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Kei Tsukishima

Llegué rápidamente a la casa segura, con el corazón desbocado y los nervios a flor de piel después de oír la noticia del incendio. Comencé a gritar en busca de Yamaguchi, pero fue Nishinoya quien apareció.

—¡Nishinoya! —exclamé, sorprendido de verlo allí—. ¿Dónde está Yamaguchi? Lo he estado llamando y no contesta.

—Tadashi está descansando ahora— dijo Nishinoya—. Tuvo una recaída.

Me detuve en seco, negándome a creerlo—Eso no puede ser. Yams estaba bien.

—A veces las personas no mejoran, Tsukishima— se alzó de hombros— Tan solo se vuelven perfectos mentirosos.

Pretendí que no me importaba, aunque estaba muy preocupado—Tengo que encontrarlo—dije—. Algo pasó con Shoyo y Kageyama.

—¿Qué pasó?— preguntó, frunciendo el ceño.

—La casa segura del Nekoma se incendió por una fuga de gas —expliqué rápidamente.

—Eso suena muy extraño. Podría haber sido provocado.

—Es lo más probable —admití—. Necesito hablar con Yamaguchi para saber qué hacer.

Fui a buscar a Yams y lo encontré dormido en una de las habitaciones

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Fui a buscar a Yams y lo encontré dormido en una de las habitaciones. Estaba tranquilo, una de las pocas veces que lo había visto así desde que tomó el liderazgo de la pandilla. Lo observé por un momento, cautivado por su belleza. Su cabello verde estaba desordenado, pero aun así se veía bien. Su boca estaba ligeramente entreabierta, su pecho subía y bajaba con lentitud, y la mitad de su cuerpo estaba fuera de las sábanas.

Me incliné un poco hacia él y sonreí. Para mí, era el chico más lindo que había visto, y eso que lo había observado mucho desde que lo conocí. Sin embargo, en estos días, no había sido el Yamaguchi que yo tanto quería; era como una sombra de su verdadero ser, más oscura y cansada.

Vi las vendas en su brazo y me pregunté por qué lo había hecho, si me había prometido no hacerlo. Recordé una frase que decía mi hermano: "Las promesas son las más dulces mentiras."

Volví mi vista al rostro de Yamaguchi y con mi mano repasé su contorno, deteniéndome por momentos para contar sus pecas. Sonreí, siempre lo hacía cuando se trataba de él.

—Eres tan hermoso —murmuré, aunque sabía que no podía escucharme.

Continué acariciando su rostro suavemente, como si temiera despertarlo. En estos momentos de calma, podía casi olvidar el caos que nos rodeaba, los peligros y las responsabilidades que cargábamos.

—Te extraño —le dije en voz baja, aunque estaba justo delante de mí. Extrañaba al Yamaguchi despreocupado, al chico risueño que conocí antes de que todo esto comenzara.

Finalmente, me senté en el borde de la cama, sin dejar de mirarlo. Necesitábamos hablar, pero no podía obligarlo a enfrentar más problemas mientras dormía tan pacíficamente. Dejé escapar un suspiro y me prometí a mí mismo que estaría allí para él, sin importar qué.

—Despierta pronto, Tadashi. El equipo te necesita mas que nunca —le susurré, sabiendo que nuestras batallas estaban lejos de terminar.

De repente, vi cómo comenzaba a moverse y a temblar, y lo sostuve por los hombros. Aún tenía los ojos cerrados, pero los apretaba con fuerza, como si quisiera evitar un recuerdo doloroso.

Me senté en la cama y lo abracé. Yamaguchi seguía temblando y murmurando incoherencias, pero luego abrió los ojos. Estaban húmedos y reflejaban terror.

—Todo estará bien, Yams— susurré, tratando de calmarlo.

—Por favor, arréglalo— dijo con la voz quebrada.

—¿Arreglar qué?

A mí.

—No hay nada que arreglar —le aseguré, abrazándolo con más fuerza.

Sollozó en mi hombro, y sentí su cuerpo temblar contra el mío. Era desgarrador verlo así, tan vulnerable y roto. No sabía cómo ayudarlo, cómo aliviar su dolor. Pero en ese momento, lo único que podía hacer era estar allí para él. Tarde o temprano tenia que decirle sobre Shoyo y Kageyama, no sabría cómo se tomaría la noticia.

—Estoy aquí— le dije suavemente, acariciando su cabello—. No estás solo. Estás conmigo.

Seguimos así, abrazados, mientras él dejaba salir todo su dolor. Sentí que las lágrimas comenzaban a llenarme los ojos, pero me las aguanté. No podía permitirme mostrar debilidad ahora, no cuando él me necesitaba más fuerte que nunca.

Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora