien se encontraba dentro de la camioneta, no tenía mejor cara que hace unas horas— Salva a Shoyo, por favor.

—Por supuesto— respondí— Los salvaré a ambos.

En ese momento, la puerta del edificio frente a nosotros se abrió

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En ese momento, la puerta del edificio frente a nosotros se abrió. Un chico y dos mujeres salieron.

Las chicas, similares entre sí, parecían muy divertidas con lo que estaban haciendo. Una de ellas balanceaba una lanza entre sus manos, la imagen me llenó de terror. La otra llevaba un revolver, su mirada era intimidante.

El chico parecía desarmado, pero su presencia no dejaba de ser inquietante.

Le hice una señal al Nekoma para que bajaran sus armas. No confiaba en lo que estaba sucediendo, pero sabía que Osamu y su gente estaban ocultos detrás, resguardándonos.

El chico habló primero— Si nos disparan, sus amigos morirán. Los tenemos capturados.

—No queremos herir a nadie. Solo queremos resolver esto de la manera más pacífica posible.

—¿Pacífica?— soltó una risa sarcástica— Ya no hay vuelta atrás para ustedes.

—¿Cuántos tienen adentro?

—Suficientes para hacer que cualquier intento de rescate sea un desastre.

—¿Qué quieren?— inquirí, sabiendo que era una pregunta obvia pero necesaria.

—Que nos dejen en paz— dió un paso hacia adelante— Metanse en sus propios asuntos.

Mientras hablaba, noté un ligero movimiento en la sombra detrás de él. Daichi y sus oficiales estaban logrando ingresar al edificio sin ser detectados.

—Parece que están jodidos— dije con una sonrisa, viendo cómo la sorpresa se apoderaba del rostro del chico.

Hice una seña y la Madriguera salió de sus escondites, apuntando a las chicas a la cabeza. El chico fue golpeado por Osamu, dejándolo en el suelo.

—Entren, nosotros nos encargaremos de ellos— dijo Kita.

—Gracias... mantenga el contacto.

Junto a Nekoma, ingresamos al edificio. Mis sentidos estaban alerta, cada paso parecía resonar en la tensión del ambiente. Teníamos que ser rápidos y precisos.

Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora